![Luis Antonio de Villena: «José María Álvarez amaba la belleza, la alta cultura, el hedonismo, la lujuria...»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/10/18/195456745--1200x840.jpg)
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Estaba en México cuando recibió la noticia de la muerte de su amigo. Un día triste el del pasado 7 de julio, fecha en la que Carmen Marí, la fotógrafa, compañera de vida e inspiración del amigo fallecido, le comunicó su adiós para siempre. El ... poeta y narrador Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951), tiene un poema, 'Epitafio', que encierra esta invitación a disfrutar de la vida con la que seguro que el amigo que nos dejó estaba de acuerdo: «Atrapa el presente, amigo. Goza y no tengas miedo. El mundo no tiene arreglo y los hombres tampoco. Suciedad y traición colman la vida. Coge los momentos fugaces de luz y calienta con ellos la tumba». Devorador de placeres y de tiempo que maneja lo más posible a su antojo, Luis Antonio de Villena estará este viernes en Cartagena para participar en el homenaje a José María Álvarez que el Ayuntamiento de la ciudad, al cuidado del concejal de Cultura, Nacho Jáudenes, ha organizado en el marco de la 31 Feria del Libro de Cartagena –hasta el domingo, en la Plaza Juan XXIII–. Un homenaje al poeta fallecido a los 82 años –nació en Cartagena en 1942–, un escritor y viajero al que amó la vida y que estuvo consagrado al placer y a la escritura. Hombre radical, libre, cultísimo y apasionado, dejó una obra poética monumental, reunida en 'Museo de cera'. Esta tarde, a las 18.00 horas, Luis Antonio de Villena y Alejo Vidal-Quadras, en compañía del profesor y escritor David Pujante, recordarán la figura y la obra de un poeta irrepetible.
«Estaba en México cuando murió José María. No sabía que estaba enfermo, porque entre sus peculiaridades estaba que era una persona que no hablaba nunca de su salud», cuenta Luis Antonio de Villena. «Llevábamos dos años sin vernos», añade, «pero hablábamos mucho por teléfono. Carmen me contó que había sido una cosa relativamente rápida; el final, cuando llega, cuanto más rápido mejor». Para él, «José María fue un poeta que fue mejorando muchísimo con el tiempo, uno de los poetas que han evolucionado más y mejor, con una última etapa muy brillante».
–¿Cómo se conocieron?
–Alguien nos invitó a un encuentro literario en el pazo de Mariñán [municipio coruñés de Bergondo], en 1979 o 1980, y allí nos conocimos y empezamos a ser amigos. A partir de ahí, solía contar conmigo para los encuentros literarios que él organizaba [durante años en Cartagena, después en Murcia con el nombre de Ardentísima]. Recuerdo esas reuniones de escritores a veces tan caóticas, porque no teníamos nada que ver unos con otros...». Y recuerdo el famoso 'Homenaje a Ezra Pound' en Venecia que organizó en noviembre de 1985; fuimos a Venecia en autobús.
–La relación.
–Fuimos amigos íntimos, pero mucho más en el plano intelectual que en el personal. Cuando nos veíamos, todo era estupendo y muy cordial, muy cariñoso, pero en realidad nos veíamos poco. Me atrajo mucho de él, en el plano literario, esa mezcla tan suya de vitalismo y culturalismo en la que coincidíamos. También me llamaba la atención algo que también le caracterizaba: despreciaba todo lo que no le gustaba, lo dejaba de lado por completo.
–Usted es un hombre de izquierdas, él para nada.
–De política nunca hablábamos, lo hacíamos de literatura, de amigos, de placeres...; últimamente, comentando algunas cosas de la actualidad, en la que pasan cosas tan horribles, con un panorama político que deja mucho que desear, él se mostraba muy preocupado, incluso indignado, pero sin entrar en muchos detalles conmigo, ni dar ninguna explicación de nada...; decía «son gentuza» y con eso concluía. Alguna vez sí capté [ríe] que se estaba refiriendo al Gobierno de [Pedro] Sánchez, a quien no soportaba. Pero en seguida decía «gentuza» y punto final, pasábamos a hablar de cosas hermosas
–¿Curioso qué le resultaba?
–Me fui dando cuenta, sobre todo en los viajes en los que coincidíamos, que era un hombre muy idealista, que se movía por la vida con un idealismo absoluto. A veces pensé que tenía el síndrome de Don Quijote, en el sentido de que él también veía gigantes en vez de molinos. Me acuerdo, por ejemplo, de que a veces nos anunciaba que iríamos a unos hoteles extraordinarios, maravillosos, y que cuando llegábamos estos hoteles se quedaban en normalitos... En una ocasión, para invitarme a una especie de homenaje al Mediterráneo que iba a tener lugar en el Mar Menor, me dijo por teléfono que sería algo maravilloso, con cestos de frutas que llevarían bellos muchachos y hermosas jovencitas, todos casi desnudos; ellos nos irían ofreciendo la fruta junto al mar, fruta que acompañaríamos con champán. Yo no pude asistir, pero los que sí lo hicieron me contaron que ni champán, ni frutas, ni cestas, ni bellos muchachos, ni hermosas jovencitas... [sonríe]. José María tendía a idealizar las cosas que le gustaban, que le rodeaban, que proponía, que hacía...
–¿No cree que fue injusto el tratamiento de la crítica literaria y de los suplementos culturales de este país? Creo que, incomprensiblemente, lo ignoraban.
–Bastante injusto, sí, porque llegó un momento en el que ya lo dejaron por completo de lado. Yo casi siempre he escrito un artículo con cada nuevo libro que publicaba. Claro que ha sido injusto, porque hablamos de libros que están muy bien, muy valientes, sin ninguna corrección política...; se fue extendiendo, mucho antes de la aparición de Vox y todo eso, que José María era muy de derechas. Recuerdo que muchos amigos lo daban por hecho pero no se lo tenían en cuenta, lo veían muy de derechas y al mismo tiempo encantador. Ya le digo que yo con él no hablaba de política. Pero lo cierto es que José María era un señor que defendía el placer, defendía la eutanasia, defendía las relaciones sexuales casi con quien fuera, defendía la homosexualidad masculina y femenina, tenía muchos amigos homosexuales y no tenía nada de hombre religioso. Todo eso se lo cuentas a una persona muy de derechas y le da algo, ¿no?
–¿Se salvará del olvido?
–Yo creo que sí, sobre todo por su obra a partir de los años 90, cuando su poesía es mucho mejor. En los últimos 30 años ha sido un poeta estupendo, de una enorme calidad, de una gran belleza y de un gran inconformismo. La poesía de José María es la poesía de un inconforme, de una persona que está en desacuerdo con la sociedad que le ha tocado vivir. Era un hombre a la contra, en la oposición a todo lo que no fuese aquello que amaba: la alta cultura, el hedonismo, la belleza, la lujuria...; a veces era hasta un poco exagerado con lo de la alta cultura [ríe], porque te colocaba delante de un poema una cita de cinco líneas en alemán, que está claro que no mucha gente entendería. Le encantaban esos detalles que él encontraba muy refinados, como escribir Venecia con z, Venezia. Coincidíamos en que el mundo actual ha perdido el gusto por la excelencia, por lo mejor de lo mejor, y cada vez más porque el nivel cultural es muy bajo y continúa empobreciéndose. La gente cada vez sabe menos y tiene peor gusto.
«¿Queréis que os diga algo de lo poco que he aprendido?», proponía José María Álvarez. Y dejaba claro: «No le busquéis tres pies al gato. La vida no tiene sentido. Es hija del azar. Pero impecable. Y es ese azar lo que decide desde nuestros sueños al mundo que vivimos, el amor y la desdicha, la salud y la muerte. Y siempre el puro azar. Lo que no puedes ni imaginar. La libertad es no ser un títere porque sí podemos elegir en ese caos». Y, sí, afirmaba también que están los límites, porque «aunque sepamos lo que es el Bien y el Mal, no podemos desentrañar el ruido y la furia de la Historia». Y, atención: «No es cuestión de inteligencia. Pensad en los griegos y su sabiduría; y sucedieron las guerras del Peloponeso. O en los gobernantes de Roma tantas veces. Nosotros mismos. Quienes vivieron antes de la guerra del 14, ¿no eran acaso gobernantes con mil veces más talento que los que hoy asolan las naciones? Y dieron lugar a esa espantosa carnicería».
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