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'Los lagos de Norteamérica' (Pre-Textos), Libro Murciano del Año 2019, estaba predestinado a ser importante en la obra literaria de José Daniel Espejo ( ... Orihuela, 1975). A primeros de junio de 2019 se alzó con la primera edición del Premio Internacional de Poesía de la Fundación Juan Rejano-Puente Genil. Ya entonces el jurado, presidido por Juan de Dios García, alabó el «coraje» del autor por saber construir «un relato poético de la supervivencia» y su «sinceridad» para registrar «la vida como literatura desde el desgarro y la belleza del realismo de lo cotidiano». Un libro sobre el dolor y sobre el compromiso del cuidador, «un amor que se hiere, que tiembla, que resiste y se crece en un enorme ejercicio de entrega y sacrificio». A partir de entonces, la vida de José Daniel Espejo fue otra. Su hijo Martín, inspirador del libro, falleció apenas unas semanas después en un accidente. La vida, por lo general, no da tregua. Y la de este poeta y librero [alma y corazón de la librería circular Libros Traperos de Murcia], que en su cuenta de Twitter se describe como «antifascista y marxista», es, como la de cualquier ciudadano, un cantar de gesta. «Tenemos tanto miedo que somos temibles», dice Espejo, que, pese a todo, sigue sonriendo a la vida y sacando punta a sus contradicciones. «Está la distopía, la utopía, la novela de anticipación, la gótica, la sobrenatural, la ciencia ficción, la fantasía épica y las noticas de prensa de Ballesta», dice sin más.
–¿Por qué le ha sorprendido tanto que 'Los lagos de Norteamérica' sea Libro Murciano de 2019?
–Pues porque un libro de poesía en principio no es lo más visible. Y porque en 2019 había libros que a mí me han gustado mucho. Estaba el de Ginés Sánchez de 'Mujeres en la oscuridad', que es muy bueno; 'Factbook', de Diego Sánchez Aguilar, también. Había competencia. No sabía ni que mi libro estuviera encima de la mesa. Eso dice bien del jurado, que en lugar de ir a un libro más mediático ha ido a un libro de poesía de un poeta maldito que ha sonado por ahí.
Una satisfacción
–Dice que no es un libro mediático, pero tradicionalmente los poetas han tenido cierta influencia. Al menos, lo que decía alguien dotado de gracia o sensibilidad poética era importante. Pero hoy, entre tanto ruido, ¿dónde queda la palabra del poeta?
–Yo creo que la poesía retiene todavía cierto prestigio y sigue en el centro de la pureza de la literatura. Y ahora yo creo que se está deconstruyendo esa imagen del poeta sabio o retirado de las corrientes de marketing de la literatura, que estaba más en contacto con lo real o con lo profundo, y eso se sustituye por determinadas operaciones de marketing en el mundo de la poesía que, desde luego, deshacen ese poco prestigio que le pudiese quedar.
–¿Cómo fue el proceso de creación de 'Los lagos de Norteamérica' y cuál era la intención?
–'Los lagos de Norteamérica', que es mi séptimo libro, es un proyecto literario que tiene una continuidad con mis otros libros, y, sobre todo, con una tradición literaria concreta, que a mí me interesa mucho, quizás más anglosajona, de Sylvia Plath a Sharon Olds, que también tiene continuidad en España, y pienso en Isla Correyero o Cristina Morano, nombres que no son ejemplos al azar, sino personas que a mí me han ayudado mucho. Autoras con una obra basada en la exploración del yo, y una forma de contemplarse nada complaciente ni banal, bastante radical en esa búsqueda del yo y de las corrientes que nos conforman por dentro.
–El nivel de exposición es total.
–Sí, exacto, bordeando casi la pornografía emocional, si quieres. Porque el material con el que lo he construido es una historia de cuidados, de amor padre-hijo, una historia también que gira en torno al autismo, a la incomunicación, y al peso de los cuidados sobre el cuidador. Sobre todo en un caso como el mío, que era padre de familia monoparental, y esta tarea recaía exclusivamente sobre mí, y todo eso me afectaba al mismo tiempo que me enriquecía y me hacía feliz. Porque eso también está en el libro. Este libro sigue siendo un libro de amor. Lo que pasa aquí es que en 2016 me di cuenta de que yo respondía a las preguntas sobre los cuidados sobre un guion que no era mío. Yo siempre presentaba una versión dulcificada de cómo era cuidar en exclusiva a un niño con autismo severo, no verbal, con conducta disruptiva, un tío muy punky, pero muy punky, como era mi hijo Martín. Yo contestaba siempre la versión de Instagram, una versión dulcificada de escaparate en la cual el amor podía con todo, no había nada oscuro y todo era apasionante en todos los minutos... ¿Qué ocurre? Que ese relato estaba tapando un montón de cosas que sí que estaban ocurriendo. Yo al final llegué a no reconocerme en mi propio relato de cómo era la tarea de cuidar a mi hijo.
–Justo ahí aparece la semilla del libro, tras leerse en una entrevista del periodista Antonio Arco.
–Me di cuenta de que ese relato no tenía nada que ver con lo que pasa en mi casa cuando cierro la puerta. Dentro de la casa de un cuidador de este tipo ocurren muchas cosas oscuras, dolorosas. Esa casa está llena de fantasmas, la carga de los cuidados está alejando al cuidador de la sociedad a la que pertenece, está cortando muchos lazos. Y ese cuidador, probablemente, esté bordeando con la ansiedad, la depresión, la soledad... el dolor, la pérdida, la debilidad, la ruptura de los vínculos... Una serie de procesos que lo aíslan e incluso empeoran el deber con el que está cumpliendo, la tarea de cuidar. Yo me di cuenta también de que una vez que negamos ese relato hay poco que podamos proponer a la sociedad para reaccionar ante esa situación. Esa primera barrera, ese tabú que impide expresar la dificultad de los cuidados, es un tapón que dificulta la solución del tema. El libro entra en zonas tabú, en zonas muy oscuras, y aparecen por ahí todo tipo de fantasmas, desde el alcoholismo a la soledad y la depresión, que es un lugar muy oscuro en el que no solemos querer entrar y que creo que es necesario sacar a la superficie, pues de otro modo no hay redención posible.
Una confesión
–¿Qué se le hizo cuesta arriba?
–Llevar ese texto a imprenta se me hizo cuesta arriba, fue una duda que me tuvo atado durante meses. He tenido mucha suerte con las lecturas de este libro, porque la gente me dice que se trata de un libro de amor que contiene también la parte negra, pero conserva la luminosa. Y en conjunto es una visión poco común de la que podemos aprender cosas y volver siendo más humanos. Ha sido espléndidamente comprendido.
–Desde la escritura del libro hasta ahora su vida ha cambiado. No ya solo por la pandemia.
–Muy poco después de que el libro fuera premiado por la Fundación Juan Rejano en 2019, y finalizada la corrección de las pruebas, mi hijo sufrió un accidente y murió. Esto cambió todo. Y cambió completamente la lectura del libro. Incluso llegué a arrepentirme de que eso estuviera ahí. Cuando Martín ya no estaba esa visión tan oscura de cómo era la vida con él era algo a lo que era difícil enfrentarse. Apenas pude presentarlo en un par de actos, seleccionando muy bien los poemas que iba a leer para simplemente acabar el acto. Todavía estoy en el proceso de reconciliarme con el texto, y ya puedo hablar, por lo menos, de lo que ha pasado ahí. La lectura que la gente me ha devuelto, incluso sabiendo el final que había tenido mi hijo, me ha ayudado a entenderlo como lo que es: no un dolor, sino una historia de amor que tiene una parte oscura.
–En estos terrenos tan desacostumbrados en nuestra tradición literaria, el lector destaca la potencia lectora, la experiencia emocional intensa de un libro al que es difícil enfrentarse pero que realmente nos enriquece.
–Para mí la alegría más grande es descubrir que en la Asociación de Autismo de Huesca escucharon una entrevista en la radio y fueron a por el libro, se lo pasaron unos a otros, y escribieron de él. Eso es lo máximo a lo que un escritor o poeta puede llegar, a entrar en la vida de personas que ni siquiera son lectoras de poesía.
–¿Dónde halla el entusiasmo para explorar su vena literaria?
–Yo escribo poesía desde que tenía 14 años. Sería algo muy extraño para mí dejar de hacerlo. Soy sensible a los cambios sociales. Pero vamos a intentar no creer en el fin de los tiempos, que es un mal que ya padecían los poetas latinos. La poesía está bastante viva, como librero de segunda mano estoy rodeado de chavalada, siempre hay adolescentes que se acercan a la poesía porque ahí hay una pista, quizás la más valiente de las que existen, como decía Roberto Bolaño, para terminar de explicar el mundo.
Una esperanza
–Libros Traperos funciona desde hace dos años. Más de 90 actos, entre ellos, presentaciones de libros, clubes de lectura, charlas, intercambios lingüísticos, conciertos, mesas redondas...
–De todos esos actos recuerdo especialmente el de Jorge Carrión, un pensador y narrador, la persona que más sabe probablemente de librerías. Estaba buscando una librería independiente y presentó aquí su libro, porque él quería hablar con los libreros. Fue un acto, de verdad, muy bonico.
–¿Esta librería de libros reciclados es el proyecto de su vida?
–Yo hice la Filología Hispánica en los años 90, luego me reciclé en Trabajo Social. Y cuando llegué a Traperos a hacer prácticas y vi el río de libros que circulaban por aquí, pues las dos cosas se unieron: mi formación literaria y mi formación social. Sonaron los violines desde lo alto, y se me ocurrió poner en valor todos esos libros creando una web, una comunidad de donantes y voluntarios, extender la venta de libros, dignificarla, y poner en marcha una librería solidaria que pusiera a disposición de la sociedad libros económicos.
–Los editores de la Región se quejan de la nula ayuda que recibe el sector. ¿Está de acuerdo?
–Vivimos una época de esplendor en las letras murcianas, por autores que triunfan, y por proyectos editoriales. En política de apoyo al libro y a la lectura está todo por hacer. Murcia no cuenta con un Centro del Libro como Andalucía. Me conformaría con que las editoriales entrasen en las ayudas a las industrias culturales. Tenemos excelentes ejemplos, como el premio Mandarache-Hache de Cartagena, La Botica del Libro... Tenemos talento y gestores culturales. Y falta la voluntad. Falta apoyo a las bibliotecas. A nuestra Biblioteca Regional, el buque insignia de la cultura en la Región, deberíamos ponerla a funcionar a toda máquina en lugar de recortar los horarios.
–El parón forzado, el ocio forzado, lo que no es negocio, junto al miedo que teníamos todos, también levantó demasiadas esperanzas sobre nuestros hábitos. El optimismo se ha ido diluyendo. Y la pirueta completa nos hace comprender cosas sobre la condición humana y la sociedad en la que vivimos. La confusión y el pesimismo son bastante altos, pero no es verdad que no hayamos aprendido nada.
–Hay una vida social que no necesito, y ciertas formas de consumo que no necesito, como los centros comerciales o las compras impulsivas. Necesito libros, pero puedo releer. No necesito estar conectado todo el rato. Hay un vida que estaba esperando un confinamiento para tomar el control. Esa sensación es bastante común y ahora se resiste ser vuelta a comprimir. En una época de zozobra, la cultura es la opción a la que deberíamos abrazarnos cuando lo demás se tambalea.
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