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Rafael Courtoisie (Montevideo, 1958) es uno de los autores latinoamericanos más relevantes de su generación. Poemarios como 'Textura', 'Umbría', 'Estado sólido', 'Ordalía', 'Antología Invisible' o ' ... Parranda' dan cuenta de una trayectoria poética prolífica, reconocida además con prestigiosos premios, como el Loewe, el Casa de América o el Blas de Otero. Courtoisie es también un originalísimo narrador, con una decena de novelas y varios libros de cuentos. Cuando narra, no oculta su condición de poeta: su estilo imaginativo, cinematográfico o, más bien, televisivo, cuida sobremanera la palabra. De hecho, la hibridez genérica siempre fue marca central de su proyecto, una hibridez donde se impone la lógica libérrima de la poesía. En sus libros la hipérbole, la analogía, lo lúdico y el humor se ponen al servicio de la búsqueda de una iluminación. La poesía es para el uruguayo un modo de conocimiento que no pasa por lo lógico o racional sino por lo estético.
Los poemas en prosa de 'Hacer cosas con palabras' (Libros del Mississippi, 2023) son ejemplo de esta hibridez. En su título, recupera el de un libro conocido, del filósofo y lingüista John Austin '¿Cómo hacer cosas con palabras?' (1962). Austin proponía una taxonomía de los actos de habla, diferenciando entre enunciados constatativos y realizativos. Estos últimos construirían realidad en el acto de decir (declarar la guerra o perdonar una falta). Para Courtoisie, como para Austin, todo acto de lenguaje es un acto político. Este planteamiento recorre cada página del uruguayo.
La pregunta obligada sería: ¿Cuál es el sentido de hacer que Austin ilumine la lectura del poemario? ¿Qué sentido tiene hoy escribir un libro que hace de lo material y sus vínculos con el sonido que nombra esa materia el tema principal? Una posible respuesta pasa por proponer una resistencia de la poesía, en primer lugar, frente al deterioro y devaluación de la palabra en la era de las fake news, la posverdad o las IA parlantes. En segundo lugar, frente al proceso de desmaterialización de la cultura. El filósofo Byung Chul Han reflexiona a este respecto en su ensayo 'No cosas: Quiebras del mundo de hoy' (2021). Nos advierte de cómo la digitalización favorece la desmaterizalización y descorporeinzación del mundo. En lugar de recuerdos, memoria viva, dice Han, hoy apenas almacenamos datos. Así, «nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, discretas, incluidas las habituales, las menudas o las comunes, que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser» y hacen que «el tiempo sea tangible». La palabra poética, parecen sugerir estos poemas, reconstruye esa condición aurática de los objetos, de la que hablaba Benjamin, nos devuelve la visión o, mejor, la total sensorialidad, y contribuye a dignificar el espacio de la vida.
Esta reflexión sobre lo material no es nueva en Courtoisie: alcanza la totalidad de su producción, con títulos significativos ('Orden de cosas', 'Textura', 'Cambio de estado', etc.). Benedetti lo apuntaba a propósito de uno de sus primeros poemarios, 'Estado sólido', diciendo que Courtoisie «discierne o inventa relaciones originales», o «secretas, entre las cosas y las cosas», o entre «los seres y las cosas», su poesía explora la materialidad de objetos y cuerpos –como apuntaba Francisca Noguerol– «con los cinco sentidos», en una estela que sigue a poetas como Gabriela Mistral o como el Pablo Neruda de 'Residencia en la Tierra'.
Courtosie dedica un grupo de poemas del libro a materias que son alimento del cuerpo, el lugar donde, decía Bruno Latour, se desdibuja la separación entre sujeto y objeto. En la naranja vibra el jugo, y disuelto en el jugo, «un deseo como de vivir, de gozar, de estar despierto». El pan es «un sistema planetario disperso en el mantel». En cada cucharada de la palabra «sopa», dice otro poema, caben Sócrates, Edipo, la Trinidad, Freud, Adler y Jüng. Otros poemas otorgan materia a cosas intangibles, apelando al poder de la palabra. La noche es «un árbol que atraviesa el cuerpo del día»; «el sábado», «una joyería a oscuras»; el «destino», «un puzle cuyas piezas de bordes romos no están bien diseñadas». Un tango de Gardel puede provocar la «fractura» de «la madera de la personalidad». Hay poemas sobre cosas extraviadas, depositarias de nuestra memoria: como un anillo, que alguien dejó y olvidó al marcharse.
A modo de arte poética, otros poemas anudan la idea de escribir al trabajo lento y paciente de hacer pan. Y hay también momentos invernales en el libro, donde el poeta, aterido y pobre, atravesado de dudas, resiste la tentación de emplear los libros como combustible: Gelman, Pacheco, Benedetti, Nicanor Parra, Blanca Varela, Rimbaud, Gonzalo Rojas se salvan del fuego. Leer Carta a un joven poeta de Rilke, en el último instante, detiene la mano del pirómano y nos devuelve la esperanza.
Hacer cosas con palabras es, en definitiva, un magnífico poemario que invita a participar de una poesía militante, celebratoria, que propone recuperar nuestro vínculo con lo material en un tiempo en que la durabilidad y la pervivencia de los objetos, los cuerpos y los afectos está marcada por la lógica de una obsolescencia programada.
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