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El novelista Enrique Rubio Palazón (Murcia, 1978), autor de culto por novelas como 'Tengo una pistola' (2009) –a partir del relato con el que ganó ... el IV Certamen Jóvenes Talentos de Booket– y admirador de Charles Bukowski, George Saunders, Chuck Palahniuk y Woody Allen, ha vuelto a instalarse en su ciudad natal tras un tiempo en Madrid. Ayer firmó en la Casa del Libro ejemplares de su último artefacto literario, 'Escape' (La Esfera de los Libros, 2022), un proyecto avalado por el cineasta y escritor Rodrigo Cortés ('El amor en su lugar', 'Los años extraordinarios'), fascinado por la literatura de Rubio. «En mis novelas –cuenta a LA VERDAD, sin desprenderse en ningún momento de unas gafas de sol– planteo situaciones superparadójicas y le doy la vuelta a todos los esquemas, mitos y rutinas de la mente. Lo cuestiono todo y deconstruyo la realidad para ver de qué está hecha y qué es lo que la sostiene. Qué creencias, qué dogmas. A Rodrigo Cortés lo que le llama la atención de mi literatura es mi mirada y lo que planteo, que es totalmente al revés de lo que vemos como normal».
Todas sus novelas –también publicó 'Tania con i 56.ª edición' (Destino), que mereció el premio de Novela Francisco Casavella 2011, y 'Mujeres y negros' (Almuzara, 2020)– convocan a personajes con rasgos concretos. En la mayoría el ingrediente común es el aislamiento. La ruptura con su propio aislamiento, confirma él, le permite salir de su propia burbuja y tener una mirada diferente: «No estoy tan influido por los medios de comunicación, las religiones o las ideologías. Veo cosas de una manera que no es como las ven otras personas que están dentro del sistema», explica con un zumo de naranja y un bizcocho de plátano sobre la mesa.
'Escape' no es una novela experimental, ni totalmente introspectiva: «Yo la considero clásica, tiene una progresión, y puede leerla cualquier persona. No hay prácticamente nada actual, podría servir más o menos para cualquier época. No hay localismos. Los conflictos que planteo son universales». Un aspecto clave de 'Escape' es la ilusión que tenemos de ser libres, el conflicto del ser humano con la libertad. «Una cosa que me ha angustiado mucho siempre es tener muchas opciones para elegir. Yo prefiero tener menos opciones. En la novela eso lo llevo al extremo y me pregunto si no seríamos más felices con una dictadura, si nos ordenaran todo y nos metiéramos en un camino del que no pudiéramos salir».
El protagonista de 'Escape' ha estado en cautiverio durante 18 años. Sus padres lo han aislado del exterior porque querían educarlo sin influencias negativas. Creen que en una burbuja, rodeado de libros, podrá ser ecuánime, consciente, responsable, mejor persona incluso... A los 18 años, con la mayoría de edad, es echado del nido familiar. Y empieza a ver la realidad, desde su óptica. «Después de sufrir la realidad y comprobar que no se corresponde con lo que había creído», descubre Rubio, «se le ocurre entrar en la cárcel para que se ocupen de él, que le organicen la vida y no tener que elegir». El dilema de la novela es, por tanto, la libertad. Muy atípica, dice, «pero muy sencilla de leer; te deja descolocado, aunque engancha y es adictiva. Quizás sea difícil de procesar...».
–¿Qué es ser libre?
–Cuando eliges una cosa estás rechazando todas las demás opciones. Pero, ¿quién sabe cuál es la mejor opción? La forma de ver el mundo del protagonista de 'Escape' está relacionada con mi parte obsesiva y mi parte Asperger. Su cabeza es muy parecida a la mía, pero muy llevada al extremo, de ser muy, muy, muy racional, y de analizar la vida racionalmente. Esto trae muchos conflictos, porque lo estrictamente racional genera un conflicto. Si eres muy estricto, muy rígido y muy racional las relaciones entre humanos no son posibles. Porque tiene que haber una especie de autoengaño. En la novela está ese dilema. Mi personaje es, además de racional, muy estricto con las normas, no entiende que no se cumplan.
–¿Su aislamiento es una decisión voluntaria o necesaria?
–Va por etapas. Yo siempre he sido muy ermitaño. Puedo estar bien solo, las cosas que me gustan me entusiasman. Necesito relaciones sociales, pero no en la cantidad que los demás. Puedo estar varios días solo. Pero también me muero por ver a alguien o hablar con alguien. Tengo necesidades sociales y sexuales, como cualquier otra persona. No he llegado al extremo de los hikikomori –personas que se retiran por completo de la sociedad durante un tiempo–, pero parecido. He tenido etapas más sociables, depende de como me vayan las cosas.
–¿Qué relaciones prefiere?
–Relaciones con personas muy concretas, con las que conecto, que son muy pocas. Suelo centrarme en una persona o en dos, y no me gustan ni he estado cómodo en las relaciones con mucha gente, de esas superficiales en grupo, nunca se me han dado bien. Yo necesito intimidad y conectar mucho con esa persona. Así me suelto y me abro, aunque solo con personas muy concretas.
–Y en gustos literarios, ¿también busca los personajes extraños?
–Nunca soy de leer novelas de género, me gustan novelas más introspectivas, de gente que vive en su burbuja y que habla de lo que ve. Bukowski, Palahniuk, Houellebecq, Ray Loriga en su primera época... Me gusta mucho también Rafael Balanzá ('La noche hambrienta', 'Los asesinos lentos', 'Recado de un muerto'), alguien un poco parecido a mí en muchas cosas, recuerdo sus novelas también introspectivas.
–¿Qué encuentra interesante?
–Para que algo me motive tiene que ser algo que me obsesione. Y aunque no lo quiera, o aunque me proponga hacer algo diferente en una novela, hay inquietudes similares, escritas de otra manera, e historias diferentes, aunque las inquietudes y las obsesiones son las de siempre.
–¿Qué le parece el mundo de hoy?
–El mundo de hoy tiene sus limitaciones y no da más de sí. Da igual la época o el sistema político en que se haye que siempre va a ser desastroso en mayor o menor medida. Pero estos últimos ocho años echo mucho de menos los 90. Han cambiado muchas cosas en Occidente, no me refiero a las cosas económicas o macropolíticas, sino al ambiente cultural, a la mentalidad de la sociedad. Yo sentí en los 90 muchísima más libertad, menos censura, más apertura mental para hablar de muchos temas que en la actualidad y, especialmente en los últimos años. Hay una involución para hablar de cualquier tema. Hay unas religiones imperantes, que están imponiendo una determinada unidad de pensamiento que es bastante totalitario, aunque no sea física y sangrienta es psicológicamente muy dura. Hay un montón de películas y libros de los 90 que hoy sería imposible que se publicaran o rodaran. Si Bukowski o Woody Allen empezaran hoy sus carreras se darían un tortazo, no podrían. Y yo he sido fan de este tipo de autores y hoy siento que están, no demonizados, sino ninguneados. Es un problema añadido para mis cosas, que si ya de por sí son atípicas o no están en la onda moral o religiosa actual... hacen aún las cosas más difíciles.
–Empezó a escribir a los veinte...
–Sí, un poco tarde. Creo que mis inicios son las cartas que escribía, sobre todo a chicas. Luego hice relatos y artículos. Y todo fue muy rápido. De repente, todo encajaba conmigo con la literatura. Yo he sido siempre muy transparente y descarnado, y en una novela o un relato puede estar bien, pero en una carta puede que no.
–¿Sabe mentir?
–No, en cuanto digo una mentira de coña me veo obligado rápidamente a decir que era broma. Soy muy transparente, es uno de mis rasgos, supongo que esto estará relacionado con mi Síndrome de Asperger. Yo llevaba años convencido de que lo era, y antes de que me diagnosticaran yo ya escribía historias muy autistas, muy Asperger. Me siento muy atraído por esos personajes. Tengo un estilo muy rígido, determinado.
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