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Escultura dedicada a Antonio Machado. AYTO. BAEZA
Verdes sueños en la Baeza de Machado
Literatura

Verdes sueños en la Baeza de Machado

Encuentro mágico del alumnado de la Asociación Universitaria Rector Sabater con la ciudad jienense donde impartió clases y vio nacer algunos de sus mejores poemas

Martes, 3 de diciembre 2024, 00:22

Tras una ruta cubierta de olivares, flanquedos por los montes de Cazorla, Aznaitín y Mágina llegamos a Baeza. Habíamos visitado ya Jaén, una ciudad pegada a su castillo, y la sombra de Vandelvira nos perseguía a lo largo de su catedral y más allá de ... sus muros. Allí estaban los montes profundos de Sierra Morena, en cuyas entrañas se esconden antiguos pueblos mineros, como El Centenillo. Lo verde nos envuelve en su capa mágica, nos transporta a otros tiempos, a «ese ayer que es todavía», y nos hace soñar caminos de la tarde, y vamos de la mano de un poeta andaluz, caminante solitario, «siempre buscando a Dios entre la niebla». Antonio Machado se viene con nosotros. «La tarde cayendo está», y a su paso «todo el campo un momento / se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento / en los álamos del río». Y paseamos por Úbeda, un milagro italiano en el corazón de Jaén, y el sevillano nos lleva hasta Baeza, su ciudad hermana en siglos y en belleza. Recorremos sus calles, que albergaron al poeta desde 1912 a 1919, con la ausencia ya de Leonor, y la soledad como su sola compañía. Pero el vate no está solo, va y viene de sus soledades con sus recuerdos, con la nostalgia de los campos de Soria, donde ha nacido no a la vida, al amor: «En la desesperanza y en la melancolía / de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva». Ya en su tierra andaluza, y extranjero en sus campos, se acuerda de su infancia, de sus huertos y limoneros, «del olor de albahaca y hierbabuena, de sus azules y dispersas serranías / con arreboles de una tarde inmensa». Los cangilones de su noria siguen girando en torno a Soria, y en Baeza escribe a su amigo José María Palacio preguntando si la Primavera ha llegado ya a las orillas del Duero: «¿Tienen los viejos olmos / algunas hojas nuevas?»... «¿Hay zarzas florecidas/ entre las grises peñas?»... «¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?»... «¿Tienen ya ruiseñores las riberas?»... Nuestra meta es el antiguo Instituto Santísima Trinidad donde el poeta obtuvo su Cátedra de Francés en noviembre de 1912. Y en su aula nos aguarda el alma del poeta, un hombre, «en el buen sentido de la palabra, bueno».

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