Secciones
Servicios
Destacamos
El mensaje sobrecogió a toda España: «Muuuuchas ganas de Miquelete». Fue el último que publicó en Instagram Carme Chacón (Esplugas de Llobregat, 1971-Madrid, 2017), que hizo historia en 2008 al ser nombrada ministra de Defensa del Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Llamaba ... Miquelete a su hijo Miquel, por el que sentía devoción. Le falló su corazón enfermo, tenía 46 años cuando murió. Fue, por muchos motivos, una política y una mujer singular. Este viernes, a las 20.00 horas, en el Edificio Moneo de Murcia, y en un acto presidido por el alcalde de la ciudad, José Antonio Serrano, la periodista y escritora Joana Bonet (Lérida, 56 años) presentará su biografía 'Chacón, la mujer que pudo gobernar' (Península). Escrita con deleite. Con admiración. Con amor. Dice de ella: «Abrazaba los mundos sutiles pero a la vez curró muchísimo en los mundos concretos y dejó huella. Abrió las puertas a que luego otras mujeres en el mundo fueran ministras de Defensa, entraran en mundos muy masculinizados».
–Vaya, la primera persona que llamó para consolar a Carme Chacón tras su derrota en 2012 en el 38º congreso del PSOE celebrado en Sevilla, donde aspiraba a ser nombrada secretaria general del partido teniendo como rival a Alfredo Pérez Rubalcaba, fue el lorquino conocido como Manolo 'el de los caballitos'.
–En efecto, ella iba mucho a San Juan de los Terreros y visitaba Águilas con frecuencia. Y cuando perdió el congreso de Sevilla, al que llegó como vencedora, con todas las encuestas a su favor y sabiendo que los votos de los delegados de daban para ganar, imagínese cómo se quedó. Sus adversarios utilizaron contra ella noticias falsas, insidias, de todo. Lograron que algunos delegados cambiaran su voto en el último momento. Tenía en su contra a la guardia pretoriana del aparato y a líderes como Felipe [González], [Alfonso] Guerra...; perdió por 22 votos. Cuando regresó a su habitación de hotel, la primera llamada que recibió fue de un señor de Lorca que tenía una rueda de caballitos en Águilas, Manolo 'el de los caballitos'. Allí solía ir con Miquel. La llamó para consolarla, sí.
–¿Qué tipo de política era?
–Humanizaba la política, realmente la acercaba a la gente.
–¿Por qué no la quisieron finalmente como líder?
–Por lo visto pensaron que en un escenario de crisis era Rubalcaba quien tenía que dar el paso al frente. A ella se la preparó durante años para ser una futura líder, apostaron por ella... Pero en ese escenario de crisis, creo que lo que realmente pasó es que se quería impedir una renovación profunda del PSOE, que es lo que ella proponía. Uno de sus lemas era: 'El cambio empieza por nosotros'. Pedía a todos un fuerte compromiso de servicio público y una ética que en aquellos momentos era muy escasa, porque veníamos de épocas de corrupción en todas las filas: en el PP, en el PSOE, en todas.
–¿Cómo la recuerda?
–Vivía enamorada de la vida. Era muy divertida, con una gran ironía, y a la vez era dulce y siempre le brillaba la mirada, en la que parecía habitar una melancolía de futuro; una mirada casi de niña. Creo que tal vez eso procedía de ser muy consciente de que la vida le había dado unas cartas complicadas. Nació con una cardiopatía muy grave, los médicos le dijeron a sus padres que no prosperaría. Su corazón apenas latía, y durante su vida lo hizo a 35 pulsaciones por minuto. Vivió con esa espada de Damocles. Pero se decía: 'Tengo un corazón imperfecto que funciona perfectamente'. A eso se abrazaba y vivió intensamente. También es verdad que en algunos momentos se apreciaba que tenía prisa por disfrutar al máximo de cada minuto.
–¿Qué no dejó nunca de hacer?
–Siempre procuró el bien común.
–¿Perdonó a Felipe González?
–Creo que a pesar de que él le dijera que no era su hora –¿cuándo entonces?–, lo perdonó. No era una mujer en la que habitara el rencor, tenía una pureza y una integridad sólidas.
–¿Qué le conmueve de su último tiempo de vida?
–Vivía con el pálpito de la finitud, y de hecho preparó a su hijo...; cuando ella falleció, un niño de 8 años, Miquel, sorprendió a todo el mundo con su serenidad. 'Mi madre ya me había explicado que algo así podía pasar', dijo. Ella quiso ser madre contra viento y marea, le habían dicho que no podría serlo. De hecho, el cardiólogo estuvo con ella durante el parto cogiéndole la mano por si surgía algún problema con su corazón. Se arriesgó a todo.
–¿Hubiese podido ser una gran presidenta del Gobierno?
–Sí. Estaba muy capacitada, con una sólida formación, y era una mujer cosmopolita y a la vez de Estado que creía en las instituciones como un lugar de escucha. Venía a traer progresismo. De hecho, lo llevó a una de las instituciones más conservadoras del tablero: el Ministerio de Defensa; como ministra de Defensa hizo muchas cosas bien, como conseguir acercar el Ejército a la sociedad.
–¿Se lo metió en el bolsillo?
–A una gran parte del Ejército, sí. Recogí incluso testimonios de algún mando hoy próximo a Vox que elogió su trabajo. Se enamoró también del Ejército, creo yo, porque se apasionaba con sus responsabilidades.
–¿Qué idea tenía del Estado?
–Le decía antes que era una mujer cosmopolita, en el sentido de que el cosmopolitismo es lo único que permite a la gente salir de su tribu. Creía en una organización del Estado federalista, amaba a España y a Cataluña pero estaba alejada de los discursos nacionalistas. Por otro lado, también fue una feminista avanzada cuando todavía el feminismo no había ganado la batalla de la opinión pública. Pienso que la condición de mujer le pesó a la hora de llegar a dirigir el PSOE, pese a tener a su favor a la militancia, por ejemplo.
–¿Por qué dejó la política?
–Aunque fuera un animal político, creo que sintió que había en la política demasiada impostura, que se exigía continuamente una ambivalencia de discursos: el público y el privado. Además Rubalcaba, cuando ganó, la aisló a ella y todo su equipo, cosa que no hizo Zapatero cuando le ganó en el congreso a [José] Bono, a quien puso como ministro de Defensa y cuyo equipo fue reintegrado. También vivió con amargura el inicio del 'procés' y el hecho de encontrarse con 'fuego amigo' en el propio PSC. La política le ahuecó el corazón.
–¿En qué acertó?
–Si no hubiera sido una mujer intrépida no habría vivido con la intensidad que lo hizo. Pero Carme era muy bondadosa, y esa bondad en alguna ocasión se le volvió en contra. La bondad en política es un defecto.
–¿Qué curiosidad le contaron de ella y le hizo gracia?
–¡Tantas! Su hermana decía que se le ponían 'ojos de beso' cuando se enamoraba. Carme tenía que vivir siempre enamorada. Tenía una idea romántica del amor; su gran amor fue Miguel Barroso [padre de su hijo], pero tuvo otras relaciones intensas y maravillosas.
–Se nota que usted la sigue echando mucho de menos...
–Muchísimo, porque ha sido la amiga más valiente que he tenido. Y te hacía sentir como en casa cuando estabas con ella. A su lado te sentías cuidada. Era muy disfrutona y a la vez tenía, como comentábamos, ese mundo interior rico, complejo, a veces con grises. No le faltaron golpes en la vida...; también tuvo que enfrentarse con un intento de abuso sexual por parte de un familiar, y eso le impactó enormemente. Para ella la familia era quizá el principal valor. Otro era el conocimiento, el aprendizaje continuo. Era una gran persona, esa es la verdad. Tras ser ministra de Defensa, por ejemplo, siguió siendo la mujer que no dejó ya de interesarse durante el resto de su vida por cómo estaban las familias de los militares muertos en acto de servicio.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.