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Es un buen momento para Katarzyna Rogowicz, la artista que presenta estos días 'Amor' en el Centro de Cultura Contemporánea Cárcel Vieja de Murcia, una ... exposición que arranca con dos boyas escupidas por el mar durante la pandemia, que guardó esperando el momento de utilizarlas. Cuatro años dando vueltas, y, por fin, son las dos primeras obras que reciben a los espectadores de esta propuesta artística comisariada por el historiador del arte Juan García Sandoval y el arquitecto Ramón Garrigues. Dos artefactos que hablan de la maternidad, según Katarzyna, y que, de hecho, están intervenidas por ella y por su hija Alicia. En realidad, 'Amor' sumerge a los espectadores en los vericuetos del concepto de amor materno-filial, a lo largo de cuatro espacios diseñados en los que se muestran más de un centenar de obras, tanto de su colección como de colecciones privadas que no pudo exponer en su momento.
'Amor' es un recorrido por estos últimos 25 años dedicados a la creación, en los que ha abordado aspectos esenciales de la mujer y los cambios de identidad. Su nacimiento en Polonia hoy puede parecer anecdótico, pues Katarzyna Rogowicz ha hecho su carrera artística en Murcia y es considerada una de las creadoras más singulares de la Región, con un universo poblado de personajes que caminan entre la realidad y la ficción. Katarzyna sorprende en la planta baja con una instalación de cañas de acequias de La Alberca de las que cuelgan obras de un viaje imaginario a África y donde se combina lo cotidiano con lo artístico; en algunas escenas, Alicia sirve de modelo. Son escenas cinematográficas, con influencia del cine polaco y personajes que parecen marionetas.
En esta primera parte hay un homenaje a Miczysław Okrajek (Mietek), «mi gran maestro, que depositó en mí un gran legado artístico y humano. Mi abuelo, excelente retratista, nunca dio el salto a la profesionalidad, y supo despertar en mí, con apenas seis años, un profundo amor por el arte en mayúsculas». En esta sección encontramos el retrato que le hace Mietek a Katarzyna cuando ésta tenía 5 años [ya se le ve cara de mayor, «me trataba como a una adulta»], y la primera acuarela que pintó Katarzyna, donde vemos las primeras flores que salen de la nieve en Polonia. «Yo con él iba a la naturaleza a pintar y a observar, él me enseñó a mirar las cosas, y yo creo que es ahí donde empieza mi fascinación por la naturaleza, que la sigo teniendo».
Ese imaginario de Katarzyna Rogowicz no deja de ser «un mundo donde yo estoy a gusto, un escondite frente a la realidad, y la vida». Piezas que abarcan la ilustración editorial, en la que se inició, el dibujo –uno de sus fuertes–, la instalación, la escultura y el arte textil. «¿Por qué no se debe pintar sobre cera con agua? ¿Por qué no? Se genera un tipo de manchas muy interesante», cree. Lo mismo piensa del uso de la sal. «Sé que se caerá, pero no pasa nada. Me importan las texturas que crean». En una de las obras se apropia del cuento de Caperucita Roja, dentro de la serie 'Raíces. La dulce sensación de estar en el cuento', donde la madre es la loba que muestra el camino a su hija, y en esas aparece, cómo no, «una caca muy larga que llamó la atención de mi hija». Aquí la retrata con bigote de leche, «algo que es gracioso».
Siempre se ha visto la artista «como muy seria», pero lo cierto es que Katarzyna destila un sentido del humor 'sui generis'. Hay muchas Katarzynas en 'Amor'. Siempre ha estado atraída por el dibujo infantil, y en algunas obras introduce términos polacos solo «por diversión», mezclados con figuritas que hizo Alicia con solo 3 años.
Esta muestra es su vuelta a la esfera pública tras una depresión. «Hoy lo veo todo de otra manera, y quiero mostrarlo», comparte con LA VERDAD en un recorrido por las dos plantas de la Cárcel Vieja. «Yo misma estoy sorprendida del resultado, de tantos años de trabajo. Alicia ha estado siempre a mi lado, directamente e indirectamente ha participado de mi obra». Sus personajes patilargos, que pueden parecer zancudos de fiestas populares o del circo, tiene una explicación: «Yo siempre he sido la más alta de todos los sitios. Conozco a pocas personas a las que pueda mirar directamente a los ojos». Su padre fue entrenador del Voley Murcia, y ella también jugó muchos años al voleibol. Hoy la pintura es para ella una forma de crear, y también de jugar. Con los colores, con los cuerpos, con la extrañeza de la propia naturaleza. Hay alusiones a la vida cotidiana, como la peculiar 'Mesa abatida', bajo las escaleras. Sus personajes inocentes parecen vivir una ilusión, e ilusionan a nuevos públicos, como los alumnos de Assido que han trabajado su universo de sueños.
«Por fin me ha quitado la culpa», confiesa Katarzyna, que se permite trabajar todo tipo de materiales y gestos. Escenas superpuestas que forman escenas admirables. En una de ellas nos sumergimos en el interior del estómago de una ballena. Su mente funciona como un collage. «Cuando vivía en Polonia, todo era gris, pero pensaba en color. Me vine a vivir a España, y, es curioso, vivo ese color. Es sorprendente», celebra aún. Su atracción por los retratos. Su interés por el volumen y las sombras. Todo eso está en 'Amor.'
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