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Se le nota fatigado al otro lado del teléfono a Juan Manuel de Prada (Baracaldo, Vizcaya, 1970), y no por haber dado ya la ... vuelta al jamón y estar viviendo la segunda mitad de un siglo de vida. Es que el escritor y articulista de Vocento viene de despacharse «una de las obras más relevantes de la literatura española desde comienzos de siglo», en palabras de Pedro García Cuartango. «Una catedral del lenguaje» –según Luis Alberto de Cuenca– que «se estudiará en las facultades como el mejor ejemplo de una tradición literaria que ha tenido en Quevedo o en Valle-Inclán modelos magistrales, pero que en Prada encuentra una superación», según Anna Caballé. El último libro de Juan Manuel de Prada le ha dejado completamente «exhausto» porque se ha dejado en él «la vida», según deja claro el autor de 'Mil ojos esconde la noche. Cárcel de tinieblas' (Espasa), la segunda entrega de un descomunal proyecto literario de 1.600 páginas. Todas ellas escritas a mano. Con papel y bolígrafo. «Me ha salido un callo en el dedo de un tamaño de un garbanzo». Podría ser peor tras una etapa en la que «la tinta de los bolígrafos reventados manchaba mis manos, navegaba mis venas (por eso desde entonces tengo la sangre azul), invadía mis vísceras más íntimas; y así la escritura se me volvía corazón en vilo, hígado intrépido, pulmón bronquítico de belleza, polla que meaba las farolas apagadas de aquel París leproso, fecundándolo de exabruptos y metáforas», según su inconfundible prosa. Juan Manuel de Prada, una de las mentes más brillantes de nuestra época, presenta esta joya literaria el próximo lunes, 7 de abril, en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, en Cartagena, a partir de las 20 horas.
–¿Cómo se le ocurre escribir 1.600 páginas a mano?
–Bueno, siempre lo he hecho. En su día no me cambié a la máquina de escribir. Luego tampoco al ordenador, y he seguido escribiendo a mano. Me he convertido ya en una especie de dinosaurio de la literatura, un dinosaurio bondadoso de la literatura. Escribo a mano mis novelas y en el ordenador mis artículos. El modo en que uno escribe marca su escritura. En mi caso, la escritura a mano es más libre, más literaria, una escritura más rica. Es más lenta, y por lo tanto uno tiene más tiempo para pensar lo que se quiere decir. Y lo que se quiere decir se puede plasmar con mayor pensamiento, con mayor belleza, con mayores matices. En el ordenador puedes escribir de mil maneras. Tumbado en la cama, con el ordenador en las rodillas, cómodamente en el sofá... En cambio, para escribir a mano solo se puede escribir de una manera: en el escritorio y volcado hacia delante. Por tanto es una escritura más concentrada, ¿no? No se interpone nada entre el papel y tú. Y por lo tanto creo que es más rica. Escribir a mano tiene esta ventaja sobre la máquina. Es mi modesta opinión, pero fundamentada en la práctica y en el hecho de haber cultivado las dos maneras de escribir.
–Y, aun así, escribir a mano es casi una rareza hoy en día.
–Sí, yo creo que esto es un error. Yo no conozco a ningún escritor, o narrador más joven que yo que escriba a mano. No sé si lo habrá. Algún poeta sí... Pero es un error. Bueno, de hecho ya hay nuevas tendencias educativas que vuelven a la caligrafía, a las pruebas de escritura a mano. Creo que es una cuestión de tiempo. Ahora, ¿los escritores volverán a escribir a mano? No lo sé. Tengo mis dudas. Yo sospecho que me moriré haciéndolo así, aunque tampoco lo tengo seguro, claro. Yo ahora tengo a mi padre que me transcribe todo lo que escribo. Pero bueno, en el futuro puedo no tener a nadie, ¿no? Dios no lo quiera. Entonces no sé cómo lo haré.
–Entre las cosas que le aporta también la escritura a mano, en este caso, ha sido un callo en el dedo «del tamaño de un garbanzo», ha dicho.
–Sí, cuando escribo una novela como esta, imagínese. Se me quedan los dedos hechos un despojo.
–Aunque utiliza papel reciclado también habrá gastado mucha tinta de bolígrafo, claro. ¿En qué se gasta mucha tinta ahora mismo y no es necesario?
–[Risa] Pues hombre, yo creo que se gasta mucha tinta en reproducir todas las mamarrachadas de nuestros políticos. Aunque ya se gasta cada vez menos tinta. Ahora son datos, o megas, o lo que sea. Yo, por lo menos, he gastado muchos bolígrafos escribiendo la novela. Muchos. Decenas. Tal vez cientos. Hay mucho trabajo.
–El protagonista de su libro, Fernando Navales, es un falangista resentido en el París ocupado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué tiene Navales de Juan Manuel de Prada, y viceversa?
–Prácticamente nada. La escritura, que se la he dado yo. Pero es un personaje que no tiene demasiadas similitudes conmigo. Uno puede ser mejor o peor, pero el resentimiento no es un sentimiento predominante en mi espíritu, a diferencia de Navales. Fernando Navales es un hijo de su tiempo con las ideas propias de una época, en su caso ideas extremas pero ideas circulantes en una época que no es comparable a la nuestra. Pocas similitudes. Puede tener mío algún rasgo de carácter, alguna debilidad por algún personaje de la novela, por alguna de las mujeres que aparecen, por las que muestra piedad o debilidad. Por personajes que a mí me resultan cautivadores. Ahí puede haber algo de mí en Navales. Pero, en líneas generales, somos muy distintos. Todo escritor, en contra de lo que la gente se piensa, no construyen personajes que sean como ellos. Siempre tienen algo del escritor, desde luego, pero normalmente son personajes muy independientes. Esto de que los escritores se proyectan en sus personajes no es cierto. Los personajes se construyen con algo de uno mismo pero con otras muchas cosas de personas a las que ha conocido y también, por supuesto, con su imaginación.
Qué Juan Manuel de Prada presenta 'Mil ojos esconde la noche. Cárcel de tinieblas'.
Dónde Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy (Cartagena).
Cuándo Lunes, 7 de abril. 20.00 horas.
–¿Se ha llevado usted algún 'picotazo', según sus propias palabras, al sumergirse con Navales en ese París sangriento del último tramo de la ocupación nazi?
–Bueno, con lo del 'picotazo' me refería más bien a si el libro lo hubiera escrito en el contexto de la Guerra Civil. A algunos no les ha gustado esta novela, pero mayoritariamente creo que es una novela que está gustando bastante a los lectores. En fin, esta novela me ha dado muchas satisfacciones, tengo que decirlo.
–¿Se plantea escribir esa novela sobre la Guerra Civil?
–Bueno, tendrían que cambiar un poco las circunstancias, ¿no? Ahora mismo sería una novela muy problemática. La Guerra Civil contada por un falangista acérrimo como Navales... La visión que daría provocaría bastante reacción. Pero sí es una novela que me gustaría escribir. Quiero escribir algunas novelas más sobre Navales. Durante la guerra, otra a partir de 1944... Y espero escribirlas algún día. Pero esta novela me ha dejado exhausto y a Navales lo voy a dejar aparcado durante un tiempo.
–En un momento como este, en el que parece que se impone un discurso único y lo que se salga de esa línea es vilipendiado, ¿no son más convenientes que nunca los libros de otra 'pasta', como el de Navales en la Guerra Civil?
—Sí, lo que pasa es que el vilipendiado no sería Navales, sería yo. Luego el que se lleva los palos soy yo. Cada cosa a su tiempo. Lo haré en su momento, por supuesto, Pero ahora me estoy reponiendo. Esta ha sido una novela muy importante en mi vida, que me ha llevado muchísimo trabajo. Es difícil decir el tiempo que me ha llevado porque mucha de la documentación la hice para un libro anterior ['El derecho a soñar. Vida y obra de Ana María Martínez Sagi'], que es cuando sucedió la idea de escribir esta novela, Pero yo diría que aproximadamente cinco años. Pero ya no son los años, sino la intensidad del trabajo, ¿no? Los libros, todas las crónicas que he leído de todos los corresponsales españoles en París durante esos años... La novela tiene mucho trabajo detrás, Y luego la escritura tiene una escritura muy intensa. Y esto, evidentemente, pues lleva su tiempo.
–Dice usted que se puede ser de izquierdas y antiabortista, así como de derechas y condenar el genocidio de Israel. Pero algunos pueden tildar esto de 'equidistancia'. ¿Por qué?
–Uy, no lo sé. Yo soy la persona menos equidistante que hay. No sé a qué llamarán equidistancia algunos. Yo a esto le llamo tener un pensamiento bien vertebrado y consecuente con unos principios firmes que te llevan a un discernimiento moral que se plasma en las distintas realidades a las que uno se enfrenta. Estar en contra del aborto y de que maten salvajemente a los palestinos creo que es la misma opción moral. A quienes les parece una cosa bien y otra mal creo que tienen un grave problema de incongruencia, en mi modesta opinión.
–Por ese pensamiento «bien vertebrado y consecuente» le han acusado en los últimos años de misógino a prorruso pasando por una amplia gama de adjetivos calificativos despectivos que daría para llenar varias páginas. Usted, ¿de qué acusa a esta sociedad?
–Bueno, acuso (piadosamente) de que nunca en la vida la gente ha estado más engañada, más manipulada. Más obscenamente tratada como un rebaño, ¿no? Se han creado unas sociedades completamente inermes, incapacitadas para la reacción y siendo pastoreadas hasta el abismo. Veo unas masas totalmente manipulables.
–¿Qué le parece muy urgente?
–Las cosas necesarias suelen ser las más urgentes. Tiene que haber un cambio de mentalidad. Nos estamos aferrando a un cadáver. Es una situación que ya no existe. En lo político, en lo social, en lo cultural... Tiene que haber una especie de renacimiento, o de reacción, como queramos llamarlo. Tiene que haber grandes cambios. No sé si esos cambios serán convulsos o pacíficos, si será un proceso muy largo o no. Pero estamos asistiendo a un fin de época.
–Las editoriales dicen que se lee más, aunque parece que cada vez se lee menos, por lo general. Si tuviera que recomendar un solo libro para leer a alguien que nunca ha leído nada, también para provocar esa reacción de la que habla, ¿cuál sería?
–Sin duda, 'El Quijote'. Pero bueno, ya hay varias generaciones de españoles que no han leído 'El Quijote' y que, probablemente, ya no puedan leerlo porque no han recibido en la escuela una formación que les permita hacerlo. Los libros que se leen ahora son cada vez más penosos desde el punto de vista intelectual. Aquello que dijo Plinio de que 'no hay libro malo que no tenga algo bueno' es una de las cosas que más daño le ha hecho a la historia de la humanidad.
–Lo mejor de su libro, ¿qué es?
–Es una obra de gran ambición. Un intento de recuperar la tradición española barroca y esperpéntica. Una novela a contracorriente, en todos los aspectos. Por su extensión, por su ambición, por la tradición que reivindica. Es una obra en la que me he dejado la vida y en la que he puesto lo mejor de mí durante muchos años.
–Y después de este libro, ¿qué?
–Después de la promoción descansaré un poquito. Y luego me pondré a escribir otra novela. Distinta, evidentemente, procurando tocar otra tecla, por así decirlo.
—¿Descansar escribiendo?
–No, no. La escritura no es un descanso. La escritura es una condena que uno asume, porque es su vocación, y la asume gustosamente con un poco de masoquismo incluso. Escribir no es un descanso, en absoluto.
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