'Venta de novillos' [que sale hoy a subasta en Subastas Segre en Madrid], para los murcianos, no es un cuadro más. Depositó en este ... y en otros pintados en Algezares tal cariño, cuido y frenesí Eduardo Rosales que fue como si dejara en ellos pedazos de su propia alma de artista, mucho más allá de pintoresquismos que a la vista podían seducir. Y sacó en ellos fulcro y esencias de un vivir huertano auténtico y sin trampa: con su lenguaje único de charla y chalaneo de compraventa en un mercado popular. Con razón enfatizó Ramón Gaya con este cuadro de Rosales el suyo de 'Homenaje a Murcia'. Porque en él se quiebra toda fantasmagoría delicuescente y se pone el alma de una ciudad, de un pueblo, en pálpito de verdad y de vida.
Y se erige entonces como un cántico de salutación y de amor, de verdadero ofertorio sentimental, a la Murcia que lo acogió más enfermo que nunca, en los dos últimos años de su vida, no como a un extraño más que pisa y pasa y se va para siempre, sino como alguien que queda aposentado entre nosotros. Porque no se había dejado nada para sí y todo lo entregaba con cordiales estremecimientos a la tierra nueva, cambiando sus pesadumbres y perturbaciones existenciales en una ilusionante y sedativa pequeña segunda Patria.
En esta Pintura única todo Rosales quedó como embriagado de esencias: atuendos, actitudes, naturalidad de las transacciones; y la vida que pasa por aquí y se queda sin pretensión de hechuras de gabinete, sin formulismos de mandanga estatuaria sino realizado con la verdad del aire libre, sin complicadas simbologías al mostrar un retazo de vida huertana, una faceta del sencillo y sano esfuerzo de seguir los trabajos y los días... Y todo ello saturado de esas cualidades de gracia y elegancia que elevan lo rudo a un noble nivel de distinción, dando a la pincelada, jugosa y suelta, entonaciones de modernidad absoluta. Solidez y energía y, a un tiempo mismo, dulce claridad cromática y esa luz que le daban los cielos quietos y calientes de Murcia.
Si este cuadro se perdiera para nuestra tierra –como ya se «perdió» el otro, el 'Naranjero de Algezares'– nuestras esencias mejores y hasta nuestra identidad regional también se diluirían para siempre. Este cuadro no «representa» a Murcia. Es Murcia. Su historia, sus desvelos, sus afanes agrícolas, sus huertanos de silencio y de sentencia y sus huertanas de rostro salzillesco que reasumen por contraste una vida de obcecación y de lucha.
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