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No se ha estrenado aún en cines la nueva película de Juan Albarracín, algo que sucederá el próximo 16 de mayo. Pero 'El instinto', la ... historia de un arquitecto con agorafobia, ya ha cosechado una buena pila de premios. Los aplausos y los reconocimientos no han cesado en estos meses en los que Albarracín (Lorca, 1999) solo anhelaba que su trabajo se pudiera ver en la gran pantalla. «Al final llegarán unas 40 copias a las salas de toda España», dice con orgullo. Aunque pocas de esas cintas serán en celuloide, que está muy caro. Ahora se descargan las copias de la red, en formato digital. «Y por 'WeTransfer'». Los tiempos modernos. Quizá se esté perdiendo algo de romanticismo, pero el séptimo arte no deja de ganar talento murciano, ahora con la irrupción de este joven director lorquino afincado en Madrid que, subraya, tiene vida más allá del cine. Sonrisa permanente y feliz de que –por ahora– el trabajo no le quite tiempo con su familia y sus amigos, para hacer deporte y escuchar Carolina Durante, por ejemplo. «Me gusta salir y pasármelo bien». Pues como tiene que ser.
–Juan Albarracín, ¿quién es?
–Un lorquino que quiere hacer películas [risas]. Es verdad. Soy una persona de veintipico años que está intentando encontrar quién es en este mundo adulto y extraño de 2025. Y eso tiene que compaginarlo con una industria difícil, y que tiene que encontrar el sitio al que pertenece en ella. Alguien que no quiere perder de vista que la vida más allá de las películas, también.
–Joven director lorquino afincado en Madrid ya suena a título de película.
–Sí, un poco de película de Paco Martínez Soria [risas].
–Una persona que nunca ha ido al cine a ver una película. ¿Con cuál debería estrenarse?
–Joder, qué difícil. Pues... Yo creo que una divertida. Yo le recomendaría una de Spielberg. Eso seguro. Hay muchas candidatas. 'E.T.' podía ser una de ellas. O alguna de las modernas. 'Tiburón', también.
–Pase doble. ¿Por qué ir al cine si en mi casa puedo descargarme la película que me dé la gana?
–Bueno, por la misma razón por la que a la persona que le gusta el fútbol prefiere ir al estadio, en vez de verlo solo en su casa. Porque la experiencia colectiva al final es impagable. A todos nos gusta disfrutar de un espectáculo en compañía, porque al final la emoción se contagia.
–Pero, ¿no se impone cada vez más el individualismo en la experiencia cultural, gracias también a las nuevas tecnologías?
–Uf, esta pregunta es muy complicada también. El individualismo no afecta tanto a la manera de consumir el cine, sino a las historias. El individualismo está cambiando la manera en la que percibimos nuestras relaciones sociales, la forma en la que vemos la vida a nivel personal. Pero creo que en ningún momento hemos dejado de prescindir de experiencias colectivas. Salimos a tomar una cerveza y nos gusta ver ambiente en la calle. Si vamos a un concierto nos gusta que haya gente acompañándonos. No creo que a nadie le apetezca ir a ver un partido de fútbol, por ejemplo, y estar solo. Hablo mucho de fútbol porque creo que en España conecta con mucha gente. Por eso creo que son las preferencias respecto al consumo del ocio las que han cambiado. Y ahí creo que las plataformas audiovisuales ayudan a que no desaparezca el hábito de ver cine, que no caiga aún más en popularidad en un momento en el que ver cine ya no está tan arriba en el escalón. Pero claro, eso tiene un efecto directo con la exhibición en sala porque hay gente que se conforma con verlo en el salón de su casa. Yo creo que, ahora mismo, sin las plataformas, la producción cinematográfica en España y en el resto del mundo es inconcebible si se quiere levantar un presupuesto de industria que no se apoye completamente en instituciones y en subvenciones. El individualismo está afectando mucho más al tipo de historias que se están contando, a la experiencia del consumidor. Pero no creo que esto sea una cosa para siempre.
–Pero incluso las plataformas audiovisuales estrenan sus películas en salas de cine.
–Sí, claro. Incluso en festivales de cine, y esto es muy criticado por algunos en el sector. Yo creo que los cines han tenido un bajón de popularidad, está claro. Pero a la gente le sigue gustando ir al cine. El tema es que hay que intentar volver a despertar el interés de la gente por ir al cine. Esto no es de ahora, y hay que ver cómo va evolucionando.
–Hay más oferta que nunca.
–El ser humano es completamente insaciable cuando se trata de consumir historias, consumir ficción. No tiene límite. Antes del cine solo había teatro y literatura. Aparece el cine y se dispara la industria. Luego la televisión, después las redes sociales... Los memes y estas cosas no dejan de ser una manera de consumir ficción. A mí lo que más preocupa de todo esto es la rapidez. Porque, como somos insaciables, va a llegar un punto en el que no sé cómo nos vamos a sentir saciados. Una cosa es saciarse y otra cosa es explotar por todo lo que has consumido. A veces me siento saturado. A lo mejor hay que recordarle a la gente el placer de ir al cine a ver una peli de tres horas. Eso hace 'Dune'. Y eso pasó en los 60 con 'Ben-Hur'. Al final es una reacción lógica. Y la gente va a ver 'Dune' al cine, y le flipa ver 'Dune' en el cine. Antes, ir al cine era como ir a misa. Yo no soy creyente. Pero estamos en un mundo en el que la espiritualidad también está en un momento muy crítico. Incluso la gente que sigue yendo todas las semanas al cine sigue siendo una cosa muy espiritual para ellos. Y ya tampoco lo hacen. Creo que va todo relacionado.
–Del cine actual, ¿qué cambiaría?
–¡Uf! Sí que hay una cosa que cambiaría porque creo que no está teniendo resultado. O al menos lo reenfocaría. Y es la dependencia que tienen las grandes producciones del algoritmo. La gente detecta el algoritmo y se aburre, y se siente rebaño y no le gusta. 'House of Cards' se hizo a través de un algoritmo y funcionó muy bien, por ejemplo, y 'Breaking Bad' no y también funcionó muy bien. Se está demostrando que viciar mucho el algoritmo está destrozando la ficción, y a Netflix le ha hecho polvo, y por eso ha perdido mucha popularidad. Usarlo de forma más inteligente, o de una manera más abierta. En el circuito más nacional me parece importante no perder de vista nunca que el cine es algo que debe transformar al espectador, que debe entretenerle y que debe hacer que disfrute. Con todas las condiciones de intimismo, de reflexión y de discurso. El otro día fui a ver 'Tardes de soledad', de Albert Serra, que ganó la Concha de Oro, un documental taurino de dos horas y media, y yo como espectador sentí que me había entretenido y que nunca me había dejado de lado como público. Yo creo que eso a veces se olvida.
–Y de la sociedad, ¿qué le gustaría que cambiara?
–¡Uy, madre mía! Creo que todos podríamos ser un poquito más solidarios en nuestro día a día, en nuestras relaciones sociales. Podríamos aprender a cuidarnos mejor los unos de los otros. Creo que esto es algo que perdemos de vista. Esto es muy difícil y hay que intentarlo hacer con la mayor humildad del mundo. Pero creo que solo tenemos como destellos de solidaridad, y el resto del tiempo nos encerramos en este ritmo de vida que llevamos. Si fuésemos un poco más solidarios, estaríamos todos un poco mejor, yo creo.
–¿Cómo se enamoró de su profesión? ¿Hubo una revelación?
–Mi interés por el cine creció a la par que mi interés por la ficción. Empecé a publicar muy pronto. Con 15 años autopubliqué mi primera novela ['Siete trompetas'], un 'thriller' de aventuras sobre el fin del mundo.
–Perdone, 15 años ha dicho.
–Sí... Era una novela para empezar a leer. De hecho, la pusieron en muchos institutos de Murcia como lectura obligatoria, y yo fui allí a dar charlas con ellos. Después publiqué la segunda con 16 y la tercera con 18.
–¿Y el cine?
–Me acuerdo cuando vi 'Whiplash', que tendría yo también 14 o 15 años. Y fue una peli que me rompió todos los esquemas. Me acuerdo que la vi pirata [risas],
–No se lo diremos a nadie.
–Era una película de cine independiente americano que no había llegado aún a España. Se hizo 'mainstream' pero su recorrido en España en ese momento no fue gran cosa. Busqué al director [Damien Chazelle] y vi que el cabrón tenía 28 años, y que había rodado con 26. Y pensé: 'si este tío ha hecho esto con 26 años, y alguna vez yo he tenido la idea de dedicarme al cine, ya lo puedo dar por perdido'. A los dos años estrenó 'La la land', que fue la siguiente que sacó el mismo director. Y fue esa película la que hizo que yo me quisiera dedicar a esto. Aunque fue más el director que la propia película. Una persona muy joven, con mucha personalidad en sus películas. Para mí es un genio, uno de los mayores genios que hay ahora mismo en el cine actual. Por supuesto, también estuvieron Tarantino, Spielberg, Nolan, Scorsese... 'Pulp Fiction' fue una peli que me obsesionó muchísimo, y 'Reservoir dogs'. Y luego también en España Alberto Rodríguez, Rodrigo Sorogoyen...
–Parafraseando al gran Antonio Arco: ¿en qué película le gustaría habitar?
–¡Madre mía! Pues mire, hay algo en 'Little Miss Sunshine' que me encanta. Hay algo que... es muy bello. Es todo. Y en 'La la land' también me gustaría habitar.
–El instinto.
–El instinto es una forma de enfrentarse al miedo. Y es un poco de lo que va la película, y es un poco lo que nos pasa hoy en día. Que hay mucho miedo por muchas cosas, y eso está provocando tantísimos problemas de ansiedad y estrés. Y creo que la película plantea esa pregunta: ¿si actuamos por instinto, podemos vencer el miedo? Y los problemas que eso puede conllevar y los daños colaterales que puede acarrear.
–El elenco de actores de la película es un lujo. Y, además, el lujo murciano de Eva Llorach.
–Eva fue de las últimas actrices que entró en la película. Y lo hizo por pura generosidad con el proyecto, por ser un proyecto murciano y por ser yo un director joven. Y cerró un trío de actores que para nosotros es maravilloso y súper contundente.
–Pandilla murciana en Madrid.
–¡Sí! La verdad es que somos muchísimos. Y vas a rodar por ahí y dicen: 'coño, otro murciano' [risas]. El otro día, por ejemplo, fue el cumpleaños de Juan Carlos Ballesteros [jefe de Producción de 'El instinto'] y nos juntamos unos cuantos...
–¿A qué actor o actriz le gustaría dirigir en un futuro?
–Hombre, yo tengo la aspiración de trabajar con Javier Bardem.
–Ahí coincide con su colega John McTiernan, que me dijo lo mismo hace menos de un mes.
–Ah, ¿sí? Es que Bardem es una máquina. Hay muchos en España. Me encanta Luis Tosar, también. Y a nivel internacional también. Los cuatro que han anunciado para hacer el 'biopic' de los Beatles, por ejemplo. Hay una cantera maravillosa. Pero, si me tengo que quedar con uno, que sea Bardem.
–Un sueño.
–Todos los directores aspiramos a hacer algo que tenga un alcance global. Una película, una historia, que la gente vea en todo el mundo. Trabajar con la industria americana, con la industria francesa...
–¿Ganar un Goya, un Oscar?
–Sería una maravilla, nadie lo va a rechazar, aunque hay quien lo ha rechazado. Pero son cosas colaterales. Si apuntas hacia el sitio al que debes apuntar, como creador, como director y como generador de historias, esas cosas terminan llegando de alguna manera. O a lo mejor no llegan porque no tenían que llegar. Yo lo que quiero es seguir contando historias, trabajar con gente brillante que, por supuesto, sabe mucho más que yo, y que de alguna manera va a hacer que siga disfrutando de esto y que lo que yo haga sea cada vez mejor. Al final, como le decía, se trata de que las historias transformen, que entretengan, que se queden en la memoria de la gente, que creo que es lo más difícil de conseguir. Generar una huella en el imaginario colectivo. Ese sí que es mi verdadero sueño.
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