
Irene Ortiz Bernad: «El suelo es un elemento tan esencial para la vida como el aire y el agua»
Conversaciones de primavera ·
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«Visibilizar a la mujer en la ciencia es primordial»Irene Ortiz Bernad (Murcia, 1972) hacía castillos de arena, como todos los niños, en las playas de la Región, pero ella debía ver en el ... proceso la materia prima con que moldear sus sueños. De hecho, reconoce que disfrutó desde niña la Química y la Geología. Tanto que se decantó por empezar Ciencias Químicas en la UMU, hizo dos años y «me di cuenta de que lo que me gustaba era la Geología».
Preparó las maletas y se trasladó a Granada, en cuya universidad (UGR) echó raíces profundas: «Es un sitio estupendo para hacer esa licenciatura, ahora grado». Y tan maravillosa le pareció la UGR y la ciudad de la Alhambra que allí sigue, vive con su familia, ejerce la docencia en el departamento de Edafología y Química Agrícola e investiga. Y, ahora, además de estar pendiente de los valiosos suelos que nos alimentan, acaba de tocar el cielo estrenando cargo –fue nombrada en febrero–, el de presidenta de la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo (SECS) con el que, paradójicamente, rompe un techo de cristal al ser la primera mujer al frente de la institución de referencia en el estudio de suelos en España, fundada en 1947 y con más de 600 miembros.
–¿Qué ha supuesto para usted?
–Lo primero, es un honor ser la primera presidenta de esta sociedad científica con casi 80 años, y sí, ya era hora. Es una gran responsabilidad que afronto con mucha ilusión y también con la experiencia en gestión que me da haber estado 8 años en la Secretaría de la SECS y 6 años más como vicepresidenta. O sea que tengo experiencia, tengo ganas y, por supuesto, también cuento con la ayuda de una magnífica junta directiva y de mis compañeros.
Ahora, mi propósito es seguir trabajando desde la SECS en difundir la importancia del suelo, promover su estudio, su conocimiento, su conservación y su protección. Y también ayudar a los edafólogos más jóvenes.
–Hasta ahora, ¿se ha topado con muchos techos de cristal?
–Afortunadamente, yo no me he encontrado con trabas para acceder a puestos de responsabilidad por ser mujer. Creo que he tenido igualdad de oportunidades que mis compañeros en el mundo académico. Pero para que ocurra esto es vital la conciliación y el reparto equitativo de tareas en casa y con la familia. Porque para progresar profesionalmente se necesita tiempo y dedicación. En el mundo académico, lo he visto en mi generación y en generaciones siguientes, los hombres están a la par en las tareas. Pero es cierto que la mujer sigue estando desfavorecida en esos puestos de mayor responsabilidad porque tiene que dedicar su tiempo a otras tareas.
–Un estudio reveló que, a los 7 u 8 años, la niñas se descartan para la ciencia. ¿Cómo promovería vocaciones científicas entre ellas?
–Sí, desde la Facultad de Ciencias de la UGR hace mucho que se apuesta por difundir ciencias entre las niñas. Es esencial que tengan acceso al conocimiento científico desde pequeñas; dejar atrás esos mensajes estereotipados que asocian las profesiones científicas a los hombres. Y es fundamental hacer visibles las figuras de las científicas que a lo largo de la historia han trabajado y conseguido enormes logros, muchas veces aún desconocidos. Visibilizar a la mujer en la ciencia es primordial.
¿Qué hace en su tiempo libre? Me gusta mucho el cine, leer, viajar y, últimamente, valoro mucho pasar tiempo de calidad con mis hijos y con mis padres, que los tengo a 300 km.
Una canción que le alegre la vida. Me pone las pilas siempre 'Girls Just Wanna Have Fun', de Cindy Lauper. Y otra que es parte de mi vida y me encanta: 'Perfect', de Fairground Attraction.
¿Qué consejo daría? Sigue así. Me lo dio un profesor.
Un lema de vida. Trata a la gente igual de bien que te gustaría que te trataran. Me gusta tratar bien a la gente porque pienso que es lo que debo hacer.
Un sitio para tomar una cerveza. En Granada, La Tana. Y, en Murcia, la plaza de las Flores, me gusta el follón que hay.
Un lugar de importancia geológica favorito. Me gusta mucho el Pirineo, al que me une, además, un nexo familiar porque mi abuelo era de allí.
¿Qué echa de menos de Murcia? La familia, por supuesto, que no la puedo ver tanto como me gustaría. Mis amigas y amigos murcianos. Y mi perra, que está con los tíos.
–¿Cómo lo haría?
–Es importante que en los libros de texto de todas las asignaturas se visibilice a la mujer en todos los aspectos profesionales, pero más aún en ciencia y tecnología. Por eso es tan importante el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia –11 de febrero–, que trata de mostrar a las niñas todo lo que han hecho las mujeres en ciencia.
–¿Qué sueña conseguir?
–Sueño con que la ciencia del suelo, la Edafología, sea una disciplina científica tan conocida como otras ciencias básicas como la Geología, la Química o la Biología; con que la sociedad conozca realmente la importancia del recurso suelo y lo vital que es conservarlo para el desarrollo de la vida en nuestro planeta; y con que los conocimientos sobre el suelo sean una asignatura obligatoria en los planes de estudio de todos los niveles, sobre todo preuniversitarios. Porque, como profesora de Edafología, me doy cuenta de que no saben nada de los suelos y es que no los han visto en los colegios.
–¿Un suelo favorito?
–A mí me gustan mucho los suelos rojos mediterráneos; serían luvisoles o alfisoles. Son rojos porque tienen mucha concentración de hierro férrico, oxidado, y, en nuestras latitudes, son muy antiguos y han tardado muchos, muchos cientos de miles de años en formarse.
Aplicarse en sus estudios desde siempre tuvo pronto su recompensa en forma de becas de colaboración para las investigaciones del departamento del que hoy es profesora titular. «Y fui concatenando becas y contratos», que compaginó con la tesina y la tesis doctoral, que precisamente dedicó «a los suelos rojos y su génesis, y cómo habían ido cambiando las condiciones climáticas en el último millón de años».
Este trabajo de investigación mereció el Premio Extraordinario de Doctorado en Ciencias Geológicas por la UGR y, tras estancias en las universidades de Gante (Bélgica) y Berkeley y Massachusetts (EE UU), fue investigadora Ramón y Cajal en la Universidad de Alcalá y profesora titular. Pero quiso volver sobre sus pasos y regresó a la UGR.
–¿Qué logro suyo destacaría?
–La primera experiencia 'in situ' exitosa de biorrecuperación de ambientes contaminados con uranio y vanadio, así como el descubrimiento de una nueva respiración microbiana de vanadio [cuenta sobre su 'postdoc' en EE UU].
–¿De dónde nace su vocación?
–Desde siempre. He estado rodeada en mi familia de docentes universitarios y preuniversitarios y me atraía mucho, pero en el mundo universitario [ríe].
–¿Fue un amor a primera vista el suyo con suelos y Geología?
–Me atraía desde el primer momento. Además, en casa también lo tenía porque mi padre es catedrático de Edafología, jubilado ya, de la UMU. Y, también tuve la suerte de tener un profesor maravilloso durante la carrera que me dio Edafología y despertó en mí esa vocación por estudiar los suelos.
–¿Qué le gusta más de su trabajo?
–Lo que más, despertar el interés de mis alumnos por estudiar el suelo y por ver cómo se puede mejorar su calidad. La formación de futuros investigadores es muy reconfortante; y también ver que con tus investigaciones resuelves problemas prácticos, como recuperar suelos degradados.
–¿Y cómo anda la investigación?
–Todo depende de la financiación. Mientras que haya proyectos de investigación que estén financiados de una forma equilibrada, se va a favorecer esa progresión en el conocimiento científico. Pero sí, los recortes presupuestarios que hay afectan también a la ciencia. Estamos siempre en esa lucha.
–Pero, ¿se implican ahora más las empresas privadas?
–Con las empresas privadas yo no he trabajado en ese campo. En los últimos años, se está viendo una mayor preocupación en Europa por el recurso suelo y se están incentivando programas como 'Mission Soil' [Su objetivo es crear 100 'laboratorios vivientes' y 'faros' para 2030 con el fin de promover la gestión sostenible del suelo en zonas urbanas y rurales].
–Todos estamos más o menos concienciados de la importancia del agua para la supervivencia de la especie humana, ¿por qué no ocurre igual con el suelo?
–Esa es la pregunta del millón. Efectivamente, el suelo es un recurso natural tan esencial como el agua que bebemos o el aire que respiramos. Es el lugar sobre el que realizamos todas nuestras actividades. Es un elemento esencial para la vida en el planeta. Si no hay suelo, no hay vida.
–¿Qué trascendencia tiene su conservación y regeneración?
–Proporciona alimentos, materias primas, medicamentos... Es la fuente de biodiversidad más importante del planeta. Contribuye a secuestrar carbono para mitigar los efectos del cambio climático. Es una parte esencial de los ciclos bioquímicos. Protege de la contaminación a otros sistemas muy vulnerables como el agua o el aire. Es un elemento esencial, pero es el gran desconocido porque no lo vemos. El ser humano, si no tiene agua, se muere; si no tenemos aire, nos morimos; está clarísimo. Pero si no tenemos suelo, ¿qué pasa? Pues que no lo sabemos exactamente. Y, además, como decía una compañera, es sucio, el suelo mancha. Entonces, te echa un poco para atrás.
Hay que trabajar en difundir la importancia que tiene el suelo y todos esos efectos positivos que sustentan la vida en el planeta. Por eso tenemos que conservarlo y protegerlo de su dregadación.
–Las investigaciones demuestran que hay métodos para recuperar el suelo degradado, pero ¿se puede generar nuevo?
–El suelo es un recurso natural no renovable a escala humana. Es muy fácil destruirlo, mientras que su génesis es muy, muy lenta. Se estima que para tener de un centímetro a un milímetro de suelo se pueden necesitar 1.000 años; el proceso de formación puede durar miles, decenas o cientos de miles de años. Si perdemos el suelo, perdemos la vida en el planeta.
–El riesgo de desertificación, sobre todo en el Sureste español, es muy alto. Más allá del cambio climático, ¿cuál es la causa?
–La desertificación es un proceso de degradación y no solo se debe a causas naturales (cambio climático, aumento de temperaturas, periodos de sequía más prolongados), sino que el ser humano es un factor importante. ¿Las causas de esa desertificación masiva? Pues exceso de cultivos, el sobrepastoreo, prácticas de agricultura no sostenibles, deforestación, actividades mineras que destrozan el paisaje. Todo eso conlleva una pérdida del ecosistema natural. Sobre todo, cada vez necesitamos aumentar más las producciones y los procesos que conducen a la desertificación.
–¿Y es reversible?
–A ver, se pueden hacer cosas para disminuir sus efectos. En general, darle la vuelta a esos procesos que conducen a la degradación.
–¿Los árboles generan suelo?
–Los restos vegetales de esos árboles y animales se acumulan en el suelo y esa materia orgánica se va descomponiendo por la actividad biológica, fundamentalmente de microorganismos, y sufren una humificación y una mineralización. Y esa materia orgánica transformada va a configurar cuál va a ser el comportamiento de ese suelo, cómo se va a mover el agua en él, cómo se va a retener, cómo se va a estructurar su porosidad. Obviamente la vegetación es otro factor que conduce a la formación del suelo.
–¿Y se puede acelerar la regeneración y formación del suelo?
–No se puede acelerar porque depende de factores como el material original, las características climáticas, la actividad biológica, la superficie geomorfológica sobre la que se forma... Pero sí podemos parar esos procesos de degradación. Y recuperar los suelos contaminados con técnicas químicas, físicas, biológicas.
–Y en los procesos de biorremediación, ¿qué elemento es clave?
–La biorremediación es una tecnología que consiste en utilizar organismos vivos para degradar, transformar y, a veces, eliminar contaminantes de aguas y suelos. Esa tecnología va a depender del tipo de contaminante, orgánico o inorgánico, porque los orgánicos se pueden llegar a destruir, como el petróleo, en formas químicas no tóxicas: CO2 y agua. Pero los inorgánicos no se pueden destruir (metales pesados, por ejemplo). Entonces, la eficacia de esos procesos de biorremediación va a depender del tipo de contaminante, del organismo que se utilice y de las condiciones del medio. Por eso hay que hacer muchos estudios piloto antes de saber cómo va a funcionar. El conocimiento previo es esencial.
–¿Qué podemos hacer para no degradar el suelo fértil?
–Fundamentalmente, mantener una cubierta vegetal para que ese suelo no esté desnudo y no se pierda por erosión, porque lo que llamamos malas hierbas no lo son, sino que están evitando la pérdida de suelo por erosión hídrica y eólica, y además contribuyen a esa formación de estructura que favorece una buena retención de agua en el suelo.
Vendrán periodos de más sequía. Luego es fundamental buscar estrategias para recuperar la materia orgánica y para retener la poca agua que caiga en el futuro (cultivos sostenibles que incrementen la materia orgánica; manejos de suelos que restituyan nutrientes; laboreo mínimo y evitar maquinaria pesada que compacte el suelo y destruya su estructura...) y, por supuesto, no añadirle sustancias contaminantes (pesticidas, fertilizantes o abonos químicos, ni elementos tóxicos).
–Hasta hace poco, la basura se enterraba y fin al problema. ¿Cómo afectan estos desechos en la calidad del suelo?
–Claramente, si son vertidos que no están controlados ni sabemos de qué están compuestos, van a destruir o a reducir su salud, entendida como la capacidad para funcionar como un ecosistema vivo que vaya a sustentar plantas, animales y seres humanos.
–¿Eso reduce la biodiversidad?
–Obviamente, el suelo es el reservorio de biodiversidad más importante del planeta. En un puñado de suelo, hay decenas de miles de especies biológicas. Obviamente, si se degrada el suelo, se degrada la biodiversidad.
–¿Hay alguna regla de oro para frenar esta autodestrucción?
–Regla de oro..., el desarrollo sostenible. Balancear, tener un equilibrio entre las necesidades de producción y la conservación de nuestros recursos naturales. Si no se consigue ese equilibrio esencial, vamos a tener problemas.
–¿A corto plazo?
–Claro, a corto y a largo plazo. Ya estamos viendo los efectos del calentamiento global. Por eso, si no se maneja bien, y aquí solo se trata de producir y producir y producir, vamos a un proceso de destrucción del planeta. La agricultura sostenible es un enfoque de producción que trata de equilibrar las necesidades actuales de alimentación y de producción agroalimentaria con la preservación de los recursos naturales. Si no conseguimos conservar esos recursos naturales, no nos va a quedar nada con lo que producir.
–¿Esa agricultura sostenible es una utopía?
–Es un paso imprescindible, pensar que es utópico implica dar por hecho que vamos hacia el desastre. Hay que concienciar a la gente de la importancia que tiene la conservación de los recursos naturales, incluso para el desarrollo económico, que no puede ser a cualquier precio.
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