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PILAR MARTÍNEZ MAÑOGIL
MURCIA.
Miércoles, 21 de abril 2021, 00:54
Han pasado 77 años desde que Juan García Castillejo publicó 'La telegrafía rápida. El triteclado y la música electrónica'. en 1944. Una obra sobre la música electrónica y el sonido donde reflexiona, analiza y ofrece técnicas, debate sobre el futuro, presenta sus patentes de inventos revolucionarios y conversa sobre algunos aparatos del futuro. Sesenta y siete años después, la Fonoteca de Música Experimental y Arte Sonoro (SONM) de Murcia lanza una reedición página por página de esta obra casi inaudita.
«El pionero de música instrumental Llorenç Barber encontró el libro olvidado en una librería de Valencia con sus patentes y lo compartió con nosotros», descubre Susana López, coordinadora de la Fonoteca. La propuesta les convenció porque encajaba en la filosofía de la institución y unos meses más tarde, el facsímil puede adquirirse a través de la SONM.
Un ejemplar de 250 páginas donde aparecen las patentes del párroco valenciano de visionaria mentalidad, así como fotografías precisas de cómo era su más fantástico invento: el electrocompositor. Una especie de máquina que separaba a la creación del artista otorgándole a dicho artefacto la capacidad de componer. Por desgracia, de aquellos artefactos futuristas ya no queda nada como adelantan los sobrinos del cura en la introducción del libro escrita por Llorenç Barber. En el mismo espacio relata su descubrimiento a través de los años y la puesta en valor de lo que se ha considerado «una joya que habla –también– de los conocimientos de los sonidos básicos, de las ondas sonoras, o de cómo funciona el lenguaje. Llorenç Barber fue apoyado desde el principio por Rubén García Villaplana y juntos le hicieron llegar el volumen a Francisco López, de la Fonoteca, quién ha editado el libro con la institución de la que forma parte y el Ayuntamiento de Murcia.
Juan García Callejo fue cura, no tuvo hijos de carne y hueso pero sí electrónicos. «Era una persona inquieta con mucha curiosidad, un amante de la electrónica y la electricidad», describe Susana López. En otras palabras, un visionario que sabía cómo sacar productividad económica del sonido aunque nunca se lucrase porque era cura y lo hacía –simplemente– por amor al arte. A la música. Al sonido, y a la electrónica.
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