Intimar con Sophie Calle
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Una de las cosas que más me cuesta es decidir qué enseñar, cuánto exponerme, hasta dónde contar. Tampoco sé muy bien dónde está el límite ... entre la curiosidad y el cotilleo. No me preocupa; mis columnistas más admiradas firman crónica rosa. Lo que realmente me fascina es el manejo de la intimidad de la generación Z. Y esta semana he anotado un matiz: muchos jóvenes son renuentes a enseñar qué música escuchan –de verdad–. Me temo que en el algoritmo de Spotify no hay tanto hueco para la impostura. Obviamente yo no compartiría mi 'wrapped list', pero haré una pequeña concesión: mi 'aura' es alegría y concentración.
El Centro Pompidou de Málaga ha inaugurado una exposición retrospectiva dedicada a Sophie Calle, castigadora de la intimidad. Los temas que trata en sus obras me resultan especialmente cercanos: el duelo, la ausencia, la vulnerabilidad o el amor. Todo lo que circunda a la intimidad. Ella es artista en primera persona, su vida es su obra, si bien fue otro quien 'decidió' que fuera artista. 'Attention', no se confíen, motivación no implica literalidad. Calle conjuga mejor que nadie realidad e invención, testimonio y fabulación. En lo literario lo llamaríamos 'autoficción'.
A Sophie Calle (París, 1953) se la suele etiquetar como 'artista conceptual', si bien se aleja bastante del conceptual histórico; la dimensión afectiva de sus proyectos tiene un peso capital. De hecho, durante muchos años, ese fue el motivo por el que la crítica francesa la ignoró. En el texto del catálogo de la exposición celebrada en el Pompidou de París en 2003, firmado por Christine Macel –la comisaria de la muestra de Málaga–, se explica cómo Calle comenzó a trabajar en Francia a finales de los setenta en un contexto profundamente dominado por las ideas de autores como Foucault, Derrida o Lacan, por lo que en su país no fue reconocida hasta que «la ola postestructuralista se había disuelto en tanta deriva».
Su trabajo pecaba de ser excesivamente autobiográfico y se basaba en la emoción y los sentimientos, algo imperdonable en un momento en el que el posicionamiento hegemónico aspiraba a la desaparición deliberada del autor, motivo por el que su obra fue desairada por Baudrillard, entre otros, quien sin embargo más tarde llegó a dedicarle un ensayo bastante elogioso. Por su parte, Yve-Alain Bois le concedió que, a pesar de ser autorreferencial, su trabajo se resistía a la melancolía –a cambio, le diagnosticó monomanía–.
La muestra recoge casi cuarenta años de trayectoria de la artista resumida en seis proyectos: 'Le Mari', 'Les Autobiographies', 'L'Hôtel', 'Douleur Exquise', 'Souris Calle' y la película 'No Sex Last Night'. Esta última no la pudimos disfrutar por problemas técnicos, y a pesar de eso invertimos más de dos horas en 'ver' –leer y escuchar– la exposición. Antes que Calle, figuras como Douane Michals ya habían experimentado con el pie de foto, activando esa nueva relación entre el texto y la imagen que Roland Barthes había augurado. El hallazgo de Calle fue quizá llevarla al museo y desplegar allí sus 'historias de pared' en lo que podríamos calificar como 'arte narrativo'. Porque Sophie Calle es una contadora de historias.
En 'Douleur Exquise', por ejemplo, conjuga fotografías con textos propios y ajenos, en los que diferentes personas explican cuál fue el día en el que más sufrieron, en un intento de digerir una ruptura sentimental cuya progresiva superación se va haciendo evidente en la extensión de un texto bordado que se acorta y mimetiza con el color del fondo –aquí lo visual es tan importante como lo narrativo–. Pero como artista 'transmedia' también ha publicado libros y discos. Añadan 'Souris Calle' a sus favoritos de Spotify y el año que viene su aura será radiante. El álbum es el homenaje a su difunto gato en el que han participado Bono, Laurie Anderson, Jean-Michel Jarre, Pharrel Williams o Michael Stipe.
Sophie asegura ser muy reservada y controlar muy bien lo que ofrece. Qué envidia. Es más, dice que su trabajo 'surge de la intimidad pero nunca la revela'. Y creo que tiene razón; la cultiva hasta el punto de hablarse de usted con sus parejas. Siempre marca una distancia. También por eso desprecia las redes sociales –las llama 'asociales'– y sigue sus propias reglas –el pacto y el ritual son irrenunciables–. Su obra poco tiene que ver con la 'extimidad' de las 'stories'. De pequeña era introvertida y asilvestrada, como adulta asume su mala memoria y reconoce que la mayor parte de sus proyectos nunca se han publicado. Definitivamente, deberíamos intimar: Sophie, ¿quiere ser mi amiga?
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