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Con sus rimas intelectuales y combativas, su 'flow' metizo de flamenco y hip-hop y sus inmensos ojos felinos, Gata Cattana sigue cautivando con sus canciones, protagonizando documentales –como el que se emite en la cadena francesa ArteTV– y siendo referencia de las nuevas generaciones, aunque murió cuando tenía 25 años. Su fuerza no se apagó y hoy Gata Cattana es más popular e influyente que cuando producía su cuarto álbum, llamado Banzai, publicado a título póstumo. Como una ola que crece, la mayoría de sus temas alcanzan ya más de dos millones de reproducciones en Youtube y tiene unos 75.000 oyentes mensuales en Spotify.
Al cumplirse siete años de su fallecimiento se celebra un homenaje en el que amigos y cantantes se juntan para recordarla en el escenario de la madrileña Sala Mirador, agotadas las entradas nada más anunciarse. «Llevó la poesía a espacios no convencionales y logró que la gente se parara a escuchar los versos en el marco de las 'slam', que estaban más orientadas a la sonoridad y la musicalidad», mantiene Sergio Escribano, poeta y amigo de Gata Cattana, quien participará en el acto. «Es una de las figuras más relevantes de la cultura contemporánea, tanto en poesía y música como en feminismo. Siempre que hay un pensamiento mágico en la sociedad que invoca la poca empatía, la poesía de Gata es fundamental».
Motivada por la reivindicación social, Ana Isabel García Llorente, su firma tras el nombre artístico, «pensaba muchísimo las cosas que hacía y escribía», recuerda Escribano, que la conoció en Granada, cuando ambos vivían en cuevas y estudiaban en la universidad. «Hacía una reflexión profunda de lo que la inspiraba orgánicamente».
Afín a otras artistas como La Mala Rodríguez, en el homenaje participan cantantes de hip hop que siguen su senda como Cecil Bsoul, que alternan sus propios versos con los de Gata Cattana. También se proyectará el documental biográfico 'Eterna', en la que otros artistas analizan su legado. «Su obra maestra es la propia Gata Cattana».
Su primer disco, 'Los siete contra Tebas', data de 2012, aunque desde pequeña subía a los escenarios de Adamuz, el pueblo cordobés donde vivió hasta que se fue a la ciudad y, más tarde, a Madrid. En su discografía siguieron 'Anclas' e 'Inéditas'. «Sus lecturas las hacía como si estuviera bailando porque sabía juntar la armonía con la palabra», dice Escribano. «Toreaba al público con sus versos, esperaba a que reaccionara. Salía muy segura de sí y trascendía lo temporal». Con sus canciones y un solo poemario publicado en autoedición, 'La escala de Mohs' en 2016, su huella se hace indeleble. Cada vez más.
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