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El graderío de la plaza de Toros volvió a mostrarse prácticamente hasta la bandera una vez más gracias al festival taurino contra el cáncer. N. García / AGM
Entre fotos, gafas de sol y 'palomicas'

Entre fotos, gafas de sol y 'palomicas'

Todos los nuevos consejeros del Gobierno regional se 'estrenaron' en sus cargos en la corrida contra el cáncer y acompañando a López Miras

Daniel Vidal

Murcia

Domingo, 22 de abril 2018, 23:14

Algunos echaban de menos el jamón que se prodigaba antaño en las tardes de fiesta, aunque la merienda sigue siendo una fabulosa ocasión para 'medir' fuerzas culinarias

Murcia. La parte trasera de la plaza de Toros, la que da a la avenida de La Fama, se transformó en un río de aficionados taurinos que desembarcaban de decenas de autocares procedentes de todos los pueblos de la Región, y de sus respectivas asociaciones locales contra el cáncer, para disfrutar de una tarde de fiesta en toda regla. La primera de la temporada, la más social del año. «A mí me gusta todo, no tengo un torero favorito», confesaba Pedro, de Dolores de Pacheco (Torre Pacheco), que aceleraba el paso para no perderse ni el más mínimo detalle. Aunque era difícil que le siguiera el ritmo a Encarna y Pilar, dos voluntarias del servicio de Oncología del Hospital Virgen de La Arrixaca, vecinas y amigas de El Palmar (Murcia), que metían quinta marcha contra viento y marea, esquivando periodistas, vendedores de pipas y lo que hiciera falta para coger el mejor sitio posible media hora antes del inicio de la corrida: «¿Usted no será antitaurino, no?», pedían credenciales al periodista antes de contestar a cualquier pregunta, mientras en los alrededores de la plaza comenzaban a volar los puros, las 'palomicas' y los botes fríos de Estrella de Levante. «¡¡¡A euro!!!», se desgañitaban en los puestos, donde la cerveza estaba bastante más barata que en el interior, por la que 'sablaban' dos euros y medio: «Espero que te hagas rico, compadre», deseaba un ilustre aficionado a un vendedor.

Poco antes del inicio de la corrida, el presidente de la Asociación Contra el Cáncer en la Región de Murcia, Agustín Navarrete, repartía pañuelos de la asociación a diestro y siniestro en el patio de caballos, la zona 'noble' de la plaza, esa que dejará de pisar como presidente de la Asociación a partir de septiembre, cuando se jubile definitivamente del cargo. Enrolado en la asociación desde el año 1971, y a la cabeza de estos festivales taurinos tan beneficiosos para los enfermos de cáncer (y sus familias) desde hace dos décadas, Navarrete hacía un esfuerzo por no emocionarse cuando echaba la vista hacia atrás, cuando hacía balance de todos estos años. Su hijo, el veterinario Enrique Navarrete, resumía todos estos años de lucha contra el cáncer en una frase lapidaria: «Antes daba sentencias de muerte, y ahora da esperanza de vida». Ni una sola palabra más. «La vida sigue», zanjaba Navarrete al ser preguntado por su inminente salida de la presidencia y ante el goteo de personalidades y famosos por esa puerta trasera, en la que también esperaba a las autoridades el empresario de la plaza, Ángel Bernal. Uno de los primeros en hacer acto de presencia fue Pepín Liria, que llegó acompañado de su pareja, «'Gordita'», y que quiso saludar a su paisano, el torero murciano Rafaelillo, uno de los más fotografiados y solicitados para 'selfis' junto a Cayetano Rivera, por supuesto. Y con permiso del propio Liria.

El consejero fotógrafo

De hecho, el nuevo consejero de Agua, Agricultura, Ganadería y Pesca, Miguel Ángel del Amor, se prestó voluntario para echar la foto a un grupo de jovencitas que se mostraban revolucionadas en el callejón ante la posibilidad de sacarse la instantánea de turno con Cayetano, mientras este recogía premios y se hacía otras fotos más institucionales, digamos, junto a Navarrete y al presidente de la Comunidad Autónoma, Fernando López Miras. El jefe del Ejecutivo vio los toros acompañado por Navarrete y por el vicepresidente de la Asociación y exdiputado regional, Manuel Molina Boix. Antes de tomar posiciones, eso sí, se aseguró López Miras de que su novia, la yeclana Juana María Alonso, se encontraba cómoda en la zona noble del graderío, justo encima del burladero reservado a la Comunidad Autónoma y junto a la consejera de Educación, Juventud y Deporte, Adela Martínez-Cachá, que también acudió con su pareja, el presidente de Proexport, Juan Marín. Del Amor, Martínez-Cachá y López Miras no fueron los únicos miembros del Consejo de Gobierno que se dejaron ver ayer por la corrida. También echaron la tarde en la plaza los recién nombrados -y aficionados habituales- Patricio Valverde (consejero de Fomento) y Fernando de la Cierva (consejero de Hacienda y Administraciones Públicas), que hacía notar en el callejón que su primer acto como consejero fuera precisamente «una corrida de toros». Mientras Valverde explicaba a Pedro Rivera (consejero de Presidencia) que la del cáncer es una de las corridas con más tirón del año entre el público -«hoy es uno de los pocos días en los que que se llena la plaza»-, la nueva consejera de Turismo y Cultura, Miriam Guardiola, trasteaba con su móvil y trataba de empaparse del ambiente junto al consejero de Empleo, Empresa, Universidades y Medio Ambiente, Javier Celdrán, que parecía ser uno de los más emocionados con el festejo. De hecho, fue uno de los primeros en arrancarse en aplausos con la primera faena de la tarde, la del rejoneador Sergio Galán. El delegado del Gobierno, Francisco Bernabé, estrenó el burladero reservado a la Delegación junto a sus antiguos tenientes de alcalde en el Ayuntamiento de la Unión. Era una tarde para compartir entre amigos, familia, o entre los miembros de la Federación de Centros de Mayores, como hizo la concejal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Murcia, Conchita Ruiz

Con predominancia de la manga corta, las gafas de sol y la chaqueta por si refrescaba, el denominador común era la sempiterna nevera con la valiosísima merienda en su interior, acompañada de las bebidas espirituosas correspondientes. De hecho, el personal se apresuró a desenfundar el papel albal y a repartir viandas antes de los toros de Cayetano Rivera, cuya estocada final marcaba el pistoletazo oficial para el tan ansiado momento del bocata, que antaño se partían la pana con el jamón que algún elegido se llevaba a la plaza. Eran otros tiempos. Los bocadillos del matrimonio compuesto por Mateo y María, de Algezares, eran de «caballa del sur, no confundir con la del norte», que olían y sabían «a gloria bendita». Aunque nada tenían que envidiar a las empanadillas caseras y a las croquetas de cocido -«como para una guerra», matizaba un compañero de grada-, acompañadas de vino de Lorca, que desplegó Joaquín Arróniz. Un grupo de conocidos del novillero Rubén Serrano, de San Javier, también daba buena cuenta de una caja entera de empanadillas y una pila de cubatas que se transportaban de cuatro en cuatro, aunque tampoco hacían ascos al condumio casero del señor Arróniz, que tenía para dar y regalar. Con semejantes arsenales, y los que no alcanzan a contar en un periódico, es lógico que a más de uno se le acabara la botella de ginebra de Canarias antes de llegar al segundo toro, muletazo va, muletazo viene. Y así es como se queda una buena tarde, y además solidaria.

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