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Ficción y realidad
Mesa para cinco ·
Se habla muchas veces de la falsedad en las redes, de los filtros, del postureo, palabra que veo allá en el horizonte obsolecer como mi propia adolescenciaSecciones
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Mesa para cinco ·
Se habla muchas veces de la falsedad en las redes, de los filtros, del postureo, palabra que veo allá en el horizonte obsolecer como mi propia adolescencia¿Cuánto de lo que contamos es verdad? En verdad, ¿cuánto importa lo que contamos? Paseo despacio, con las manitas enlazadas a la espalda por los TikToks de la vida, viendo cómo amigas y amigos, y desconocidos cercanos, igual que yo, contamos y ambientamos de ... la misma forma nuestras vivencias, cómo encontramos sin habernos puesto previamente de acuerdo un parecido tono de voz, una cadencia y unos silencios entre corte y corte de imagen terriblemente familiares.
Estamos narrando nuestra vida por los canales que la vida nos proporciona.
Se habla muchas veces de la falsedad en las redes, de los filtros, del postureo, palabra que veo allá en el horizonte obsolecer como mi propia adolescencia, y creo no estar tan de acuerdo como antes.
Por supuesto que los filtros de belleza te hacen más guapo, o más igual a los que hemos decidido que son guapos, te marcan abdominales, te crecen melenas, te pintan los labios, sin duda, también cierto que narramos nuestras fiestas, santificamos los bellos desayunos y recortamos con pericia nuestros miles de vídeos para que parezca que cada noche es una aventura que nos contarás, como le cantaban a David el Gnomo.
Es cierto que nos dibujamos animalitos, nos ponemos canciones de fondo, hacemos montajes con las respuestas más ingeniosas (o eso creemos) y probamos, al menos un par de veces, para dar el mejor perfil, o el que mejor se ajusta a la historia.
La gente pone el grito tanto en el cielo que hay días que parece imposible ver el sol.
Pero me han pasado un par de cosas últimamente.
Esta semana leía unas declaraciones de Miguel Ángel Asturias, de algún modo uno de los iniciadores del archimanido realismo mágico, sobre su literatura, de la falsedad, del mito y la realidad, que más tarde explotaría en autores como García Márquez o Cortázar, y la respuesta del autor no podía ser más genuina y más sencilla: los indios aborígenes guatemaltecos de los que Asturias hablaba en sus novelas no distinguían realidad de imaginación. No les hacía falta. No necesitaban la certeza ni estaban obsesionados con la veracidad, con distinguir lo falso de lo real. Porque todo lo que se contara, era.
Así que la ficción y la realidad convivían en sus mentes y en sus discursos de la misma forma que conviven hoy día en nuestras redes sociales.
Yo de pequeño no entendía la mentira. Tenía un problema con la mentira. No podía comprender su uso, su existencia. Era un niño bobo. Y no veía bien qué beneficio podía tener decir algo que no era.
Por eso me ponía tan nervioso mi tía Ángeles. Ángeles es en verdad tía de mis padres. Pero ya sabéis que eso de primos segundos, o terceros, o tías abuelas, o no sé qué ocho cuartos, no se lleva en la huerta. Todo son tíos y primos. La primera mentira.
La tía Ángeles se inventa cosas. Como el tío Tano, que se inventa las edades. O mi padre, que se inventa hasta el día de su nacimiento. Y yo no lo entendía. Alucinaba escuchando larguísimas conversaciones de horas y horas de sobremesa entre mis tíos y abuelos en las que nada de lo que se contaba era verdad. ¡Con total naturalidad! O al menos no se distinguía lo cierto de lo falso a simple vista. Las conversaciones eran divertidas, o profundas, o la tía Ángeles de repente contaba que ese chico del que hablan se cayó de un sexto en Elche y no le pasó nada. Que ahora tartamudeaba, como mucho.
Mientras leía sobre los indios y realismo mágico, y pasaba en mis recuerdos por las largas conversaciones de la tía Ángeles contando historias de los vecinos mientras la llevábamos a comer, terminé llegando a los TikToks y 'stories' de mis amigos, y míos.
Y he terminado por decidir que mentimos poco. Que poco, todavía, nos inventamos. Que de hecho, padecemos un pelo de apego de más a la realidad. Que nos conformamos con alisarnos el careto y brillarnos los ojos, o decir lo genial que fue la noche de fiesta juntando muchos vídeos cortos de gente 'random'.
Así que, ¡qué demonios!, mintamos más, ficcionemos hasta el límite, inventemos como la tía Ángeles, vivamos libres y contaminados nuestra ficción-realidad de indios guatemaltecos, salgamos a la calle, imaginemos nuestras vidas, narremos con libertad, y a los sedientos de certezas, los policías de la verdad y los jueces de la evidencia: salud y suerte. Que la van a necesitar.
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