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S. TRIGUERO
CARTAGENA
Martes, 21 de enero 2020, 03:13
Julio Castelo dedicó 40 años de su vida laboral al Grupo Mapfre, del que fue su presidente entre 1990 y 2001, periodo de extraordinario desarrollo ... empresarial para la aseguradora. Al actual presidente de honor de Mapfre y presidente de la Fundación Mapfre le llegó la jubilación y descubrió el modelismo naval, una pasión que había permanecido dormida hasta ese momento y que no solo le mantiene activo ahora sino que le ha supuesto gran reconocimiento a nivel nacional e internacional. Su impresionante colección ha sido reunida para ser expuesta de forma permanente en la Sala Peral del Museo Naval de Cartagena. La componen 40 maquetas a escala de barcos que forman parte de la historia naval de España, pero también de otros países europeos y de Estados Unidos. Todas estas maquetas, de incalculable valor patrimonial, han sido realizadas por este aguileño amante del mar, que las ha donado de la mano de Fundación Mapfre para que puedan ser contempladas en todo su esplendor.
-¿Cómo surge su afición por el modelismo naval?
-Todo comenzó por casualidad. Yo sabía que quería jubilarme en 2001, coincidiendo con los 40 años que llevaba trabajando en Mapfre, 11 de ellos como presidente. Quería dedicarme a la familia, al pueblo y a la pesca en Águilas, mi tierra. Un año antes de que decidiera prescindir de todo tipo de relación profesional con Mapfre, mi mujer decidió regalarme un kit del 'Juan Sebastián Elcano'. Así empecé y desde entonces no he parado. He hecho 93 barcos y estoy con el que va a hacer 94, el 'Santísima Trinidad', del que ya he hecho tres anteriormente, y que para mí es uno de los favoritos de la colección que presentamos en Cartagena junto a la Galera Real de Luis XIV. Pero no quiero parar y ya me espera el 95, un galeón del siglo XV precioso.
-¿Qué supone para usted que el Museo Naval de Cartagena le dedique una sala donde se recoge todo el trabajo realizado en estos años?
-Gozo, satisfacción y orgullo. Y más que en mí, pienso en mis hijos y mis nietos. Cuando yo marche, tendrán un buen recuerdo del abuelo y de su padre reflejado en esta exposición y en los barcos a los que he dedicado tantas horas.
-¿Qué características reúne esta colección de modelismo naval?
-Creo que es una exposición única, por la calidad de los 40 modelos que la integran y porque todos los barcos expuestos tienen su historia, todos han participado en acontecimientos relevantes, en muchos casos como protagonistas de hazañas muy singulares. Cada barco cuenta con una pequeña cartela en la que aparecen sus características técnicas e incluye un pequeño resumen sobre su historia. Echando un vistazo, el visitante se dará cuenta de que la historia naval es apasionante, particularmente la española. Fuimos una gran potencia en los siglos XVII y XVIII y creo que cuando alguien se asome a estas vitrinas será consciente de ello. Además, hay modelos de barcos franceses, daneses, italianos, alemanes o norteamericanos que son muy curiosos e interesantes. Incluso en la procedencia de los kits hay hasta chinos, que para mí son los mejores. Esa imagen que tenemos de baja calidad en algunos casos respecto a los productos que llegan de China no se cumple en este caso, pues los kits que llegan desde este país son auténticas joyas.
-¿Trabajando en estos barcos ha aprendido a disfrutar de la historia naval?
-Muchísimo. Ahora soy un experto en la batalla de Trafalgar, por ejemplo. He intentado trasladar esa pasión por la historia en los carteles que acompañan a los barcos, siempre sin atosigar al visitante, comprimiendo la historia del barco al máximo. Pero cuando uno se detiene a pensar en lo que significaron, se da cuenta de la importancia de cada barco en la historia de su país. Hay historias apasionantes y muy interesantes, y yo soy siempre el primer sorprendido cuando las descubro, como es el caso del 'HMS Bounty', protagonista de la película 'Rebelión a bordo', que yo creía que era famoso por la rebelión que sucedió a bordo. El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte fue quien me contó que la gesta de este barco tiene que ver con el hecho de que en una chalupa de cuatro metros recorrieran 6.000 millas náuticas.
-¿Cómo es el proceso de creación de uno de estos barcos?
-Es muy pesado, pero al mismo tiempo me entusiasmo y apenas estoy terminando en uno cuando ya estoy pensando en otro. En cada barco puedo emplear quinientas horas como poco y suelo hacer entre tres y cuatro barcos al año, lo que supone emplear cinco horas diarias. Hace falta pulso, tiempo y mucha paciencia. Yo siempre digo que casco acabado, barco terminado, porque es lo más complicado en estos barcos panzones. El resto es echarle tiempo. Por ejemplo, en los barcos con mucha vela, los obenques van cruzados por otros cabos que se llaman flechastes, que forman una especie de escala como las que se ven en los barcos de las películas de piratas. En el cruce de cada flechaste con cada obenque va un nudo y un barco de estos puede llevar 3.500 nudos; así que puedo estar entre una semana y diez días haciendo solo nudos. Cuando el presidente que me sucede en Mapfre, mi amigo José Manuel Martínez, me propone hacer una colección y crear un museo con mis barcos, me doy cuenta de que hay que afinar aún más en la selección para que se mantenga la homogeneidad y dejo de tener limitación económica, ya que la Fundación Mapfre pasa a hacerse cargo del coste, con cajas que valen 1.500 euros. La última sede social que acogió la colección fue en Bárbara de Braganza, pero al presidente de la Comisión Directiva de la Fundación Mapfre, Vicente Baeza, se le ocurre ofrecer la colección al Museo Naval de Cartagena, sin saber las raíces tan fuertes que tengo con Cartagena. Mis abuelos paternos eran cartageneros y mis padres y sus doce hermanos nacieron en esta ciudad. Mis padres se casaron además en la iglesia del Carmen. Pero es que tengo otra raíz profunda cartagenera por parte de mi otro abuelo, el materno, José Matrán, que montó la galería de fotografía que lleva su apellido. Con estos antecedentes, y sintiendo que la Armada Española recibe sus barcos en su seno, y que vienen a Cartagena, es un orgullo.
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