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Emilia
Rendibú | Relatos ·
CARLOS FERRER
Miércoles, 11 de noviembre 2020, 01:59
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Rendibú | Relatos ·
CARLOS FERRER
Miércoles, 11 de noviembre 2020, 01:59
Es una niña alegre, amable, le gusta bailar. Nunca hay que llamarle la atención. Luz de la lluvia. Hogar de alma limpia. Un ángel frágil con alas de algodón. Dibuja su sonrisa, condecorada por la luna, en las paredes y en sus ojos se reflejan las estrellas.
A las 12.30 horas salió de la escuela, fue a coger el bus en la esquina y no ha llegado a casa. Desde ese rato la hemos buscado y hemos amanecido barriendo la ciudad en su busca con la ayuda de muchos vecinos. Que nos la devuelvan, no vivimos si no es por la vida de mi hija.
Las horas asedian como lobos en un grave bordoneo sincopado, como si el viento hiciera cantar a la tierra. Los patines, regalo de su reciente cumpleaños, permanecen vacíos en la casa, sin risas que los hagan rodar.
Hay treinta pasos desde la entrada de la escuela hasta la parada de bus, tres portales, el perímetro de su infancia, de nuestro antiguo barrio, de nuestra antigua casa. No se han llevado a mi hija, se han llevado a toda la familia.
Tras una primera búsqueda sin resultados, turbión anónimo, familiares y amigos han realizado un rastreo de la zona más cercana a la residencia de la niña, revisado cámaras de seguridad, preguntado a vecinos con el fin de obtener algún indicio. El sol se desangra en la laguna. El polvo sofocante y las moscas azuladas martillan las mezquinas sombras, que exudan una especie de temblor, de estremecimiento moroso. Silba un céfiro agreste.
No podemos quedarnos de brazos cruzados. Alguien tiene que acordarse de verla subir al bus. Ayúdenme.
Sanguaza del amanecer. El día ha nacido henchido de presagios, rosales de palabras blancas. Loja es una ciudad que grita y hace música, los perros se embisten por una sobra donde se cruzan ambulantes que siempre vuelven al mismo sitio. Loja se ahoga porque suena constante la misma cascada, Loja se derrama en las baldosas del tiempo y anda entre fachadas longevas y callejuelas ancianas. Toda Loja sabe que la niña solo tiene nueve años. Insuficiencia infinita. Cometa sin manto.
Hoy tuvimos la ayuda de unos militares que peinaron la zona de los bosques. Persistimos en la búsqueda, permanecemos atentos a lo que pasa. Juntos la encontraremos, no desmayemos.
Las esquinas lucen la fotografía de la niña, prodigio de hermosura. 50.000 carteles. Indefensa. Lágrimas limpias derramadas sobre la hierba. Cualquier reposo es ficción. Loja es una colmena, bulliciosa. Un ciego camina con una llaga abierta. Callada surge la noche.
Hemos reiniciado las labores de exploración. Los cuatro puntos cardinales. Nada le he hecho a nadie, siempre he sido generoso, si han querido verme arrastrado por el suelo ya lo han conseguido. Devuélvanme a mi hija, por favor, solo por ella vivimos.
La directora de la escuela ha dicho que se perdió fuera del centro. Padres de escolares se han concentrado a las puertas del colegio para exigir soluciones. Los alumnos han iniciado una huelga. Finalmente se ha abierto la escuela, aunque únicamente para organizar las brigadas y repartir más folletos. La policía ha interrogado a las compañeras de la niña. Se han suspendido todas las actividades escolares de Navidad. Optimismo exhausto. Una moneda en la fuente de la plaza de San Sebastián.
Hay que hacer del barro y del dolor nuestra esperanza. Cruzaría el pasado para abrazarla un instante. El aire se me escapa, pero hay que sobrevivir a las perversidades de la incertidumbre.
Unas cámaras de seguridad han grabado a la niña andando junto a un hombre. No van cogidos de la mano, pero van uno al lado del otro. Se ha identificado a ese hombre. Se ha registrado su vivienda y se han detenido a tres personas. El horizonte crepita, escarcha enrojecida. Miedo es ser sin ti.
Las nubes están rotas. La médula de la noche oxida mis huesos y cuartea mi piel. Los geranios solo germinan en otros balcones. Veo el dolor con ojos sin sueño, los párpados no se rinden, nada más hay en casa salvo mi lamento descompuesto, mi cuerpo roto sin puños en busca de una última dulzura. Gritar no vale para nada. No tengo armadura de acero. Prefiero abrir un agujero negro a tu ausencia.
La sentina Loja de cieno, depósito de torvos, de penas recias, rodeada por una estancada alambrada invisible. El tiempo no sabe nada de sí mismo. Tras cuatro días de intensa búsqueda, el cuerpo de la niña ha sido encontrado. Anocheció en mitad del día. Las hojas de los carcomidos árboles, en el suelo. El confeso criminal era conocido por la familia y había dado clases de baile a la niña. Había participado activamente en la búsqueda.
Me llamaron. Me van a dar la noticia. Angustia. Aprensión. La encontraron.
Se ha realizado un operativo en seis provincias del país para desarticular una red de pornografía infantil. Dieciocho personas en total han sido detenidas, vinculadas con el caso de la niña. La fiscal Castillo ha señalado que el operativo ha formado parte del caso Red del Sur sobre pornografía infantil. La policía ha recogido evidencias informáticas y ha confirmado la existencia de una red delictiva. La ley del diablo.
El delegado ministerial me dijo que mi hija había fallecido. Mi hija está en el cielo, me acompañará como todos los días ha hecho.
El cielo, el cielo teñido de índigo parece un océano quieto porque todas las palabras en blanco que contiene se han quebrado.
Mi niña, no tengas miedo, estoy contigo en este oscuro vuelo, las nubes de cuchillo no tocarán tu vestido ni su flor de algodón.
Tengo 28 años. Inocentes 10 me pagó 20.000 dólares, necesitaba el dinero, tenía deudas. La arrojé a la hondonada, a cuatrocientos metros de la carretera. La quemé para no dejar huellas, pero no la mutilé.
¿Quién izará las velas tras el naufragio?
Tengo 26 años, yo solo grabé el momento, después me marché, me amenazaron, no sabía lo que iba a pasar...
No quiero canjear vida por vida. No puedo cambiar inocencia, pureza por maldad, por brutalidad. Si yo odio, mi hija Emilia nunca descansará y eso sería vivir sin vida.
Tengo 27 años, no hice nada, solo conduje hasta el barranco, ni siquiera la toqué...
No puedo cargar sobre mis hombros el peso del pérfido rencor el resto de mis días.
El ebúrneo altar de la catedral, decorado con tintineantes arpegios, estaba inundado de exquisitos ramos, extraño y fugaz perfume del luto. Mientras en Loja transcurría una marcha por la vida, en la cárcel perdía la vida el principal acusado, ahorcado de una litera. Sus compañeros de celda dormían. Un berroqueño recinto de máxima seguridad.
Solo la fe me ayuda a entender.
Treinta y cuatro años y ocho meses de cárcel para los acusados por delito de feminicidio. La pena máxima es de cuarenta años. La familia de la niña, en la calle con la pancarta Loja con Emilia. Todos llevan camisetas con la imagen de Emilia estampada. Se anuncia la implantación de la alerta Emilia para niñas desaparecidas.
Esto no es un triunfo, ¿treinta y cuatro años de cárcel valen la vida de mi preciosa Emilia? Ni una niña más desaparecida.
Emilia descansa en la boca de la tierra. La nostalgia, como volutas de humo, traza figuras de memoria para difuminarse paulatinamente en una hiriente bruma matinal. De golpe llegó el turbio invierno. Todo huele a gris magullado, las sombras se funden. Los azules cenitales, deslavados. El cristal finge luz, solo queda oscuridad. Nacen margaritas de plástico. Los espejos reflejan el horrible esqueleto bajo nuestra bella apariencia. Los niños ya no hacen aviones de papel. Las estelas no lucen. Luna astillada del sol muerto que Loja ha olvidado pronto, porque Loja sigue su curso en el vacío sin instantes absolutos, aunque sus gentes no se saluden por la calle. Qué dirán las campanas de la catedral cuando estén calladas. Es inútil que intentes resucitar la rosa. Una voz sin cuerpo.
Los atribulados corceles de tu áspera ausencia relinchan en mi pecho.
Una sirena anuncia el fin de las clases. Una niña de tez pizmienta, de corazón no ardido de dulce palpitar, repleta de cicatrices de besos. Treinta pasos hasta la parada del autobús. Un hombre, 25 años, camina hacia ella. Florecen cuchillos en las calles. Un arrendajo cruza el horizonte. Es la carcajada negra del silencio.
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