'Dolce far niente'
Mesa para cinco ·
Han sido muchos meses de inacción y, ahora que la vida vuelve, yo me he largado unos días a RomaSecciones
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Han sido muchos meses de inacción y, ahora que la vida vuelve, yo me he largado unos días a RomaVendrá septiembre y tendrás tus ojos. No era así, ¿verdad Pavese? Ya. Era la muerte. No vengo yo a ponerme tan dramático, pero vendrá con olor a libros nuevos y cosas que estaban en plásticos y gente que va a clase en autobús y se ... habrá acabado otro verano raro. Un día le tendremos que explicar a alguien qué fue aquello de los veranos raros. Y entonces seremos felices y mayores, si nada lo impide.
Han sido muchos meses de inacción y ahora que la vida vuelve -justo antes de que todo explote-, yo me he largado unos días a Roma, para no empezar de golpe y yo qué sé, que se me cortara la digestión o algo por entrar al mundo sin mojarme primero las muñecas y el cuello, como recomiendan hacer las madres a los niños antes de meterse en el agua de la playa.
'Dolce far niente' me dicen los camareros en la Piazza della Rotonda, mientras me confundo de nombre de pasta, o descubro los aperitivos con un negroni, o pongo el Shazam a currar como un loco para no dejarme una sola buena canción sin escuchar ni clasificar. «Dulce no hacer nada», pensaba yo mientras me tocaban el pelo o le decía a mi chica, que se llama como una tarde en Italia, que la Fontana de Trevi está lejos, y al girar está ahí, y se sorprende aún más de verla. «Pasear sin motivo», dice Isaac Rosa, que no es capaz de imaginar una subversión más grande que esa, pasear, sin rumbo, mantener el tiempo en suspenso, perdido. Hay a quien le obsesiona el pasado, a mí el futuro.
«Que no nos vuelvan a engañar», pienso yo mientras me mojo los pies en la fuentecilla que hay frente a la Iglesia de Santa Cecilia, en el Trastevere. Porque me engañaré otra vez yo solo, o me engañará alguien, y me sentiré pleno y moderno por no tener ni un rato libre, por ir con la cabeza loca, por confundir repertorios y poner un montón de nombres de ciudades en mi agenda.
Orgulloso de decirle a mi madre que no he parado de currar ni un segundo, que voy a 'full', que están siendo unos meses de locura, por fin, y sonreiré. Y mientras, ahora mismo, las monjitas romanas cantan una salmodia lejana en un plano perfecto de Sorrentino y yo prometo que si todo me va bien, el año que viene volveré a esa fuente, mientras cantan esas monjas, a mojarme estos pies, como una promesa. Y pasa un señor de pelo cano y largo y me grita a lo lejos: «'Dolce far niente'», mientras intento no mojar mucho los calcetines, porque me ve ahí tranquilo y radiante. Y con la cabecita lo saludo mientras me refresco también un poco el cuello, que este año está haciendo mucho calor.
Le he pedido a Santa Cecilia mucho trabajo, este año todo el que se pueda, y correr de un lado a otro, y desatender afectos y familia, y no ser el mejor compañero posible porque todos y cada uno de los días estarán llenos de cosas que hacer y que repasar y que revisar y que volver a hacer, y si Santa Cecilia me lo concede, el año que viene me arrugo en su agua los pies, las manos y el cuello, otra vez, el verano del 22. Engañado de nuevo.
Lo que no sabe Santa Cecilia es que si me lo concede, el año que viene no voy a tener tiempo de ir a verla, ni de cuadrar agendas con viajes o amigos, y lo que no sabe el señor ese que me saluda mientras me hidrato la piel, es que estoy pidiendo el deseo contrario a 'far niente'. Y lo que no saben los camareros es que en el fondo estoy deseando volver a ponerme al límite, a complicarme, a no tener ni un minuto para nadie, qué mierda, otra vez, conciliación, alborozo y dudas, trabajo y tiempo.
Santa Cecilia, ahí tiradita, con su cuello marcado, porque ella también perdió la cabeza, -se la perdieron-, escuchando a las monjitas cantar, bajo el altar, de ladito, a través de su portada y sus columnas robadas a la antigua Roma y sus trocitos de sarcófagos, con su pañuelo en la cabeza, se gira, me chista y me dice: «Tú, tontico, eh, el que se hace el romano de barrio, Aarön, recuerda amor, repite conmigo, y no olvides en cuatro conciertos y dos viajes en furgoneta lo que te voy a decir: 'Dolce. Far. Niente. Dolce. Far. Niente'. Que. No. Te. Vuelvan. A. Engañar».
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