Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974).Martínez Bueso
Diego Sánchez Aguilar: «La ansiedad es la palabra que mejor define el tiempo que vivimos»
Literatura ·
El narrador cartagenero, que inicia este martes en Alicante la gira española de presentación de la monumental novela 'Los que escuchan', una de las apuestas editoriales de Candaya para 2023, afirma que quería recuperar «ese placer por contar historias como en el Quijote». En estas historias, la ansiedad y el miedo sobrevuelan sobre todos los personajes.
'Los que escuchan' (Candaya, 2023), última novela de Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, 1974), se ha gestado por entero en Londres, a donde siguió a ... su mujer, María Luisa Castellón, profesora de español en la 'city'. Hasta ahora el ganador del Premio Setenil de Relatos 2016 ('Nuevas teorías del orgasmo femenino') y reconocido novelista ('Factbook. El libro de los hechos', 2019) y poeta ('Diario de las bestias blancas', 2008; 'Las célebres órdenes de la noche', 2016; 'La cadena del frío', 2020), había compaginado la docencia con la escritura, como profesor de Lengua y Literatura en el IES Las Salinas de La Manga del Mar Menor, pero desde hace tres años está dedicado al 100% a la escritura.
En 'Los que escuchan' asistimos al acto de clausura de la Cumbre del Futuro. Algo extraño sucede; un ruido indeterminado que a los protagonistas de esta historia les hace replantearse sus vidas y sus convicciones éticas. Este martes 12 de septiembre la presenta en Alicante (librería 80 Mundos), el miércoles en Cartagena (Teatro Romano de Cartagena, en colaboración con La Montaña Mágica) y el jueves en Murcia (Libros Traperos). Posteriormente seguirá en Barcelona (16 de septiembre), Zaragoza (20 de septiembre), Pamplona (21 de septiembre), Bilbao (23 de septiembre), Madrid (25 de septiembre) y Albacete (29 de septiembre). En octubre se sumarán nuevas fechas y lugares.
«La novela, en general, como género, es difícilmente compatible con la docencia. Sé que hay gente que lo hace, y me parecen unos héroes», afirma, sin desprenderse de las gafas de sol, salvo en el momento en que lía un cigarrillo y una de las patas le sirve para tener bien prensado el tabaco. «La novela», insiste, «exige un compromiso muy fuerte: bucear mucho, y entrar y salir en un libro como este, tan denso y tan extenso, no hubiera podido hacerlo como docente». Con 'Factbook' sí lo pudo compaginar, pero como curiosidad el arranque lo escribió estando de baja (seis meses) por un accidente de moto.
Antes de instalarse en Londres ya le rondaba afrontar una historia compleja y ambiciosa que planteara la idea de futuro. «Cuando pensamos en el futuro, ¿qué aparece ante nosotros?», concreta
Requiere tiempo y concentración el oficio de escritor, y aunque ha podido explorar Londres en estos tres años, la mayor parte del tiempo vive encerrado: «autoexiliado» y aislado.
Porque escribir es una forma de exilio, un intento de desaparecer para ver las cosas de otro modo e indagar en nuestros problemas y preocupaciones. Y para ello lo más importante, dice, es saber que tiene horas por delante, que tiene tiempo.
«Nos gusta mucho salir a pasear por Londres, tengo la ciudad explorada y controlada, pero de lunes a viernes yo tengo un horario de trabajo total. A las siete me pongo a escribir y dejo de escribir a las cuatro de la tarde, según el día. Es un oficio no remunerado, pero a tiempo completo».
Portada de 'Los que escuchan'.
¿Dónde encontró la idea primigenia de 'Los que escuchan'? Es «una novela reflexiva», según el catedrático de la UMU y académico correspondiente de la RAE José María Pozuelo Yvancos, «que evita sermones: la mejor forma de ser novela política». Antes de instalarse en Londres ya le rondaba afrontar una historia compleja y ambiciosa que planteara la idea de futuro. «Cuando pensamos en el futuro, ¿qué aparece ante nosotros?», concreta.
«Tenía la idea de hacer una novela con diferentes personajes, muy coral, y muy amplia, donde se preguntan por el futuro y quería ver qué respuestas daban. Ya cuando me fui a Londres y me encontré con el tiempo y la disposición necesaria vi que era la oportunidad de escribir una gran novela que profundizase en toda la cuestión del futuro».
Para ello, utiliza el recurso narrativo de un sonido extraño, que afecta a todos los personajes para ir hilando la historia y que esa pregunta generase una respuesta en todos ellos.
Esa respuesta, generalmente, es la ansiedad.
Presiones y ansiedades
¿Qué tipo de ansiedad? «Yo he sufrido la ansiedad, pero no es una rareza, porque la sufre todo el mundo. De 2016 hasta ahora se han duplicado las bajas psiquiátricas, y para mí, la palabra que define este tiempo es ansiedad. Tiene que ver mucho con las condiciones laborales, con la presión continua que sufrimos por producir más, por competir más, por ser mejores con los demás, por no estar satisfechos con nada. Y está también la ansiedad por el cambio climático, por el futuro como sociedad, incluso como especie. Da igual que la haya sufrido yo, porque yo veo la ansiedad alrededor todo el tiempo. La veo en mis amigos, por ejemplo, muchos están medicados, yendo a psiquiatras y tomando ansiolíticos y antidepresivos. Incluso automedicándose, cada uno como puede, es un tema bastante preocupante».
La arquitectura de 'Los que escuchan' es muy compleja, reconoce Sánchez Aguilar, y no la tuvo clara desde el principio.
«Hay dos tipos de escritores básicamente en narrativa: los que empiezan a escribir cuando ya tienen toda la estructura de la novela muy clara, y los que empiezan a escribir y van rectificando y dando forma al mismo tiempo que escriben. Yo soy de los segundos. Yo necesito la prosa, el ritmo del lenguaje, escenas concretas, ver a los personajes vivos, y escuchar como hablan. Necesito escuchar la música de la novela. Primero voy creando escenas y personajes, y por otro lado voy pensando cómo encajarlos todos ellos. Y durante todo el proceso voy un poco a ciegas. Hay doble proceso: escritura pura y dura, y arquitectura y composición. Les llaman escritores de mapa y de brújula, y yo soy de brújula porque me desvío a veces».
Diego Sánchez Aguilar, este lunes, en el Museo Arqueológico de Murcia.
Martínez Bueso
El narrador cartagenero distingue entre «actualidad» y «presente».
«Estoy al tanto de la actualidad, pero cuando escribo lo que me interesa es contar el presente. La prensa se ocupa de la actualidad, pero a mí como escritor me gusta analizar, pensar, repensar... nuestra sociedad del presente. Me costaría mucho escribir una novela ambientada en la Edad Media. Filtro las noticias de la actualidad para ver cómo destilan lo que yo considero el tiempo presente».
¿Es posible escuchar el futuro desde el presente? Los personajes de la novela piensan que sí. Hace una distinción en este punto: Diego Sánchez Aguilar no quiere que en la novela el lector escuche su voz. «En la novela son ellos los que hablan, y algún personaje piensa que el futuro está también determinado por el lenguaje que hablamos en el presente».
«Algunos personajes optan por entregarse al silencio, por no hablar y esperar a ver si viene algo diferente»
¿Qué lenguaje hablamos? ¿Qué idea de futuro ofrece ese lenguaje? «Aparte de pobre, ese lenguaje es el del marketing y el de la economía. Solo pensamos en el beneficio, en el progreso, pero entendido de una forma que se equipara con beneficio. La idea de futuro que nos da es seguir consumiendo todo lo que podamos, seguir aumentando el PIB, seguir explotando el planeta, seguir compitiendo... por eso algunos personajes optan por entregarse al silencio, no hablar y esperar a ver si viene algo diferente».
¿De qué futuro hablamos? No es un futuro temporal, sino un futuro como horizonte y como sentido. «¿A dónde vamos como sociedad? La novela está ambientada en la sociedad occidental, socialdemócrata y capitalista, neoliberal, y lo que plantea es hacia dónde vamos. Por eso aparece tanto la figura del acantilado y de mirar al horizonte».
Dos hermanas: Asunción y Esperanza.
«Los nombres suelen ser simbólicos, pero cuando creé a estas dos hermanas tan diferentes, los nombres ya dicen mucho. Esperanza sugiere la idea de utopía, la idea de futuro, y Asunción es la que asume la realidad tal y como es, que sería lo contrario de la esperanza».
El resultado se aproxima, según reconoce, a ese norte que tenía marcado en la brújula, «porque el norte que uno se marca a sí mismo siempre es un ideal inalcanzable, pero estoy muy contento y muy agradecido a Candaya porque han confiado en mí desde el principio»
La novela no tiene ninguna intención clínica, incide Sánchez Aguilar.
La ansiedad que le interesa al escritor no es la psiquiátrica, sino la más superficial, la que ve a menudo. La que todo el mundo sobrelleva como puede. A veces automedicándote, luchando contra ella en silencio, a veces ignorándola, sin consultar al médico. Aunque en la novela las dos ansiedades que dominan son la ansiedad climática y la ansiedad laboral, que tienen que ver con esas dos protagonistas. Esperanza es la que sufre la ecoansiedad, y Asunción, aunque no se reconoce en ella, vive la ansiedad impuesta por el mundo laboral. Hay otras microansiedades, cuenta Sánchez Aguilar, pero «al final todas son la misma».
«De profundo calado político y existencial»
La ambición de escribir una gran novela le llevó a dar todo lo que podía, a meterse en ella al 100%, y se aproxima, según reconoce, a ese norte que tenía marcado en la brújula, «porque el norte que uno se marca a sí mismo siempre es un ideal inalcanzable, pero estoy muy contento y muy agradecido a Candaya porque han confiado en mí desde el principio».
Paco Robles, recientemente fallecido, y Olga Martínez, editores de Candaya, fueron los primeros lectores de este libro, según la editorial, «de profundo calado político y existencial, y muy comprometido con la actualidad. Una novela sobre la ansiedad, la familia, los cuidados, la locura, el arte, el capitalismo, los ecocidios, la explotación laboral y el lenguaje». «Está llamada a convertirse en una referencia imprescindible de la narrativa en español, a la altura de esas dos obras maestras contemporáneas de nuestro catálogo: 'Vivir abajo', de Gustavo Faverón, y 'El libro de nuestras ausencias', de Eduardo Ruiz Sosa», indica Candaya.
¿Cuándo dio por terminada la novela (más de 530 páginas)? La tentación de seguir escribiendo siempre está ahí. A todos los personajes les podían haber pasado mil cosas más. «Pero la novela la das por terminada cuando esos personajes han respondido a las preguntas que tenías en mente y el mundo empieza a cerrarse y ya no te deja añadir más pasajes. Ahí es cuando la das por terminada».
«Todos somos Quijotes hoy. Todos hemos leído libros importantes, como la Constitución o la Declaración de los Derechos del Hombre, que nos hablan de (...) libertad, igualdad y fraternidad, y cuando salimos a la realidad, como el Quijote, con esos ideales, lo que nos encontramos es egoísmo, competición, lucha por imponerse sobre el otro»
Diego Sánchez Aguilar
El Quijote está muy presente. A Sánchez Aguilar, doctor en Filología Hispánica y profesor en Lengua Castellana y Literatura, le interesa como estructura narrativa la libertad que tiene Cervantes, «que hoy está un poco perdida, porque se valora mucho la novela perfecta donde todo está muy condensado y todo encaja con todo. A mí me gusta del Quijote esa libertad para intercalar capítulos, mete un cuento, un diálogo larguísimo que es como ensayo sobre la poesía... es el placer por contar historias, y para mí tiene una libertad total, y yo quería recuperar ese placer por contar historias. Y en 'Los que escuchan' hay un montón de microhistorias que forman todas una historia grande como ocurre en 'Don Quijote'».
En la novela de Cervantes, un loco choca con la realidad. Hay una serie de ideales que están en su cabeza y ha leído, y cuando él sale al mundo esos ideales no concuerdan en absoluto. «Yo creo que todos somos Quijotes hoy. Todos hemos leído libros importantes, como la Constitución o la Declaración de los Derechos del Hombre, que nos hablan de que somos sociedades buenas, tolerantes, libres, democráticas, con libertad, igualdad y fraternidad... pero cuando salimos a la realidad, como el Quijote, con esos ideales, lo que nos encontramos es egoísmo, competición, lucha por imponerse sobre el otro, el deseo de ganar más... todo eso choca con nuestras constituciones de caballería».
La ansiedad no debía existir en la época del Quijote, hace saber Sánchez Aguilar. «Lo que vive es una locura, simplemente. Un choque entre un ideal y la realidad, no era ansiedad, sino un delirio». ¿Qué pasaría si Don Quijote tuviera redes sociales? Es una pregunta que aparece en la novela. Ya en 'Factbook' desarrolló este tema, y ahora en 'Los que escuchan', donde recorre todas las formas de la ansiedad y el miedo que definen la sociedad contemporánea, aborda la cuestión de la burbuja.
«Las redes sociales potencian el individualismo contemporáneo, se amplifica muchísimo. Tenemos una imagen de marca y lo que queremos es que esa imagen cotice bien, bien sea para ligar, para vender libros, para caer bien, o para conseguir el amor. Estamos haciendo marketing de nosotros constantemente. Nos sale hacerlo constantemente. Y ese efecto burbuja hace que también queramos relacionarnos solo con los que piensan como nosotros».
Una generación de gran calidad
Sánchez Aguilar pertenece a una excelente generación de narradores surgidos en la Región de Murcia; no solo hay grandes novelistas, sino también poetas, ensayistas, guionistas, cuentistas. Todos son buenos compañeros de viaje. «Es una maravilla», insiste.
«Puedo pasarme meses leyendo solo narrativa murciana, ensayo murciano y poesía murciana, y hay una calidad inmensa. No quiero dar nombres, porque sería infinito, pero hablando de un género del que se habla poco, 'El hombre transparente', de Javier Moreno, está a un nivel brutal. No necesito a un ensayista más. Para mí es el ensayo del año, o de la década. En todos los géneros hay muy buenos representantes, y aunque no hay patrones comunes a nivel estético, estoy muy contento de que la vida me haya regalado la amistad de muchos de ellos, porque además es que nos lo pasamos bien. Es una fiesta continua estar en Murcia, hay una calidad y un compañerismo muy grandes».
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