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Diario de escritura (XXXVII)
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Te levantas temprano y te sientas a terminar el índice onomástico del libro de ensayos. Nunca habías hecho uno tan exhaustivo. Todos los nombres que citas, todas las obras, todas las referencias. Es un proceso lento, pero necesario.
A media mañana, vuelves al fisio. El gemelo continúa molestándote y cada día lo tienes más cargado. A la hora, regresas dolorido y prosigues con el índice. Comes rápido. No duermes la siesta. Solo quieres terminarlo.
A finales de la tarde, lo acabas y envías por correo el libro al editor. Ese es el momento más placentero. El tono del correo saliente. El sonido de la satisfacción. Después, limpias la mesa y colocas los libros en las estanterías. Otro ritual gozoso.
Te quedas un momento sin saber qué hacer. Es lo primero que terminas en esta casa. El primer libro. A fin de año. Casi con el tiempo justo. Lo habías previsto así, pero no imaginabas que pudieras conseguirlo.
No quieres ponerte inmediatamente a hacer nada. Necesitas descompresión. Saldrías a andar, pero la pierna te duele. Así que ves casi del tirón la segunda temporada de 'Fleabag'. Es una obra maestra. La terminas emocionado.
Te despiertas temprano, sin razón aparente. Retomas la lectura de 'Alegría', de Manuel Vilas.
Aperitivo en la ciudad. Hoy, más tranquilo. Cogéis mesa y buen sitio. Raquel se va y te quedas con Leo. Mientras buscáis un sitio para el postre y una copa antes de volver a casa, os encontráis a los chicos de La Mano Robada. Van hacia el Espacio Incógnita. Han organizado una fiesta (Perrea y rodea). Os asomáis a ver qué tal eso.
La música se escucha desde la calle de al lado. Tomáis una cerveza y en menos de diez minutos llega la policía. Algún vecino ha tenido que avisarla. Era cuestión de tiempo. Mientras los chicos negocian con los agentes, entra Néstor, que estaba mirando la fiesta por streaming y ha visto llegar el coche patrulla. Aguantáis unos minutos más entre susurros. Cuando se va la policía, la música regresa. Más baja, eso sí.
Quisieras quedarte a perrear, pero el gemelo no te deja. Vuelves a casa y duermes una pequeña siesta. Después, te sientas en el despacho y abres el cuaderno. Necesitas hacer balance antes de la cena.
Ha sido un año extraño. Todo se ha transformado. El 1 de enero te ingresaron con la vesícula a punto de explotar y te la extirparon. En junio, el menisco. Os habéis mudado a la ciudad. Has vendido la casa que te legaron tus padres. Se han roto cosas que creías eternas y que quedarán para siempre en la memoria. Un año de felicidad paradójica. En cada alegría, el latido de la nostalgia.
Cojeando llegas a la casa de tu cuñada. Hoy sí que estás lúcido. La conversación fluye y también el júbilo. Por supuesto, habláis sobre el vestido de Cristina Pedroche. Empoderamiento también es vestirse con un chándal de tactel.
No termináis demasiado tarde. Regresáis a casa y sigues leyendo un poco de 'Alegría'. Nochevieja tranquila. La que necesitabas.
Terminas de leer 'Alegría'. Hay momentos emocionantes. Páginas incluso mejores que 'Ordesa'. Aunque es cierto que sorprende menos porque uno ya lo espera. Pero, aun así, Vilas sabe tocar justo donde las cosas vibran. Algunas frases te hacen tener que parar y respirar para asumirlas. La relación entre el padre y el hijo. La toma de conciencia de que el amor se revela siempre en el futuro. Lo que se amó a un padre: un amor «que se esconde del presente; ocurre en el presente, pero su magnitud y su profundidad no son visibles en el tiempo presente; su visibilidad pertenece al tiempo futuro».
Ves 'El vecino', la serie de Vigalondo. Prácticamente todos los capítulos. Parece un panfleto. Los personajes se paran para soltar discursos sobre la actualidad. Es lo que dices a tus alumnos de escritura que nunca deben hacer: frenar la acción para que el personaje hable y cuente su visión del mundo. Mostrar, siempre; no contar. Y, sobre todo, no adoctrinar. La serie es un modelo de lo que está viniendo: el arte como educación moral. La moralina.
Comienzas a buscar las imágenes para el libro de ensayos. Enviaste el manuscrito y ahora tienes que encontrar las imágenes para ilustrarlo. No valen las de internet y necesitas más resolución.
Comida en el Yeguas. Alberto, Yayo, Leo, Jota, Mic, Alejandro, Rafa y Luis. Un grupo variopinto. Rápidamente conectáis. De nuevo, la alegría. Y, en el fondo, algo de orgullo por llevar a gente que quieres y admiras a tu huerta. Porque, a pesar de todo, sigues sintiéndola como tuya.
Luego, continuáis toda la tarde en la Yesería. Se para el tiempo en la conversación. Os habéis encontrado. Os reconocéis entre vosotros. Los que resistís, cenáis en el mexicano. Ni siquiera os entra el chupito de tequila. Pero volvéis a la Yesería y os quedáis hasta la madrugada. Hay días que quisieras que no acabaran jamás.
Vuelves a casa tarde, cojeando pero feliz.
La resaca es grande y lo mejor para evitarla es salir rápido de casa para que te dé el aire fresco y el cuerpo se mueva. Arreglas el móvil, compras libros, te encuentras con Isabel y Juan Antonio y paseáis por la ciudad. Llegas a casa con unos cruasanes de Glea. Estas navidades revientas.
Escribes el diario. Lo entregas sobre la bocina.
Veis varios capítulos de 'Messiah'. Varios son seis. Casi un maratón. Estás enganchado.
Debate de investidura. Ni siquiera pones la tele. Ha llegado un momento en el que ya todo te parece una impostura.
Termináis de ver 'Messiah' –te ha gustado– y salís a dar un paseo por el barrio. Entráis en la papelería Folder y te sorprende encontrar ahí tantos libros. El librero tiene mano. Te llevas 'Pura pasión', de Annie Ernaux y te vas con la promesa de volver. De camino a casa, compráis un roscón pequeño. Por la noche, os lo coméis mientras veis el 'Drácula' de la BBC. Un disparate tremendo.
Desde temprano escribes las pequeñas notas sobre la siesta. No sabes qué saldrá de ahí. En realidad, es casi un diario. Se solapa con esto que escribes aquí, aunque ahí el leitmotiv sea la siesta. No sabes siquiera si será publicable. Simplemente te apetece escribirlo.
Lees casi de un tirón 'Pura pasión'. Es un libro que te toca. Te emociona. Es pura pasión, pero también pura literatura. El libro que te gustaría escribir sobre una pasión, sobre una relación. Te ves reconocido en cada página. Parece escrito para ti. Subrayas varias reflexiones sobre la escritura: «El tiempo de la escritura nada tiene que ver con el de la pasión». También sobre la exposición del yo y la distancia entre el momento en que se escribe y el momento en que se publica: «Es un error considerar a quien escribe sobre su vida como un exhibicionista, porque este último solo tiene un deseo: mostrarse y ser visto en el mismo instante». Piensas que en este diario apenas hay distancia entre la vida y la escritura. Y que tal vez el exhibicionismo sí que esté rondando estas páginas.
Compras un roscón y meriendas. Ya no te cabe nada en el cuerpo. Necesitas que pasen estas fiestas y volver a la normalidad.
Veis 'Ser o no ser', el clásico de Lubitsch. Una comedia perfecta.
Te sigue doliendo el gemelo. Antes de acostarte, cometes el error de entrar en internet. «Dolor en el gemelo izquierdo», pones en el buscador. También puede ser un trombo, sugieren algunas páginas. Te desvelas y ya no puedes dormirte. Regresa la hipocondría. Y la idea de que puedas morirte en cualquier instante. Tienes que tomarte una Dormidina para conciliar el sueño. Ni siquiera te acuerdas de que de un momento a otro llegarán los Reyes Magos.
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