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Diario de escritura (XXXIII)
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Lunes 2 de diciembre
El carpintero no acaba de terminar. Como dice Raquel, Ghiberti tardó menos tiempo en esculpir las Puertas del Paraíso.
En la universidad trabajas en uno de los capítulos del libro de Akal. Estéticas Migratorias. Vuelves a cosas que escribiste hace años y ahora las encuentras lejanas. Has perdido las ganas y la destreza. Así ya no sabes escribir.
Continúas toda la tarde y apenas modificas unos párrafos. Solo al final parece que fluye, como si hubieras necesitado un periodo de adecuación. Familiarizarte con tu propio lenguaje.
Comienzas a ver otra nueva versión de 'La Guerra de los Mundos'. Cualquier invasión extraterrestre te sigue manteniendo pegado a la pantalla.
Antes de irte a la cama, llega la noticia de la muerte de Mabel. Te quedas helado y sin habla. Se ha ido demasiado pronto. El último día que la viste, en una charla en el CENDEAC, tenías prisa y no pudiste prestarle demasiada atención. Quería mostrarte sus nuevos trabajos. Te dio su tarjeta y le prometiste que la llamarías para quedar. No lo hiciste. Te acuestas afligido y con una amarga sensación de culpa.
Martes 3 de diciembre
Tienes pesadillas toda la noche y te despiertas cansado. En clase, hoy regresas a Benjamin. Esta vez sí le haces justicia y transmites sus ideas con pasión. Al menos, esa es tu sensación.
Llueve con fuerza. Regresa la DANA a la Región. También el miedo. Y, de nuevo, el desastre en algunos lugares. La emergencia climática es real.
Por la tarde, taller de escritura. El tono y la voz, lo más difícil de conseguir en una narración.
Lees con mucho placer 'Null Island', la nueva novela de Javier Moreno. Es, sin duda, el mejor escritor de vuestra 'generación murciana'. El más inteligente y el que mejor escribe. Siempre lo has dicho. Si fuera francés o americano, estaría hace mucho tiempo en el Olimpo literario. Su prosa precisa y su manera de cartografiar la realidad del presente no tienen nada que envidiar a Don DeLillo o a Michel Houellebecq. 'Alma' es su mejor novela. Pero 'Null Island' no está lejos. Por momentos, la supera.
Miércoles 4 de diciembre
Cumpleaños de Raquel. No podéis celebrarlo como querríais, pero compras una pequeña tarta de galletas y unas velas para que sople y pida un deseo. Aunque dijo que no hicieras nada, sabes que le hace ilusión. No importa los años que cumpla, sigue siendo una niña. Se entusiasma con detalles pequeños. Igual que tú. En el fondo, no habéis terminado de crecer.
Terminas a medianoche de leer 'Null Island'. El final es uno de los más bellos que has leído jamás. Te quedas unos segundos en shock. Hay algo que te ha tocado. Después, te levantas y aplaudes. Como cuando acaba una gran representación. Hay finales que valen por sí mismos. Unas últimas páginas que justifican y dan sentido a todo lo demás. El de 'Null Island' es uno de ellos. No sientes envidia por no haberlo escrito tú. Sólo admiración sincera y felicidad literaria.
Jueves 5 de diciembre
Mañana de clase. Te demoras más de la cuenta porque no has preparado suficiente material y aún quedan varias semanas. Llegas justo con lo que tienes y debes preparar algún tema más.
Por la tarde, presentación de 'Null Island' en Expolibro. Conversación filosófica sobre la novela. Estás lúcido, pero tal vez menos divertido de la cuenta. O más cansado.
Después, cena. Todos juntos. Te toca pedir y siempre pides mal. O no llegas o te pasas. Esta vez te pasas. Acompañas a Raquel a casa y regresas con los demás. Bebes cerveza sin alcohol, sidra, Sprite y Coca-Cola light. No te emborrachas, pero te ensucias el estómago.
Notas enseguida el aliento de la gente. Ese que no percibes cuando bebes. También la falta de sentido de algunas conversaciones. El alcohol te regala paciencia y hoy no la tienes. Pero sobre todo estás cansado. Esta noche y esta semana. El semestre se te está haciendo eterno. Necesitas reposo y tranquilidad para escribir
De camino a casa te encuentras con Mar. ¿La última?, te pregunta. En otras circunstancias habrías dicho que sí. Hoy es que no. Mañana quieres estar lúcido. La sobriedad también te sirve para tomar decisiones.
Viernes 6 de diciembre
No haces en Twitter una sola broma sobre la constitución. Cada vez te censuras más. Pasas la mañana escribiendo el diario. La semana ha sido intensa, necesitas descansar.
A finales de la mañana, el carpintero pone la manivela de la puerta principal. Aunque es fiesta, ha venido para terminar. Pero aún le falta algo, dice. Las pletinas del suelo. Las pondrá el lunes. Es la tarea infinita.
Por la tarde, vienen a tu casa a hacerte una entrevista. Esta vez no vomitas sobre nadie. Son tus alumnos, que ruedan un documental para una asignatura y te preguntan sobre 'El bebedor de lágrimas', el libro de arte que ilustró Javier Pérez hace ahora más de diez años. La casa está hecha un desastre y los metes a todos en tu despacho. Parece el camarote de los Hermanos Marx.
Cuando se van, abres 'Vislumbres'. Es un libro bello, entre el dietario y el ensayo. La caja negra del pensamiento de Georges Didi-Huberman. Te gustaría escribir algún día un libro así.
Pedís unas pizzas y comenzáis a ver 'El irlandés'. Todo te suena a ya visto. La abandonáis antes de tiempo. Ya le daréis otra oportunidad.
Sábado 7 de diciembre
Almuerzo en el Yeguas con tus hermanos. Al salir del coche, percibes el frío y la humedad de la huerta. Te hiela los huesos.
No bebes. Apenas una gota de vino con gaseosa. Compras lotería y cupones.
Después, te acercas a IKEA a recoger un pedido. No sabes de dónde ha salido tanta gente. Es lo más parecido al infierno. Al menos no tienes que hacer toda la ruta interior. No concibes una condena mayor.
En casa, montáis una lámpara y dos estanterías bajas para el despacho. Esta vez es rápido. Cuando termináis, Raquel propone que salgáis a ver el encendido del árbol de la plaza circular. Hay más gente aún que en IKEA. A lo lejos se oye a Chenoa, pero no se puede caminar por las calles. Acabáis tomando un café en la otra punta de la ciudad.
De regreso a casa, entráis en Artnueve y os quedáis de nuevo prendados de la obra de Pablo Genovés. Algo así, piensas, vendría bien en el salón. Y te sorprende ese pensamiento. Porque hasta ahora nunca habías concebido el arte como decoración. Siempre lo has analizado desde el punto de vista conceptual. El sentido, el significado, lo que la obra hace y dice. Pero ahora buscas algo bello, atractivo, grande y horizontal.
Veis 'I am a Mother'. De nuevo, una distopía. La rebelión de las máquinas.
Vuelves a tener pesadillas. Regresan los extraterrestres.
Domingo 8 de diciembre
Día tranquilo. Deberías preparar las clases de la próxima semana, pero prefieres sentarte a escribir. Ya comienzas a ver el fin del libro de ensayos. Hoy terminas de revisar el texto sobre estéticas migratorias y consigues ponerle fin. Los dos siguientes -sobre temporalidad y migración- también te cuestan. Es como si ya no supieras, o no pudieras, escribir lo que escribiste. Parecen textos ajenos y trabajas más como editor que como autor. Si tienes que introducir un párrafo nuevo, pueden pasar días para redactarlo.
De alguna manera, este libro cierra una etapa. Los últimos diez años de investigación. Y lo que más deseas ahora es quitártelo de encima. Es la promesa que te has hecho. Terminarlo para iniciar la novela.
Acabar de escribir para poder comenzar a escribir.
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