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Diario de escritura XXIX
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Tiempo por venir ·
Despiertas y la casa está ordenada. Los libros en su sitio. La vida en su lugar. Abres un cuaderno en el despacho y comienzas a planificar la escritura de los próximos meses. Necesitas ordenar el tiempo por venir.
Lees un artículo que afirma que dormir la siesta alarga la vida. Según Mathew Walker, estamos programados para dormir con un patrón de sueño bifásico. La pequeña cabezada de después de comer es fundamental para que el cuerpo funcione correctamente. Siempre lo has intuido. Por eso la siesta es para ti innegociable. Aunque la duermes más por placer que por necesidad. Hay algo de goce absoluto en la decisión de dormir y frenar el tiempo cuando supuestamente uno debería estar trabajando. Una suerte de pereza activa. Por la noche uno tiene que acostarse, pero la siesta es un acto de puro hedonismo. Tal vez el más placentero de todos.
Por la tarde estás en casa. Lees en el sillón del despacho con un café con leche al lado mientras suena Alvö Part. Terminas 'Hiere, negra espina', la novela de Claude Louis-Combet sobre la relación trágica e incestuosa del poeta Georg Trakl con su hermana. Es un libro terrible, pero también lleno de belleza. Una prosa lírica y preciosista en el límite de lo poético. Y una visión más allá del juicio moral, que intenta comprender un amor prohibido e imposible.
Al acabar la lectura, te encuentras en la tele con el debate electoral de los candidatos a la presidencia del Gobierno. Es soporífero. En el límite de la vergüenza. El menos malo de los cinco es pésimo.
Mañana de reuniones y burocracia. Informes, formularios, papeles que no entiendes, pero tienes que rellenar.
Retomas con Raquel la ruta de la tapa del barrio. Ya os reconocen en los bares.
Después de la siesta, escribes un texto para la exposición de Rocío Kunst. Te interesan sus fotografías de interiores oscuros e inquietantes. Esbozas el texto en un folio y luego sale de un tirón. La casa escribe.
Comienzas a leer la nueva novela de Manuel Vilas. Aunque tienes varios libros sobre la mesita de noche, la has comprado por la mañana porque no podías esperar a leerla. O a comenzar a leerla. Y es que hay algo que te gusta aún más que leer: empezar a leer. Es la pasión del inicio. Abrir un libro y encontrarte ahí un mundo nuevo. Luego terminarlos es otra cosa; dejas muchos a la mitad. Te sucede igual en la vida. Has empezado tantas cosas…
Temprano, entrevista en RNE. Luego, tutorías de TFG y TFM. En clase casi no hay nadie. Hablas sobre Freud y su interpretación de la obra de Leonardo. Vuelves a leer este artículo clásico del psicoanálisis del arte y te sorprende una vez más la modernidad de la prosa de Freud. A pesar de sus argumentos trasnochados.
Por la tarde, club de lectura en la biblioteca del Carmen. Aunque estás a gusto, hoy se te hace algo más larga. Hay días en los que hablas para los demás y tú casi no te escuchas. Otros, sin embargo, no puedes dejar de oírte. Hoy es uno de esos días. Y todo te suena a ya dicho.
Llegas a casa a tiempo para ver ganar al Madrid.
Escribes toda la mañana. Terminas los textos pendientes y vas liberándote de tareas enquistadas. Dices que no a varios nuevos compromisos. Te prometes no escribir más textos de encargo durante un tiempo.
Por la tarde, suceden muchas cosas en Murcia al mismo tiempo y te cuesta decidir. Te acercas al final a la conferencia de Paula Bonet. Te sorprende la cantidad de gente joven en la Biblioteca. Un motivo de esperanza.
Después, te quedas al concierto de Marcelo Criminal. No encuentras el término preciso para describir lo que hace. Simplemente te seduce y te divierte. Te reconoces en su dejadez, en su timidez y también en su ironía y en su humor extraño.
Cuando todo acaba, te quedas con Miriam, María y Elena y charláis sobre series y mundos ocultos. Hace frío, pero disfrutas de la compañía. A partir de esta semana, los collages de Miriam van a ilustrar el diario. Te gustan sus asociaciones inesperadas de realidades que pertenecen a espacios visuales diferentes.
Hoy tienes clase toda la mañana. Una práctica sobre un texto de Mieke Bal. A los alumnos les cuesta entrar, pero intentas hacerlo fácil y construyes su biografía intelectual. Para explicar su teoría de la lectura, tienes que remontarte al postestructuralismo y, para eso, al estructuralismo, y para eso a Ferdinand de Saussure… y así pasas la mañana: yendo hacia atrás en el tiempo para, después, poder llegar al presente. Acabas la clase reventado.
Por la noche, visita a Murcia Gastronómica. Termináis en la Yesería. José Manuel, Leo, Rafa, Dani y tú. Hoy iba a ser tranquilo. Pero no lo es tanto. Quieres ir a la sala REM. Te gusta la idea de poder volver andando a casa desde ahí. Más de una vez te fuiste caminando de vuelta hasta Los Dolores.
Cuando llegas con José Manuel hay una cola larga, pero tú tienes un llavero VIP que te dieron cuando abrieron la sala. Intentáis entrar, pero el portero dice que eso ya no sirve. Si quieres entrar, comenta, ponte a la cola; es lo que hay. Son las tres y pico y tú en realidad solo querías hacer la gracia de entrar para volver a casa desde allí. Así que no haces cola y te vas a casa. Tu objeto mágico ha caducado. Pero la magia persiste. Es vivir en Murcia. Es estar cerca de todo. Es esta nueva vida por vivir.
Mañana tranquila. Tocas el piano, lees, respondes e-mails. Piensas en que podrías escribir, pero también en que es sábado y quieres estar en casa sin hacer nada.
A media tarde, ves ganar de nuevo al Madrid. Después, cena familiar en el mexicano. Una copa rápida y a casa. Tampoco está mal dosificar.
Temprano, te acercas con Raquel al colegio electoral. Votáis a la menos mala de las opciones.
Después, respondes una entrevista sobre el malditismo en el arte y la literatura. No sabes por qué te preguntan a ti. Es una cuestión que no te interesa especialmente. Más bien, todo lo contrario: no puedes con la idea del escritor maldito ni con la pose del genio sublime y atormentado. Hace tiempo que se convirtió en una performance caduca y reaccionaria.
Por la tarde, mientras meriendas un café con leche y unas galletas, notas que una galleta entra perfectamente en la taza que estás utilizando. Tienes que comerte la segunda para darte cuenta de la taza es ligeramente más grande que las demás -en las que la galleta no puede entrar hasta el fondo-. No lo habías comprobado durante los varios años que tienes esta taza roja de la Universidad de Cornell. Y sin embargo intuías esa mínima variación de tamaño. Tal vez un milímetro. Algo casi imperceptible. Por eso era la primera que utilizabas tras sacarla del lavavajillas. Lo intuías y ahora lo sabes. Es una pequeña certeza que te llena de felicidad.
Te has fijado en la taza porque estás leyendo 'Alegría', el libro de Vilas que continúa la escritura de 'Ordesa'. Sigues sorprendido por el modo en que Vilas narra la cotidianidad. Y también por su manera de mirar los objetos, de detener el tiempo y observar la complejidad de lo cercano.
A finales de la noche, se conocen los resultados electorales. Vox ha ganado en Murcia. Miras a Raquel con incredulidad. Ni siquiera te salen los chistes en Twitter. Tienes ganas de llorar. Te acuestas sin entender nada. Pero esto es la democracia. La noche oscura de la democracia.
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