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Tutorías toda la mañana. Mientras llegan los alumnos, ordenas las estanterías del despacho. Poco a poco vas llevándote libros de casa para ir creando allí también un lugar de trabajo. Tal vez nunca hayas conseguido escribir nada allí porque no estabas rodeado de los suficientes libros. Ahora, parapetado, sientes que hay algo que te protege. Una cierta energía que proviene de los libros y que te hace trabajar por contaminación. Una batería de recarga exterior. Y también una imagen de la mente. Porque al fin y al cabo eso es una biblioteca, una materialización de intereses e inquietudes. Una especie de segundo cerebro que también piensa y ayuda a escribir.
Por la tarde, ordenas el trastero y los armarios y encuentras ropa que hace años que no te pones. Algunas camisas y chaquetas están sin estrenar. Las compraste porque te gustaban y pretendías adelgazar. Nunca lo conseguiste. Encontrar ahí esa ropa es también darte de bruces con deseos frustrados y futuros nunca alcanzados. Ahora sabes que ese adelgazamiento tal vez nunca llegue. O que cuando llegue, la ropa ya será de otra época. Así que decides donar todo lo que no te pones. Por viejo, porque ya no te viene o porque nunca te ha venido.
Comienzas a leer los relatos del CreaMurcia. Desde que comenzaste los talleres de narrativa lees de un modo diferente. En un primer vistazo puedes ver claramente cosas que antes eran invisibles. Es sin duda lo mejor de «enseñar» a escribir, que uno aprende a leer mejor.
En la radio, hablas con Ginés Sánchez sobre las novelas situadas en la huerta. Los dos convenís que Murcia es un sitio como cualquier otro. Ni más local ni menos universal que Missouri, Berlín o Madrid.
Al terminar la radio, comes con Alberto y Senjo. Las historias de Alberto sobre el mundo de la música te hipnotizan. Los festivales y los conciertos desde dentro. Sigue siendo una pasión frustrada. Al menos te gustaría algún día escribir una novela sobre ese mundo.
Visitas a la Julia y dices que en la radio han preguntado por ella. ¿Y cómo me conocen esos zagales?, pregunta. Julia, contestas, es que eres un personaje de ficción.
Tutorías y clases. Introducción general a la noción de Historia del Arte. Descompones los términos y acabas yéndote a los griegos. Después ya no sabes cómo volver.
Al llegar a casa te encuentras con el primer ejemplar de 'Demasiado tarde para volver'. Lo abres y te embarga la emoción. Por muchos motivos. También es un libro especial. No importa lo que uno haya publicado, cada libro ilusiona. La sensación de hojearlo y tocarlo siempre te conduce a la infancia. Al niño con su juguete soñado. En el fondo, eso es un libro publicado: un sueño cumplido.
A lo lejos, se convocan elecciones. Un gran disparate. Y un fracaso para la clase política. Deberían dimitir todos. Uno detrás de otro.
Por la tarde, quedas con Rocío para hablar de su obra. Te interesa el modo en que su fotografía trabaja con la sombra y el espacio íntimo. Después, te acercas a la exposición de Sergio Porlán en Art Nueve. Apenas puedes entrar. Nunca habías visto tanta gente en la galería. Sergio es un artista increíble. Sutil, inteligente y preciso. Pero además es una persona maravillosa. En todos los sentidos. Esta noche todos lo quieren.
Comienzas en serio a empaquetar libros para la mudanza. Las estanterías son como agujeros negros. No sabes ya dónde situar las cajas. La casa comienza a parecerse a un almacén.
El estrés físico y mental empieza a pasar factura. Aparece, como siempre, bajo la forma del orzuelo. El síntoma del trauma.
A media tarde, club de lectura en la biblioteca de Bullas. Es el primero después del verano. Te cuesta entrar en la historia más que de costumbre. Ya queda lejos en el tiempo. Sin embargo, rápidamente vuelve. No se va de ahí. Falta mucho para que puedas escapar de ella.
Mañana de empaquetar y hacer gestiones. Entrevista con David en el Mercado de Correos. Dices cosas demasiado sinceras. Cruzas los dedos para que no se le vaya la mano con el titular.
Por la tarde, inauguración de la exposición 'Tríplex' en el Centro Párraga. Tu intención es pasarte a saludar y regresar pronto a casa. Pero enseguida el plan se transforma. Y con la primera cerveza te animas. Llega Ana. También están Pablo, Aurelia, Mª Ángeles. Después comienza la ruta. La noche es tan larga que ahora, al escribir, te cuesta recordarla. Pasáis por el bar de Paco. Carlos, Isabel, Ana y tú. Llega Sergio y vais a Bizz'art. Después, al Musik. Os vais encontrando gente. Cuando todo cierra, entráis al Blacky y tienes que mediar para que no le peguen a un poeta. Salís de allí y continuáis charlando en el sofá de Sergio. Quedáis Isabel, Lorena y tú. No dormís. Desayunáis un pastel de carne en Espinosa. Os tomáis unos carajillos haciendo tiempo hasta que abra el Luis del Rosario. Allí, vermuts y caballitos. Te cruzas con gente por la calle. Intentas no saludar. Las gafas de sol te protegen. Tratas también de no hablar para que no se note. Estás más cansado que ebrio. Y aun así, hay algo de heroicidad en continuar. En que no se acabe la fiesta. La alegría de estar los tres, charlando, sin fin, enfatizando la amistad, la vitalidad, el seguir vivos. Aunque el mundo se desmorone. Estar ahí. Resistir hasta el último momento. Llegáis incluso al Tontódromo y ahí todavía os entran unas patatas bravas y unas cervezas. Las caras ya son de muerte. Pero tras los ojos vidriosos late la alegría de la noche. Sabes que quedará en la memoria. Por la amistad, por el momento. Por todo lo que sucede, sin cesar.
Y tú, en todo momento, no cesas de narrar la noche en tu cabeza. Es una odisea. Es la noche larga de 'Eyes Wide Shut'. Muchas cosas una detrás de la otra. Y también la sensación de que esta va a ser la última celebración en la que regreses a tu casa de Los Dolores. Eso también está ahí. La idea de que es el último regreso al lugar en el que has estado viviendo quince años. La última fiesta.
Cuando llegas a casa a las cuatro y media de la tarde, el pueblo entero está de celebración. En la calle los altavoces a toda mecha. También parece el fin del mundo. Aun así, caes rendido. Raquel te mira como diciendo «no tienes remedio». Tú le devuelves la mirada como diciendo «se me ha ido de las manos». Y te acuestas a dormir.
Por la noche, no puedes cenar y todo te da vueltas. Intentas ver un episodio de 'Carnival Row', pero las hadas te confunden.
Te levantas sin resaca. Solo te duele el cuerpo. Sigues metiendo libros en cajas. Después, comida en casa de la madre de Raquel. Marcelino trae una botella de Cinzano y tú finges que te apetece todo. No te cabe más alcohol ni comida, pero comes y bebes. Hasta el licor de café.
Por la noche, ves ganar al Madrid. Al fin parece algo serio. Antes de dormir, intentas leer 'Máquinas como yo'. Se te mezclan las palabras. Estás nervioso. Mañana ya nada tendrá remedio.
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