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Serie 'Tizones'. Carmen Cantabella
Diario de escritura (XLIV)

Diario de escritura (XLIV)

Domingo, 1 de marzo 2020, 08:35

Lunes 17 de febrero

Te levantas temprano y escribes varias páginas del librito sobre la siesta. Te sale del tirón y sientes que la escritura fluye. Cortas a mediodía y te acercas al Centro de Cualificación Turística donde participas como jurado en la Tapa del año. Yayo te invitó y te apeteció la idea. No eres profesional de la cocina, pero alguna tapa has comido a lo largo de tu vida. En el jurado también están Alberto y Paloma. Rápidamente congeniáis y, después de probar las tapas, tomáis un gin-tonic en El Bosque Animado. Uno solo, decís todos. Y a las nueve de la noche todavía seguís allí, contándoos la vida como si fueseis hermanos del alma.

Alguien se acerca a pedir dinero y dice que os va a mostrar algo que nunca habíais visto: una mano de seis dedos. La tarde es rara.

Se suma Ana, cenáis todos juntos y después continuáis en Revólver. Es de esos días en los que el tiempo exterior se frena y no importan las cosas pendientes: tan solo estar ahí. Hasta el final. Apurar el momento precioso de la amistad naciente.

Martes 18 de febrero

La resaca con la que te levantas no es normal. Aguantas como puedes la reunión de departamento y solo quieres regresar a casa para dormir la siesta. No sirve de mucho, y sigues cansado. Te duermes en el fisio mientras te ponen las corrientes. Al terminar, sales corriendo para la junta directiva de la Asociación de Críticos de Arte. Son demasiadas las cosas en las que estás metido. En todas se te ocurren ideas y propuestas. En ninguna puedes llevarlas a cabo.

Vuelves a casa para cenar y, de repente, te sientes lúcido y con fuerzas.

Continúas leyendo 'Vivir abajo' y se reafirma la sensación que Faverón está a la altura del mejor Bolaño. Es una novela inmensa.

Miércoles 19 de febrero

Despiertas tranquilo y descansado. Has dormido bien. Sueños por fin reparadores, como hacía mucho tiempo.

La mañana se pasa entre tutorías de TFG y reuniones en la universidad.

Por la tarde, de camino al fisio, pasas por calles por las que nunca habías transitado. Andas lento, por el dolor del gemelo, pero también por disfrutar de la ciudad como si fueras un extranjero. Te viene a la cabeza en ese momento la idea de pasar por todas y cada una de las calles de Murcia, desde las avenidas más grandes hasta los callejones más pequeños y anodinos. Lo anotas en un cuaderno como un proyecto futuro. Cada semana, calles nuevas. Y vivir así en una ciudad familiar y extraña al mismo tiempo.

Te matriculas en un gimnasio. Aunque solo sea por la piscina. Tu cuerpo ya lo necesita. Por bienestar y también porque ya empieza a no venirte la ropa y no quieres comprar nada nuevo.

Relees 'Intento de escapada' para la edición de bolsillo que próximamente sacará Anagrama. Es la primera vez que la lees desde que la escribiste hace ya ocho años. Solo habías vuelto a algunos fragmentos en recitales o presentaciones. Pero nunca habías tenido que volver a leer la novela entera.

La experiencia te inquieta. Hay párrafos que hoy escribirías de otra manera. También algunos diálogos. Sientes que ahora eres mejor escritor. Y, sin embargo, al mismo tiempo, hay partes que hoy no sabrías escribir. Especialmente, la propia historia, la estructura, el desarrollo. No serías capaz de volverlo a hacer. Todo en la vida tiene su tiempo. Y esa historia la escribiste en el momento en que solicitaba ser escrita. Eso sí, sientes que funciona. Y, sobre todo, que tendría una buena película. Mucho más que cualquiera de las historias que has escrito.

Jueves 20 de febrero

En clase hablas de Baudelaire y la experiencia estética de la modernidad. Después de años y años dando vueltas a las mismas cosas, has llegado a un nivel de síntesis que está en el límite de ser entendido. Casi una caricatura. La modernidad: nuevos tiempos y nuevos espacios. La experiencia moderna: desincronización con esos nuevos tiempos acelerados y desubicación en esos espacios cambiantes. Y ya estaría.

Coméis en el Mesón de Pepe. Es casi un reencuentro con Raquel. Estas semanas la ves poco y la echas de menos.

Por la tarde, tutoría de tesis con Patricia. Es prácticamente una conferencia privada sobre el tiempo y el arte. Acabas extenuado y con la cabeza echando humo.

De camino a casa, te sientes pesado y te cuesta andar.

Viernes 21 de febrero

Dos horas de clase sobre Courbet y Manet. Ahora sí que sientes que conectas. Lo ves en la cara de los estudiantes. Sobre todo, cuando hablas del escándalo que supuso el arte de estos dos pintores, la ruptura con lo establecido y el inicio del arte moderno como puesta en cuestión de todas las certidumbres (éticas y estéticas).

Después, vas a nadar a la piscina. Llevas sin hacerlo más de medio año. Desde que te operaron del menisco. Hoy te cansas rápido, pero al salir del agua te sientes bien.

En la siesta sueñas que flotas. Y algo de esa sensación permanece cuando te despiertas.

Cenas con Leo y luego tomáis una copa. Esta vez es corto. Lo agradeces cuando te metes bajo el edredón. Al día siguiente hay que trabajar.

Sábado 22 de febrero

Tranquilo en casa toda la mañana. Suplementos culturales y escritura.

Comienzas a leer 'Intimidad', la novela de Rosa Moncayo que presentas el próximo jueves en Madrid. Te interesa el modo en que retrata la fragilidad del cuerpo.

Noche de pizza y película. Veis 'Ad Astra' y os aburrís como ostras. Es demasiado pretenciosa. Tal vez en el cine la belleza de las imágenes te habría llegado más adentro. En la televisión no siempre funciona lo apabullante.

Después, os encontráis.

Domingo 23 de febrero

Toda la mañana escribiendo. Desde hace un tiempo, utilizas papel secante para que la tinta de la pluma no manche las hojas del cuaderno. Te gusta el ritual. Antes de pasar la página. Cubrirla con esa hoja de papel como quien limpia la sangre de una herida. También te gusta observar cómo el papel secante se va pareciendo cada vez más a una pintura abstracta. Ahí están los restos de la tinta. De algún modo, también los restos de la escritura, la sobra de las historias. Se te pasa por la cabeza la idea de exponerlos como libros en negativo.

Haces un hervido con Raquel al teléfono. Como si fuera un tutorial. Por fin te sale bien. A tus cuarenta y dos años has aprendido a cenar sano. Nunca es tarde.

Ves 'ColdWar' y te enamoras de la historia. Lo tiene todo para encandilarte. La música, el amor imposible, la estética..., es una película bella. En todos los sentidos. Sin embargo, hay al final algo de impostura que le hace perder la magia. La narración no funciona, se reduce tanto a lo esencial que la historia no empapa. Por lo general, menos es más. La simplicidad de forma suele conducir a la complejidad de experiencia. Pero otras veces, menos es menos. Y hay historias que necesitan tiempo y desarrollo para que los personajes evolucionen y no sean meros esbozos. Esto es lo que te sucede con esa película, que la percibes como un esbozo. Un dibujo bello y hermoso que te toca y te punza, pero también una promesa incumplida, que te deja fuera por lo que no ha logrado ser.

Aun así, te vas a la cama emocionado, con la historia en la retina y la música sonando aún en tu cabeza. Te acuestas solo, pero duermes acompañado.

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