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Serie 'Tizones'. Carmen Cantabella
Diario de escritura (XLII)

Diario de escritura (XLII)

Tiempo por venir ·

Domingo, 16 de febrero 2020, 09:46

Lunes 3 de febrero

Fisio temprano. La rotura no mejora. Después, continúas preparando la conferencia sobre el 'Angelus Novus'. Se te resiste la parte de Paul Klee y solo al final todo adquiere sentido. Si tuvieras tiempo, de ahí podría salir un buen texto. Lo anotas en tu lista de 'cosas para hacer algún día, con tiempo'.

Muere George Steiner. Recuerdas la primera vez que escuchaste hablar de él. Francisco Jarauta -sin duda, el mejor profesor que has tenido- lo mencionó en clase de Estética. Esa misma tarde, con los pocos ahorros que tenías, saliste a comprar 'Errata', su biografía intelectual, y la devoraste con pasión. Más tarde, entre otras cosas, leíste 'Presencias reales' y 'Nostalgia del absoluto'. Y aunque no lo hayas citado demasiado en tus textos, sus ideas han sido centrales para ti. Te ocurre a menudo -te pasó, por ejemplo, con Handke-: autores que te influyen tanto, que sus pensamientos acaban confundiéndose con los tuyos. Tal vez esa sea la verdadera potencia del humanista: la transmisión de ideas y la transformación de un modo de pensar.

Ves el primer capítulo de la segunda temporada de 'Project Blue Book'. Te fascina el universo mistérico en torno al accidente de Roswell, la religiosidad que gira en torno a los ovnis. Precisamente de eso hablaba Steiner en 'Nostalgia de lo absoluto', la necesidad que tenemos de buscar algo que dé sentido a nuestra existencia. Un absoluto capaz de explicar el mundo.

Martes 4 de febrero

Día largo de trenes. Murcia-Alicante-Valladolid. Terminas el PowerPoint de la conferencia, envías mails y dormitas. Durante el trayecto te enteras de la muerte José Luis Cuerda. Como tantos otros, has disfrutado con 'Amanece, que no es poco' y la has visto tantas veces que has llegado a memorizar escenas enteras. Hace unos años, hiciste con Raquel la ruta amanecista y visitaste los pueblos donde se filmó la película. Cuerda creó una mitología, un reino especial, una especie de surrealismo ibérico mezclado con un realismo mágico de pueblo español, todo filtrado por una mente excepcional: 'su realismo mágico'.

Steiner te hizo pensar. Cuerda te hizo reír. Los dos forman parte de tu vida. Esa vida que se nutre de los que te rodean, pero también de aquellos que nunca has conocido y jamás sabrán lo importantes que son para ti.

En Valladolid, antes de la charla, alguien te pregunta por tu gemelo. Te sorprende que las intimidades que relatas en este diario lleguen tan lejos.

La charla sale mejor de lo esperado. Te sientes lúcido y cómodo. Por supuesto, al final tienes que arrebatarlo todo porque has preparado material para varias horas. Aun así, ha merecido la pena el esfuerzo.

Lo único malo es el poco tiempo que estarás en la ciudad. Nunca habías visitado Valladolid y tan solo puedes ver el Patio Herreriano. Javier está realizando un trabajo estupendo en el Museo.

Os tomáis unos vinos tras la conferencia y disfrutas de la compañía. Todo está exquisito; incluso la ensaladilla rusa. Al despediros alguien comenta que eres de Murcia y el camarero dice que pasó un tiempo ahí. Es donde aprendió a hacer la ensaladilla. Todo tiene sentido.

Te acuestas cansado, pero satisfecho. Intentas leer, pero no puedes. Duermes de un tirón y te despiertas a las seis de la mañana sin necesidad de despertador.

Miércoles 5 de febrero

En el tren lees el manuscrito de la novela de una amiga, contestas mails y anotas ideas para futuros libros. Lees también la entrevista póstuma de Nuccio Ordine a George Steiner. Está llena de sabiduría. Te gusta especialmente lo que dice sobre el valor de la amistad y también sobre el malentendido, «cómo a veces un instante insignificante puede transformarse en un hecho decisivo en la vida. Es un riesgo que corremos a menudo. Un gesto sin importancia, una simple palabra, en un solo segundo, pueden causar verdaderas tragedias».

Llegas a casa cansado. Por la noche ves varios episodios de 'Crashing' y después empiezas a leer 'Vivir abajo', la novela de Gustavo Faverón. Es tan monumental que has decido adentrarte en ella poquito a poco.

Duermes solo. Raquel se queda esta noche con su madre. Te desvelas a media noche y, por alguna razón que no entiendes, comienzas a pensar en la posibilidad de regresar a tu novela sobre la fotografía postmortem.

Jueves 6 de febrero

Fisio temprano. Justo después, clase sobre el concepto de 'Arte' en Filosofía. Aún no has logrado conectar con los alumnos.

Llegas con el tiempo justo a la tertulia de la radio. Vas a tener que darte un descanso este cuatrimestre para evitar el estrés y algún accidente.

Comes en casa de Mercedes. Después, fisio de nuevo. Regresas a casa con la sensación de que, ahora sí, por fin, el dolor comienza a aliviarse.

Veis un episodio de 'Project Blue Book'. Te acuestas pensando en la próxima novela.

Viernes 7 de febrero

Clase temprano. Intentas explicar el surgimiento de la institución arte y las transformaciones que dan lugar al arte contemporáneo.

Después, fisio. Ya comienzas a estar harto.

Por la tarde, en el centro municipal de Santiago y Zaraiche, conferencia sobre por qué no gusta el arte contemporáneo. Dos horas seguidas sin parar y sin beber agua. Demasiado para el cuerpo un viernes por la tarde.

Por la noche, de nuevo solo, ves 'Los muertos no mueren', la película de zombis de Jim Jarmusch. Y antes de acostarte, comienzas a leer 'Mimodrama de una ciudad muerta', la novela sobre un tanatopractor que Álvaro Colomer escribió hace casi veinte años. Tienes pesadillas. Te desvelas y vuelve otra vez la necesidad de escribir esa historia que dejaste abandonada.

Sábado 8 de febrero

Retomas el ensayo sobre la siesta. Retomar es volver a leer lo escrito. Meterte de nuevo en los argumentos. No es comenzar, pero se le parece mucho. Volver a engrasar la maquinaria. Y lo más difícil: volver a apasionarte con el texto. Es el peligro mayor de abandonar proyectos, que no regrese la ilusión. El peligro de los cortes. Esta vez lo has sentido. Y tienes que volver a esbozarlo todo en un cuaderno para tomar carrerilla.

Sales a caminar por la tarde y notas por primera vez que el gemelo aguanta y puedes pisar sin dolor. Disfrutas del paseo, como si estuvieses andando por primera vez, experimentando la excepcionalidad de un acto tan común. Sólo prestamos atención a lo que perdemos.

En El Sur, comentas la novela de Ángela. Después te quedas con Marta e intentáis vencer el silencio. Las palabras acaban llegando. Algunas duelen y otras curan. Todas son necesarias.

Domingo 9 de febrero

Te levantas con dolor de cabeza y preparas la maleta para el viaje a Barcelona. Las siete horas de tren dan para mucho. Ves 'Klaus' y te emocionas. Eres de lágrima fácil. Escribes varias páginas del ensayo sobre la siesta y avanzas en la formulación de la tesis. Incluso abres un documento y recomienzas la novela sobre la fotografía para ver si funciona. Los dedos escriben solos y al llegar a Barcelona te convences de que esta y no otra es la historia que tienes que escribir ahora. La habías abandonado porque se te cruzó una novela de ciencia ficción. Pero ahora, sin saber muy bien la razón, regresa del pasado y reclama ser escrita.

Es extraño cómo van y vienen las cosas. Y también los caminos por los que regresan. Tampoco sabes si el regreso es permanente. Tal vez comiences a escribir y de nuevo tengas que abandonar porque la historia de ciencia ficción retorne con fuerza. Eso no puedes saberlo. Lo único que sabes ahora es que quieres sentarte a escribir esta historia.

En Barcelona, después de cenar, tomas unas copas con Lola. Celebráis su nuevo libro y os preparáis el encuentro literario del día siguiente. El premio Biblioteca Breve. Llegas con ganas de encontrarte con amigos y escritores. Pero también es cierto que ahora mismo quisieras estar en casa y amanecer mañana frente a la pantalla del ordenador.

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