Diario de escritura (XCIII)
TIEMPO POR VENIR ·
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TIEMPO POR VENIR ·
Mañana de gestiones en la universidad. Convocáis un consejo de departamento, estudiáis el presupuesto, las facturas, los papeles pendientes de firmas... Te cuesta entender realmente ... lo que estás viendo. Es como si la burocracia y tú hablaseis en idiomas distintos. Siempre ha sido así. Pero estás decidido a no dejarte vencer por el papeleo. Cueste lo que cueste.
A media tarde, te quitan los puntos de la rodilla. Ya puedes soltar la muleta. Parece que todo va bien.
Después, continúas con el papeleo: tratas de actualizar el currículo en la aplicación informática. Se te va la tarde entera para introducir tres artículos y un libro. Es exasperante. Necesitas paciencia. Cada día, una cosa.
Por la noche, veis 'Fauda'. Vas cogiendo cariño a los personajes. Por alguna razón extraña, todos los rostros y expresiones te suenan de algo. No de actores, sino de gente de la calle. Quizá por eso es todo tan creíble.
Clases por la mañana. Se te hace cuesta arriba al final y acabas cansado. Algunos días quisieras tirar la mascarilla por la ventana.
Después, gestiones. Ya las llamas así: tiempo de hacer cosas que quitan tiempo, pero no sirven para mucho.
Ada Colau deja Twitter. Dice que ya no compensa. Las cosas buenas de la Red han sido empañadas por la jauría humana. Cada vez más, se parece a una jungla llena de trampas y peligros. Es una guerra. La gente es peor en Twitter, dice. Y algo de razón tiene. Aunque tal vez la cuestión deba formularse de otra manera: la gente es mejor en la vida real, en el cuerpo a cuerpo. No es que en las redes sea peor, sino que ahí se muestra tal y como es, desplegando su verdadero yo. Sobre eso, entre otras cosas, escribe Agustín Fernández Mallo en su nuevo libro, 'La mirada invisible': somos más nosotros mismos en la máscara de la Red que en la propia realidad –que también es una máscara–.
Barbería, temprano. Después, clases y reuniones. Hablas de los accionistas vieneses y del arte extremo. Muchas de esas transgresiones hoy serían absolutamente impensables. O serían aún más transgresoras. Más de cincuenta años después. La sociedad no siempre se mueve hacia delante.
Por la tarde, grabas dos vídeos, uno para la biblioteca y otro para la editorial francesa que traduce tu novela. En los dos se te nota leer. Si la cosa sigue así –y parece que ya no tiene vuelta atrás–, vas a tener que comprarte un teleprónter o algo parecido. Los tiempos del escritor que se dedicaba solo a escribir parecen haber concluido. Ha llegado el momento del escritor-broadcaster. Y eso cansa.
Preparas la práctica del viernes sobre crítica de arte, ves el partido de Champions –el Madrid aguanta– y continúas leyendo 'La anomalía'. Hoy eres capaz de hacerlo todo a la vez.
Escribes temprano el diario y lo envías.
Quedas con Leo para hablar del 'podcast' y hacéis algunas pruebas de grabación. Después, comienzas a leer una tesis doctoral sobre la creación del contexto artístico institucional en la Barcelona de los 90. Subrayas, tomas notas y aprendes. Desde el principio, tienes la sensación de que habla de algo que ya no conoces. Llevas algún tiempo fuera del mundo arte y has perdido el pulso.
Llueve y hace frío. Todo el día te duele la rodilla. Tal vez sea el cambio de temperatura. Eso decía tu madre y ahora sabes que es verdad.
Cada día eres más consciente de la edad. Hoy lo compruebas en la rodilla, pero también cuando ves por Instagram el evento que ha organizado Espacio Incógnita: 'Autoincógnita', una acción artística que convierte el espacio en una especie de servicio de arte rápido que se recoge con el coche, como un McAuto. 'Fast Art', arte precario, arte que nos habla desde la actualidad y el puro presente. Te interesa mucho lo que hacen estos artistas, pero al mismo tiempo eres consciente de la distancia generacional que os separa. ¿En qué momento puede desistir uno de la actualidad? ¿Cuándo deja de ser moderno?
Los punks de hoy son los conservadores de mañana, escuchas decir a Ignacio Peyró en una entrevista. Sabes que hay algo de verdad. Te gustaría conservar esa actitud abierta hacia la novedad, estar atento a todo lo que surge... Pero no se puede estar a todo. Escribir libros, estar en Twitch jugando a videojuegos, disfrutar de todo lo nuevo... Al menos, tú ya no. Es difícil. Hay un momento en el que debes ser consciente de que hay realidades que no vas a poder comprender ni saborear. Te bastará con no demonizarlas, con pensar que tú también un día fuiste joven y alternativo. Pero ya no. O ya no como antes.
Toda la mañana en una práctica. Hablas sobre la crítica de arte, criterios críticos y formas de escritura.
Al terminar, comes en Mi Méjico con Leo, Dani y Rafa. Pedís lo más picante y a ti se te olvida que ya no tienes vesícula. Luego más tarde lo recuerdas. Tomáis una copa después en El Bosque Animado. Te quedarías toda la tarde, pero tienes que ir a recibir a Mieke Bal, que viene este fin de semana a Murcia. Mientras os sentáis a charlar y tomar un vino, os cae un diluvio encima.
Vuelves a casa en taxi porque la rodilla hoy no te da más de sí.
Por la noche, veis 'Una obra maestra'. Te resulta inverosímil, sobre todo la manera ingenua en la que aparece retratado el mundo del arte contemporáneo.
Te levantas con dolor de cabeza del vino de ayer. Coges el coche por primera vez en estas semanas y sales para Valencia. Viajas con Rafa y recoges en Orihuela a Aarón. Este mediodía participáis en una charla en VeleseVents.
El contexto es agradable. Hace buen día, sol, brisa. Os invitan a comer y a beber.
En la charla, habláis de libros y música, pero sobre todo de tecnología, de lo difícil que es encontrar algo nuevo, de lo que quedará del pasado, de la nostalgia del futuro... En un momento, mencionáis a Benjamin y Adorno y Rafa os mira como diciéndoos que se os ha ido de madre la cosa. Luego os lo confirma: nadie entendía de qué estabais hablando. Hoy no os importa: a veces también está bien subir un poco y no estar todo el tiempo en el barro.
Tras la charla, seguís allí hasta que cierran, a las seis de la tarde. Después, continuáis la conversación en la casa en la que os quedáis. La noche se alarga, pero no es oscura ni alberga horrores.
Te levantas con dolor de cabeza. Menos del esperado.
En el viaje de vuelta, Rafa te hace una sesión de música privada y comenta todas las canciones. Te da la medida de todo aquello que ignoras. Has llegado tarde a ese mundo y sigues descubriéndolo. Cada vez eres más consciente de todo aquello que no sabes.
Pasáis por Elda y almorzáis con Daniel y Rosa. Tomáis una cerveza en la plaza mayor y vuelven todos los recuerdos. Tu primera novia era de ahí y viajabas todos los fines de semana en el autobús. Aquello fue hace veinte años y no has regresado desde entonces. Hoy no puedes evitar pensar en aquel futuro que no fue, en las decisiones y en los azares, en lo que está en nuestra mano y en lo que llega sin haberlo buscado.
Por la tarde, después de una siesta larga, contestas todos los 'mails' del viernes y sábado. A eso te dedicas ahora. Vienen a miles.
En las redes se habla de la entrevista de Évole a Miguel Bosé. Es un conspiranoico de manual. Pero el pensamiento es libre y está en su derecho de decir lo que quiera. El problema son los medios y la cobertura que le dan.
Antes de acostarte, preparas la entrevista con Mieke Bal. Mañana temprano tienes que grabar un vídeo sobre su último libro, 'Lexicón para el análisis cultural'. Se te hacen las tantas de la madrugada en la relecturay te cuesta trabajo dormirte. Te sigue acompañando una nostalgia extraña. Es el recuerdo de aquel joven que pisó las calles de Elda. El tiempo ha pasado volando. Ya no eres el mismo. Pero tampoco eres aún –eso al menos quieres creer– todo aquello contra lo que luchaste a los veinte años.
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