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'Chrhox'. Ricardo Escavy
Diario de escritura (LXXVII)

Diario de escritura (LXXVII)

TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 3 de enero 2021, 08:19

Lunes 21 de diciembre

Entrenador personal por la mañana. Antes, avanzas la novela. Escribes de siete a nueve y media y logras visualizar por fin un personaje. Es extraño, después de haber escrito un primer borrador entero, solo hoy distingues a Luis. La cámara colgada del cuello y la perilla te hace verlo como si estuviera delante de tus ojos, como si fijases su imagen a tu retina. Estaba ahí, en el recuerdo de la protagonista, pero no tenía vida. Y solo hoy, por un gesto, por dos pinceladas, el personaje se define y aparece.

Después del entrenamiento estás cansado y solo puedes hacer gestiones. Convocas los exámenes. Subes documentos al aula virtual.

Noticias sobre una nueva cepa aún más contagiosa. Miedo, incertidumbre. Frenada en seco de las expectativas. Por la tarde, logras escribir algo más. El cansancio físico rebaja el ímpetu de la escritura.

Veis 'The Mandalorian'. La estructura narrativa no puede ser más simple. La consecución del objeto del objeto de deseo se va demorando y siempre se repite. El mandaloriano llega a un sitio, pregunta, le dan la información, pero antes tiene que ayudar a quien se la proporciona. El héroe que va deshaciendo entuertos, como Don Quijote, como Kung-Fu, como el fugitivo. Es demasiado evidente. Demasiado simple. Y, aun así, es adictiva.

Martes 22 de diciembre

Siempre recuerdas el día. Hace 22 años que llamaste por teléfono a Raquel para invitarla a salir. No os tocó la lotería que comprasteis y le dijiste que si dejaba que 'le tocara el gordo'. Primera broma en 22 años de chistes y risas. Es, sin duda, lo que más te enamora de alguien: el sentido del humor. El sentido del amor.

Tres horas de clase. Las últimas del cuatrimestre. Terminas con la Historia del Arte feminista. Ha sido una experiencia este año. A pesar de la distancia y la mascarilla. Has percibido una sintonía, especialmente en los que han venido a clase. En la pantalla ha sido diferente. La presencia sigue siendo esencial. El aplauso final te emociona y le da sentido a estos meses raros.

Por la tarde, clase magistral de Alejandro Zambra en el Club Renacimiento. Conversáis con él y os cuenta cómo ha escrito sus libros. Todo lo que dice está lleno de sabiduría. Es uno de los grandes, de esos que quedarán.

Miércoles 23 de diciembre

Te levantas temprano y logras terminar otro capítulo de la novela.

A media mañana, os hacéis un test de antígenos para la cena de Nochebuena. Temías la varilla en la nariz, pero sorprendentemente no notas nada. El test es negativo. Os abrazáis al salir.

De nuevo, noticias sobre el virus. Las noticias sobre la inminencia de la vacuna, que deberían traer optimismo, quedan ensombrecidas por las de una nueva variante, aún más contagiosa que la nueva cepa... Es el mito de Sísifo, la sensación de que todo se viene abajo cuando comenzaba a llegar el final.

Haces compras en el barrio. Sigues estando a gusto aquí. Y sigues siendo consciente de la alegría. Vistalegre, piensas, qué nombre más certero.

Termináis 'The Mandalorian'. Es una película larga. Hay que ser muy fan de la serie para seguirla. Es fácil, repetitiva, con la estructura narrativa de los Powers Rangers. Tiros y acción inverosímil. Entretenimiento sin ningún tipo de aditivos. Tal vez eso sea lo que se necesite. Pero a ti se te queda corto.

Jueves 24 de diciembre

Escribes temprano el diario. Después, entrenador personal. Sabes que a lo largo del día vas a engordar todo lo que pierdas esta mañana. Terminas cansado. Te duchas y tomas un taxi hasta Molina. Allí, Don Fluor y Alberto Cantúa tocan en varias plazas de la ciudad.

Bebéis unas cervezas mientras los veis actuar. Sois los groupies de la amistad. Cuando versionan 'Rincón exquisito' no podéis evitar emocionaros. Quizá sea también porque cualquier cosa ahora emociona. O porque veis el pasado y el futuro dándose la mano, el lugar en el que estabais y al que deseáis regresar. Aquellos conciertos, aquella felicidad. En un tiempo por venir.

A las seis volvéis a casa. No te llega a parecer mal del todo esa medida. Es el momento justo de volver. Otros años, continuabas el tardeo casi hasta la hora de la cena.

Llegas a casa y te pones a tocar la guitarra. Los tres acordes que sabes. Se te clava la espinita de la música cada vez que ves tocar a los amigos. Cenáis en casa de tu cuñada. Ventanas abiertas y mascarilla puesta. Tus cuñados traen los vinos. Os enseñan a apreciarlos. Tú solo sabes beberlos.

Conforme avanza la noche, va llegando el cansancio del día. El toque de queda te salva de dormirte en mitad de la velada. Caes en la cama con todo tu peso.

Viernes 25 de diciembre

Al levantarte caes en la cuenta de que ayer apenas pensaste en lo que implican estas fechas. En realidad, la Navidad se rompió cuando murió tu padre y a tu madre le dio el ictus. La casa grande de la huerta se convirtió entonces en un lugar atravesado por la tristeza. Y las últimas Navidades fueron más de un tiempo de duelo que otra cosa. Lo que ahora celebras es la alegría inmediata, lo que queda, pero sabes que detrás de todo se encuentra siempre el vacío. Solo lo evitas cuando frenas el recuerdo. Y, paradójicamente, sin recuerdo, estas fechas son solo una fiesta más.

Decidís quedaros en casa y pasáis el día en pijama. Lees 'Los chicos de la Nickel', la novela con la que Colson Whitehead ha ganado el Pulitzer. Es un libro demasiado perfecto. Estructura clásica, personajes perfilados, prosa elegante, compromiso social... El único fallo quizá sea su corrección. Tan aseada y precisa que acaba dejándote frío.

Sábado 26 de diciembre

Comida en casa de tu hermano. El helor de la huerta también trae consigo el pasado. El frío de las mañanas y el recuerdo de las noches junto al fuego, la mesa camilla, el brasero, la necesidad de cercanía.

Comentas en la comida que en casa ahora estáis a gusto con la calefacción de gas, pero que este año no acaba de calentar. Tu sobrina te dice que tienes que purgar los radiadores y es lo que haces nada más llegar. Como eres la persona más torpe del mundo, dejas abierta la bomba de presión de la caldera y todo se llena de agua. Parece una cascada. Afortunadamente, lo solucionáis a tiempo.

Veis 'El hombre que inventó la Navidad'. Muy mala también. El estereotipo del escritor y la búsqueda de la inspiración. Después, pones un momento el documental 'Diego Maradona', de Asif Kapadia, y te quedas pegado al sofá hasta la medianoche.

Domingo 27 de diciembre

Te despiertas con las imágenes de la primera vacunada en España. El nombre propio. Es por fin una buena noticia. Sabes que queda mucho, pero te emocionas cuando ves a Araceli santiguarse antes de recibir el pinchazo. Es el principio del fin. Uno de los principios. De uno de los fines.

Veis '30 monedas'. Cada vez mejor y mejor. Se ha convertido en una de las rutinas del domingo: desayunar viendo esta serie.

En coche, de camino hacia la casa de la Julia, pasas por Los Dolores y, quizá porque viviste ahí casi quince años, imaginas la llegada de los nuevos tiempos en ese lugar. La gente saliendo a la calle, la alegría... Imágenes del fin de una guerra o de una invasión. Las que el cine te ha metido en la cabeza. Sabes que no será así el final de esto, que irá poco a poco, lentamente, que no habrá un día, sino que paulatinamente, con suerte, las cosas irán volviendo a su lugar. Pero aún así lo imaginas. Y hoy, al menos durante un momento, te asalta la alegría.

Por la tarde comienzas a leer 'Wattebled', de Paco Gómez. Te interesa la reflexión sobre la fotografía, pero también la investigación. Disfrutaste mucho con 'Los Modlin'. En realidad, lo que hace es una obra de arte. Un libro de imágenes que está en el límite entre la 'performance' y la literatura.

Esbozas un capítulo de la novela. El último de la primera parte. De nuevo, tienes dudas sobre qué novela quieres hacer. Mientras piensas, en tu cabeza se perfila una historia, pero cuando te pones a escribir toma forma otra.

Veis 'Quien a hierro mata'. Muy correcta. Complejidad en la trama. Te inspira para escribir.

Te encierras por la noche y continúas esbozando el capítulo. Escribes unas frases rápidas y te das cuenta de que funcionan mejor que la escena elaborada. Las pinceladas, siempre mejor que el dibujo preciso. Tal vez eso sea lo que tienes que hacer. Escribir la novela como escribes este diario. Con los dedos sueltos sobre el teclado. Sin pensar demasiado las cosas. Solo escribir. Hasta el infinito y más allá.

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