Diario de escritura (LXXV)
TIEMPO POR VENIR ·
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TIEMPO POR VENIR ·
Escribes por la mañana. Sientes que fluye. Casi terminas un capítulo de la novela. Te gustaría que el tiempo se frenara ahora y pudieras continuar, pero tenéis comida familiar y debes cerrar el documento de Word.
La comida en el restaurante no sale bien. Caro, malo, lento. Juráis no volver.
Las terrazas están a reventar. Tomáis un gin-tonic y volvéis a casa.
Por la noche duermes mal. Estás ansioso.
Intentas escribir por la mañana. No estás lúcido. Tienes que dejar la novela a un lado para centrarte en un texto sobre la pereza que se te ha atragantado. Lo ideal habría sido decir que no. Pero creías que iba a ser fácil y el tema te tentó. Ahora, incluso después de haber gastado tiempo en él, preferirías no hacerlo.
Visitas a tu sobrino. Os hace un cochinillo en la casa nueva, la casa de tu libro sobre la siesta. Es extraño, te vas apropiando de tu alrededor a través de la literatura.
Por la tarde, continúas el texto sobre la pereza, pero sigues atascado. Miras la semana que se viene encima. Son solo tres días, pero jueves y viernes son de pesadilla. No vas a poder acercarte a la novela hasta el domingo. Estás por fingir algún tipo de dolencia para meterte en casa a escribir. Estabas en el momento mejor, en plataforma de salida, inspirado, todo moviéndose ya hacia delante. Y, de repente, este parón.
Por la noche, comenzáis a ver 'TheMandalorian'. Es fácil y entretenida.
Después, terminas de leer 'Orfeo', la novela de Richard Power cuyo inicio te había encandilado. Al final, se te ha hecho pesada. Demasiados recuerdos, demasiados 'flashbacks'. En tu novela quieres engarzar la acción con los recuerdos de la protagonista. La memoria debe aparecer como algo que acontece en el presente, no como un corte. Eso es lo más difícil de hacer: introducir el pasado de la historia sin frenar su avance. Encontrar los puntos exactos en los que el tiempo se abre y la memoria se hace presente.
Temprano, reunión con Sergio en el Cendeac. Después, clase sobre la Escuela de Frankfurt. No estás hoy lúcido. En realidad, es el agobio. Y también una especie de tristeza extraña. Contribuye a eso que te pesas y ves que has superado una barrera que te pusiste. Son los kilos de las comidas, claro. Pero también son los kilos de lo pendiente. Un peso mental que se transforma en físico.
A raíz de tu libro sobre la siesta, alguien tuitea una frase de Patricia Highsmith: «Me duermo con el problema y me despierto con la respuesta». Tiene toda la razón. El problema literario. Pero también la ansiedad y los problemas diarios. A veces solo necesitamos dormir.
Marta te regala una mascarilla negra y te alegra la mañana. Te queda perfecta. Es una de las nuevas búsquedas de esta pandemia: la de la mascarilla ideal.
Empiezas a leer 'Cien noches', la novela con la que Luisgé Martín ha ganado el Herralde. Habla del poliamor, el sexo y la diferencia entre fidelidad y lealtad. Durante un tiempo leíste bastante sobre estas cuestiones. Llegaste a plasmar esa experiencia en 'El instante de peligro', a medio camino entre la realidad y la ficción. Te sigue interesando, por supuesto. Pero sientes que comienzas a estar en otro lugar.
Subrayas una frase del libro de Luisgé: «La piel tiene dos lados, el de fuera y el de dentro. Por eso acariciar no es siempre un acto de ternura: a veces es desollamiento».
Por la mañana, terminas de esbozar el pequeño texto sobre la pereza. La tesis: hoy ser perezoso no es solo resistirse a trabajar, sino también a consumir. Esto es lo más difícil. Ese 'preferiría no hacerlo' que elimina el placer zombi del consumo.
Por la tarde, clase de máster. Se te hace eterna. Algunos estudiantes te contagian el aburrimiento y entras en un bucle peligroso. No saben que es mejor no venir a clase que venir y que se note el hastío incluso a través de la mascarilla.
Te tomas un vino con Carmen e Irene. Su atención te ha salvado la tarde.
Llegas a casa con dolor de cabeza y no se va en toda la noche.
Veis un capítulo de 'TheMandalorian'. Es puro entretenimiento. A veces también es lo que necesitas.
Hoy hace 16 años que te casaste con Raquel. Recuerdas aquel día con alegría. Un día que repetirías una y otra vez. Aunque eres consciente de que hoy habría sido diferente. La música que elegisteis las copas, los amigos... Habéis cambiado mucho en estos años –tú incluso más, lo reconoces–. Aunque en el fondo sigáis siendo los mismos. Por eso también os seguís queriendo.
Por la mañana, práctica en la universidad sobre Georges Didi-Huberman y el anacronismo de las imágenes. Es Patricia la que habla. Tú apenas apostillas algunas cuestiones. Te fascina este tema. El tiempo torbellino, la ficción del pasado, la necesidad de pensar nuestra relación temporal con las obras de arte.
Terminas justo para la tertulia de la SER. Hoy, por fin, os encontráis de modo físico. Desde marzo. La pandemia os quitó la cerveza post-radio, uno de los momentos más bonitos de la semana.
Por la tarde, tres horas de clase en el máster. Hablas sobre escritura técnica y modos de preparar un texto de investigación. Hoy se hace menos aburrido.
Cenas con Raquel en Box Experience, al lado de casa. Cada vez os gusta más el barrio. Estáis contentos con esta nueva vida por vivir.
Te levantas temprano, terminas el artículo sobre la pereza y lo envías a la revista que te lo ha solicitado. Al final ha quedado bastante digno, pero se ha llevado por delante toda la semana. Tiempo robado a la novela.
Un texto de Antonio Arco sobre el 'El arte a contratiempo' te levanta el ánimo.
Coméis en Alcantarilla. El Sol es un descubrimiento. Os tratan como si fuerais de la familia y estáis a gusto. En la terraza parece primavera. Rememoráis la anécdota del pendiente de Lola Flores y el viaje a ARCO. Contáis historias. Es curioso, muchas las conocéis ya pero cada vez que se cuentan son mejores. Tal vez sea la compañía.
Después, un gin-tonic en Joven Futura y a las nueve en casa para ver el derbi madrileño. Gana el Real Madrid.
Te levantas a las diez y media de la mañana. Hacía meses que no dormías tanto. El cuerpo lo necesitaba.
Escribes para ABABOL un pequeño texto con tu libro favorito del año. Como siempre, tienes dudas. Pero este año escoges 'El libro de las lágrimas', de Heather Christle. Lo tienes clavado desde que lo leíste.
Después de la siesta, ves acabar 'La maldición de BlyManor'. Te ha gustado. Es una serie que te habría gustado ver con Raquel. Al final, a ti te ha durado varios meses porque no encontrabas el momento de ver cosas más allá de las cenas y las comidas. No la viste con ella porque creíais que era de terror. Pero, como dice uno de los personajes, más que una historia de fantasmas, es una historia de amor. Te recuerda al título de la biografía de David Foster Wallace escrita por D.T. Max: 'Todas las historias de amor son historias de fantasmas.' Una frase llena de sentido.
Por la tarde, en el otro derbi, el murciano, gana el Real Murcia.
Retomas por fin la novela. En clase, el otro día dijiste que los resultados del trabajo intelectual se miden por semanas, no por días. Has pasado casi una semana sin tocarla. Hoy vuelves a leer todo lo que llevas escrito para meterte de nuevo en la historia. Es siempre lo más peligroso. Salir y luego no saber cómo entrar.
Recorres los cuatro capítulos de este nuevo borrador. Tratas de captar el tono, pero sobre todo la tensión. No lo logras del todo. No es automático. Tarda un tiempo en volver. Al menos te acuestas con la historia en la cabeza. Con la escena que mañana deberás comenzar a trabajar.
Tienes que decir no a todo lo que te distraiga de esto. Tratas de convencerte a ti mismo. Lo vas a hacer, lo vas a hacer, lo vas a hacer. I would prefer not to.
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