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'Piel Nómada', de Ana Martínez..
Diario de escritura (LXVIII)

Diario de escritura (LXVIII)

Domingo, 1 de noviembre 2020, 09:20

Lunes 19 de octubre

Un tuit te amarga la mañana. Las malas formas y la inquina no tienen fin. Te consuelas pensando que cada uno tiene su cruz.

Diseñas con Isabel el croquis del montaje de la exposición que en unas semanas inauguráis en el Almudí. 'Interrupciones. Tiempo suspendido'.

Te envía Javier Pérez un mensaje para decirte que el texto sobre sus dibujos le ha encantado. En cierto modo, le da sentido a la escritura. Y eso te hace pensar en para quién escribes cuando escribes un texto para un catálogo o para un artista. En realidad, tienes en mente una sola persona, un lector ideal, que es el propio artista. Y muchas veces, desafortunadamente, y con notables excepciones, ese lector ideal suele ser el único del texto. Esperas que este no sea el caso. El libro para el que ha sido escrito 'La noche en la punta de los dedos' es una obra de arte.

Llegas a la última página de tu cuaderno de esbozos y planificaciones y tienes que comenzar otro. Desde hace un tiempo, siempre tienes sobre la mesa un cuaderno abierto en el que anotas tareas o ideas para el día o la semana. Es menos que un diario o un dietario y más que una agenda. Pero nada de lo que hay en su interior merece la pena conservarse, aunque tú los guardas como memoria, sobre todo de las cosas que has ido haciendo, de las tareas que has ido cumpliendo. En ocasiones también es importante saber lo que se ha hecho y no sólo que se tiene que hacer.

Martes 20 de octubre

Regresas a la piscina tras de más de un mes de ausencia. Te cansas rápido. Necesitas volver a acostumbrarte.

Acabas con el tiempo justo para ducharte, vestirte y salir para clase. Llegas aún sudando y las gafas se te empañan con la mascarilla.Te las quitas, te las pones, hoy no hay manera de ver nada. Tampoco de respirar. Sientes que te falta el aire. Las dos horas se te hacen eternas y acabas totalmente exhausto, con la sensación de haber quemado más calorías en la clase que en la piscina.

Por la tarde, escribes el texto para el vinilo de 'Interrupciones'. Te sale más rápido de lo que imaginabas. El cansancio ha remitido y ha llegado la lucidez.

Miércoles 21 de octubre

Clase por la mañana. Winckelmann, dices, fue un 'influencer'. Y todos lo entienden mejor que si tuvieras que explicar exactamente el papel de este historiador y arqueólogo en la sociedad de la época. A veces, el lenguaje 'millennial' te facilita las cosas.

Por la tarde, en el despacho de la Universidad estás a gusto. El silencio y la soledad de las tardes te permite trabajar concentrado y sin intromisiones.

Después, recoges las nuevas gafas y tomas una cerveza rápida con Aurora antes de llegar a casa. Conversación encantadora y necesaria.

Terminas de leer 'Un verdor terrible', el extraño libro de Benjamín Labatoutque elimina las fronteras entre literatura y ciencia y narra algunas historias curiosas y fascinantes con las que aprendes y disfrutas. Historias, como la del matemático Alexander Grothendieck y su retirada del mundo, que te dejan tiempo con el corazón encogido.

Jueves 22 de octubre

Te lo dicen por la mañana: Buenafuente ha hablado de las siestas y ha mencionado tu libro en su monólogo. El científico, te llama. Te hace gracia e ilusión a partes iguales.

Tomas un café con Antonio Luis antes de que te recorte la barba. Habláis de Almodóvar y de la necesidad de encontrar modelos y referentes. Qué suerte tener su barbería en el barrio.

Comida del Eje en Mi Méjico. Llegas con tus libritos de la siesta y los dedicas con cariño. Hoy tienen una utilidad especial. Durante toda la tarde, la alegría del encuentro está mezclada con una especie de conciencia de fin, de que tal vez esta sea la última vez en tiempo que la tarde se hace noche y madrugada. Es lo que piensas durante la despedida el portal, y es también lo que piensas mientras regresas a casa por las calles desiertas. La última vez en mucho tiempo.

Viernes 23 de octubre

Desde el balcón ves a los niños en el patio del colegio. Mascarillas, grupos de seis, gorras de colores para identificar cursos... Es triste. Aunque ellos corran y jueguen como si nada estuviese ocurriendo. En su interior algo se está formando. Un imaginario, una manera de entender y experimentar el mundo en la que todas las restricciones comienzan a naturalizarse.

Compras un pollo a la ruleta para comer y te sabe a gloria.

Un repartidor os despierta de la siesta. De la siesta del viernes, la madre de todas las siestas.

Por la tarde, después de escribir el diario, lees 'Ya no será', el librito de poesía portátil de Idea Vilariño que te ha enviado la editorial. Conoces muchos de los poemas. Los vuelves a leer y vuelves a emocionarte. Especialmente con 'Ya no', el que escribió en 1958 tras su ruptura con Onetti. No puedes leerlo sin que se te erice la nuca al llegar al final: «No me abrazarás nunca /como esa noche /nunca. /No volveré a tocarte. /No te veré morir».

Os tragáis la nueva película de 'Borat'. Sacha Baron Cohen no tiene vergüenza alguna. Os alegra la noche.

Sábado 24 de octubre

Pasas la mañana leyendo una novela para la que vas a escribir una frase de faja. No puedes evitar la envidia sana de encontrarte con una novela terminada y a punto de ser publicada. Tienes ganas ya de volver a meterte en la tuya.

El Madrid-Barça te quita la siesta. Otra vez. Al menos gana. Pero qué mal juegan todos.

Comienzas a esbozar el texto para el catálogo de 'Interrupciones'.No tienes ganas de escribir hoy y todo sale forzado. Así que decides frenar. Intentas tocar algo al piano. Pero tampoco te apetece.En realidad, no te apetece nada. Estás desconcentrado para todo hoy.

Por la noche, intentáis ver tres películas, pero no acabáis ninguna. Ya no soportas treinta minutos malos. Te pasa como con los libros. Hay mucho que ver y leer. Cada vez tienes menos aguante. Será la edad. No sabes si eso es bueno o malo.

Domingo 25 de octubre

Desde bien temprano ya se escuchan rumores. La posibilidad del toque de queda. No lo entiendes demasiado. Por supuesto, por el sentido y la historia del término, pero especialmente por la aleatoriedad de todo lo que sucede. A mediodía comparece Pedro Sánchez. Vuelve el estado de alarma. Seis meses. Y esta misma noche entra en vigor el toque de queda.

Pasas el día pegado a la pantalla, leyendo noticias y reacciones en las redes. No es igual que la primera vez que se decretó, en marzo, la incertidumbre es otra, pero tu inquietud es, si cabe, mayor. Los datos son terribles y es necesario hacer algo. Y entiendes que un estado de alarma quizá sea fundamental. Pero ahora, a diferencia de la primera vez, cada vez confías menos en las medidas y en el conocimiento de quienes las toman. La experiencia y la rutina cambia la percepción de las cosas. Antes todo era nuevo, parecía el fin del mundo, pero el futuro –ese que vendría al llegar el verano–, aunque incierto, estaba en el horizonte. Ahora, en cambio, el futuro parece que nunca acaba de llegar. Todos los planes se han ido viniendo abajo, uno detrás de otro. Y nadie sabe nada de nada. Eso te descorazona.

Por la noche, a las once te asomas al balcón. Escuchas el silencio. Experimentas un vértigo extraño. Te acuestas con un regusto amargo en la boca y te cuesta trabajo dormir.

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