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Temprano, análisis de sangre y electro para el preoperatorio de la operación de menisco.
Llegas justo para el preparador personal. Las agujetas no se te ... van nunca. Lo único bueno de la lesión es librarte de las sentadillas.
Después, gestiones en la universidad. Poco a poco van llegando papeles y facturas.
Continúas releyendo la novela. Te encuentras ahora en la parte baja de la montaña rusa. Hoy te gusta menos lo que revisas. Poco después de la mitad de la novela, hay un momento en el que todo comienza a caerse y sólo emerge al final, que sí te convence. Debes buscar el modo de arreglar esa parte. Ahora mismo no lo encuentras. Acabas a media noche, con la cabeza llena de palabras, aún sin tiempo para asumir todo lo que has leído.
En clase, hablas de la obra de Robert Smithson. Es unas figuras centrales. Cada vez que vuelves a él, te ves atrapado por su sentido circular del tiempo y su concepción del arte más allá de los límites de la galería. También por su reflexión sobre las ruinas de la modernidad. Hay artistas que te reconcilian con el arte y te hacen pensar que no estás en el lado equivocado.
Después, acudes con Alberto al evento gastronómico de Murcia Inspira. Tras la tercera cerveza, todo os parece maravilloso. Te habías prometido beber y comer menos. Pero no hay manera. Tendrías que irte a una isla desierta.
Continuáis un poquito más en El Bosque Animado. Llegas a casa con dolor de cabeza. Veis tres episodios de 'Hierro' y se te pasa.
Clase por la mañana. La última antes de vacaciones. Se queda colgado el Zoom y tienes que cortar antes de tiempo.
Al terminar, gestiones del departamento. De momento, vas aguantando bien. Ya llegará el agobio, te dices. Y temes que sea así.
Mientras coméis, termináis de ver la primera temporada de 'Hierro'. El último capítulo es decepcionante. Os deja con mal sabor de boca, pero os ha resultado tan grato el camino que decidís ver la segunda temporada.
Casi sin siesta, entrevista con Fermín sobre 'El don de la siesta'. Estás cansado y poco lúcido. Aun así, sales airoso. Después, café con Ricardo, que te regala una de las imágenes que apareció en este diario. Mientras vuelves a casa con la serigrafía bajo el brazo, piensas en la cantidad de obras bellas que han acompañado tus palabras. Como las piezas contundentes de FOD que ilustran estas semanas. Con él van veintitrés artistas. Y faltan dos más para completar el diario. Debes hacer algo al acabar. Tal vez una exposición. Ya lo pensarás.
La traductora de la versión francesa de 'El dolor de los demás' te escribe con algunas dudas sobre la novela. Una principal: el título. Parece que no acaba de funcionar la traducción literal ('La douleur des autres'). Demasiado ensayística, dice. Propone otra que no acaba de desagradarte: 'Veinte años más tarde' ('Vingt ans plus tard'). Aunque no habla de la tesis del libro, es más narrativo; en sí mismo cuenta una historia. De hecho, llegaste a barajarlo al principio. Igual que 'Cabezo', 'El fin del mundo' o 'Todos los llantos del pasado'. Afortunadamente, al final llegó el título correcto.
Es curioso, piensas ahora, el único título que has mantenido desde el principio ha sido 'El instante de peligro' –e incluso este llegó a ser 'La imagen verdadera'–.
Con esta nueva novela también estás 'fuera de título'. El original con el comenzaste a escribirla ya no funciona. Y ninguno de los que has probado te ha dejado satisfecho. Aunque aún no es el momento para obsesionarte con el título –falta todavía mucho para terminar el libro–, sí que comienza a ser necesario para reacomodar las piezas del puzle. Al final, un título es también un horizonte, algo que marca el camino. Y hay un instante en el que debe comenzar a entreverse, aunque sea en la lejanía.
Despiertas bien temprano y te sientas frente al borrador impreso. Estos días has ido pensando una manera de arreglar eso que creías que no tenía solución. En tres horas, antes de salir para el entrenador personal, trabajas esa solución. Requería reordenar algunos capítulos e introducir algunas escenas nuevas. Consigues hacerlo. Aunque el resultado es que la novela se acerque más al thriller y tampoco quieres eso. La tensión y el misterio puede arrebatar el sentido último de lo que pretendes contar, que es un historia de reconciliación con la vida a través de la muerte.
Mientras escribes, no puedes obviar el doble ruido de fondo. Por un lado, el cambio de poderes en el Ayuntamiento. Deseas lo mejor al equipo entrante. Era necesario el cambio. Sólo lo sientes por algunas personas que apreciabas del anterior equipo. Profesionales entregados. Ojalá los que han llegado también lo sean.
El otro ruido también lleva un rato sonando: los ecos del documental sobre Rocío Carrasco. Es cierto que es importante que se hable de maltrato y se visibilice la violencia, pero convertirlo todo en un espectáculo morboso quizá no sea la mejor fórmula. El medio y el contexto condicionan tanto el mensaje que lo convierten algo muy alejado de su posible sentido original: acaba transmutado en telebasura, absolutamente indistinguible de todo lo demás. Puro espectáculo monetizado.
Por la tarde, reunión virtual en la Facultad. Después, pasas por la inauguración de la exposición de Pablo Capitán del Río en Artnueve. Desde fuera, parece el fin de una fiesta: botellas rotas en el suelo de la galería. Sólo al acercarte observas la sutileza: son esculturas de resina que representan botellas abiertas, desechas, dobles, crecidas, menguadas..., como una suerte de mutación de la materia. Igual que los espejos rotos o incluso las esquinas disimuladas que transforman el espacio. Uno entra a la galería y, sin saberlo, se encuentra de inmediato en mundo que se parece a este, pero que se ha transformado levemente. Es el arte que te interesa, el que se produce en el terreno de lo invisible, de lo apenas perceptible. El arte sutil que, más que imponerse, trata de escapar a la mirada.
Escribes temprano el diario. Después, continúas con el arreglo de esa parte de la novela que no acaba de funcionar. Vas introduciendo las modificaciones poco a poco. A veces es una frase, un párrafo, una escena. Eso requiere recolocarlo todo. Esta vez es posible que funcione. No podrás saberlo hasta que lo escribas y lo vuelvas a leer.
Café con Leo en el Bosque Animado. Después vienen Antonio y Daniel. También allí te entrevistas con Pepe. Parece que es tu despacho ahora.
Estás bien y a gusto. Aunque de tu cabeza no se va la necesidad de volver a casa y escribir. Sin embargo, te quedas hasta el final. No quieres perderte el presente. Saboreas el ahora, la amistad y lo inesperado. Y más pizzas de la cuenta.
Hoy te dedicas casi exclusivamente a borrar. Párrafos, tramas e incluso un capítulo. Podrías reutilizar algo, pero decides eliminarlo directamente. A veces es más fácil construir que reformar.
En las noticias no cesan de aparecer imágenes del barco encallado en el Canal de Suez. El comercio global paralizado por un atasco. El discurso de la desmaterialización de la experiencia y el mundo virtual puesto en evidencia. Una grieta en el sistema.
Por la noche veis terminar la segunda temporada 'Hierro'. Cierra bien. Merece la pena. Buena serie.
Continúas escribiendo por la mañana. Después, comida copiosa. El omeprazol vive contigo.
A la vuelta a casa, compráis la cena en Guillén. Pastel, empanadilla y palo catalán. Recordáis vuestros años en Los Dolores. Volvéis a pisar la calle Alhambra. Está cerrado el bar ruidoso. No podéis evitar mirar hacia la que fuera vuestra casa. Las luces del salón están encendidas. ¿De qué color habrán pintado las paredes? ¿Cómo habrán colocado los muebles? ¿Habrán cambiado el espejo del baño?
Esa incertidumbre te hace pensar. A veces quisieras volver a entrar, mirar desde la ventana del que fuera tu despacho y ver el descampado, volver a sentarte en el sofá del salón, aunque fuese unos minutos. Pero enseguida piensas que sería desolador. Contemplar la casa transformada, con otro olor, otros muebles, otra vida que ya no es la vuestra.
Durante quince años fuisteis felices allí. La casa os acompaña en la memoria. Es mejor que siga allí para siempre.
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