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NATURALEZA MUERTA (TRIBUTO A PICASSO) RAFAEL FUSTER
Diario de escritura (LXX)

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TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 15 de noviembre 2020, 08:25

Lunes 2 de noviembre

Pasas la mañana terminando de leer un libro para el que tienes que hacer un informe en inglés. Acabas a mediodía, antes de lo previsto. El libro es magistral y te sientes un privilegiado por leerlo antes que nadie.

Luisgé Martín gana el premio Herralde. Te alegras por él. Es un amigo, pero sobre todo es un escritor al que admiras desde que leíste 'La mujer de sombra', una de las mejores novelas que se han escrito en español en lo que va de siglo.

Conversación por la tarde con Javier Aznar para el podcast Hotel Jorge Juan. Habláis del libro de la siesta, pero también de la sociedad transparente y la relación del arte con el dolor. Estás a gusto, aunque sientes que no llegas a ser preciso en todo lo que dices. No es tu entrevista más brillante.

Martes 3 de noviembre

Desde bien temprano comienza el montaje de 'Interrupciones' en el Almudí. Es la parte que menos te atrae del comisariado. Te apasiona pensar la exposición, los artistas, teorizar, escribir el texto..., pero el trabajo en la sala se te hace cuesta arriba. Afortunadamente, en 1er Escalón sois tres y cada uno explota su parte. Ana es una bestia de la gestión e Isabel domina el espacio de la sala como nadie. Así que os complementáis. Las veces que has comisariado tú solo te ha costado demasiado.

Esta mañana estáis los tres y todo se hace más fácil. También vienen algunos artistas. Y os ayudan Carmen, Marta y Violante.

Cortas un momento para ir a clase. Tienes que terminar antes de la cuenta porque no estás centrado. No puedes dejar de pensar en que el montaje va más lento de la cuenta. Por la tarde tampoco avanzáis demasiado. Se escapa el tiempo con algunas obras y falta aún mucho por hacer para el día siguiente.

Regresas a casa cansado y con la sensación de que un día sin leer o escribir es un día perdido.

Miércoles 4 de noviembre

Llegas temprano a la sala de exposiciones y te encuentras con el disgusto: el muro no cabe donde habíais pensado. Crisis momentánea porque, sin ese muro, se rompen todos los planes. Después de un momento de incertidumbre, lográis recolocarlo y todo encaja.

Paras un momento para ir a clase. De regreso, llevas en taxi a la sala la obra que faltaba.

Al final, in extremis, acabáis el montaje por la tarde. No sabes el motivo, pero siempre ocurren estas cosas. Terminar a última hora. Es España, podría pensarse. Pero en todos los sitios donde has comisariado ha pasado algo similar. Recuerdas en particular una exposición en Nueva York. El taxista tuvo que parar el taxi porque creía que te estaba dando un infarto. Era la ansiedad de la última hora. Se inauguraba la exposición y faltaba una obra por llegar. Llegó también in extremis. En medio del cóctel, y prácticamente de incógnito, fuiste poniendo todas las cartelas.

Vuelves a casa y te acuestas antes de las diez. Ni siquiera te interesan las elecciones norteamericanas. Alguien ganará. Y no lo hará bien. Las dos opciones son: malo o peor. Aunque cualquier cosa es mejor que Trump.

Jueves 5 de noviembre

Te pilla el diluvio de camino al Almudí. En la rueda de prensa sientes aún los pantalones y los zapatos mojados.

Mientras hablan los demás, miras la exposición. Al final ha quedado bien. No te apasiona comisariar, es cierto. Pero estás contento con el resultado. Además, es vuestro tema. Lleváis tiempo trabajando sobre el tiempo y la interrupción. Y ver cómo estas obras despliegan las ideas en la sala de exposiciones te alegra especialmente.

Estás satisfecho con el trabajo. Las obras de los artistas son excepcionales. Ha merecido la pena el esfuerzo. Por eso hoy dormís la siesta y disfrutáis del momento. Pequeños instantes de felicidad. Como el gin-tonic posterior. Uno de los últimos antes de que cierren los bares. Lo degustas con placer, consciente de lo insólito de la situación.

A las nueve vuelves a casa. Faltan aún cosas por preparar para la clase del día siguiente, pero estás cansado y te acuestas sin mirar nada.

Viernes 6 de noviembre

Te levantas temprano para organizar la clase y terminar de escribir el diario. Después, cinco horas seguidas de prácticas en la universidad. No tiene sentido repetir lo mismo para cada uno de los tres grupos en lugar de hacerlo on-line. Es lo contrario al sentido común.

Terminas a las dos y media, con el cansancio de toda la semana acumulado. Intentas dormir la siesta, pero no puedes. Preparas todo para el viaje a Málaga y coges el coche. De camino diluvia. Llevas el salvoconducto y tienes que llegar antes del toque de queda. Parece que estuvieras atravesando el tiempo.

Llegas con hambre y ganas de orinar. Todo está cerrando ya y solo queda el McDonald's. Cuando vas a pagar te das cuenta de que te has dejado la cartera en el coche. Cancelas el pedido y vuelves al aparcamiento. La cartera no está en el coche –la llevabas en un bolsillo de la mochila–. Preguntas por el aseo, pero no lo encuentras. Vas cargado y está lloviendo. No crees que puedas aguantar las ganas. Compras la hamburguesa rápido y llegas al hotel. El ascensor es lento. Al llegar a la habitación, no funciona la llave. Estás por rendirte. Mientras esperas el ascensor para bajar a recepción, te das cuenta de que has leído mal el número. No es 808, sino 804. Tienes que cambiar de pasillo. La habitación está en la otra punta. El cansancio lo hace todo cuesta arriba. Consigues por fin abrir la puerta, lo dejas todo tirado en el suelo y entras corriendo al aseo. El plástico desinfectante que rodea la taza se atranca y lo arrancas con violencia. Orinas dentro de puro milagro.

Aliviado, repasas la conferencia y ajustas un poco el Power Point. Duermes de un tirón.

Sábado 7 de noviembre

A las diez y media, charla en el Centro Pompidou de Málaga. No habías estado nunca y te seduce el espacio. Estás lúcido en la conferencia. Te sale incluso mejor de lo que imaginabas. A pesar de la mascarilla, puedes sentir las miradas de complicidad. El turno de preguntas se alarga y sientes que ha merecido la pena el viaje. También por el reencuentro con amigos y por las personas que hoy por fin conoces. Personas cuyos rostros, en la comida, cuando se quitan la mascarilla, no coinciden con los que tú habías imaginado. Es curioso, sus facciones no se parecen a las que tu mente había proyectado. Pero lo más extraño es que, cuando se vuelven a poner, el rostro que vuelve no es el real, sino el que tu mente había creado. Así que ahora todo el mundo tiene para ti dos caras. La suya y la que tú has imaginado. Y en la memoria se mezclan esos dos recuerdos y aparece una cara nueva a medio camino entre las dos.

Coméis en un lugar de vinos ecológicos y termináis justo a tiempo para la siguiente charla y la mesa redonda. Después, tomáis algo rápido y tú regresas al hotel antes del toque de queda. Te compras un MaxiBon y lo disfrutas tranquilo en la habitación mientras navegas por Internet. Es cierto que falta algo en estos encuentros pandémicos, pero no te molesta tanto volver temprano y aprovechar el hotel.

Domingo 8 de noviembre

Regresas a Murcia en coche. El viaje se hace más corto que a la ida. Será que lo haces de día.

Justo antes de entrar en la Región, paras a comer. En Andalucía aún están los bares abiertos. El plato combinado con patatas y huevo frito te sabe a gloria.

Llegas tarde, pero no perdonas la siesta. Siempre que viajas en coche, necesitas descansar en la cama, sea la hora que sea, como si el cuerpo tuviese que decelerar.

Por la noche veis terminar 'Patria'. Te parece magistral. El abrazo, que dice tanto con un simple gesto, te pone un nudo en la garganta y te llena los ojos de lágrimas. Miras a Raquel y la encuentras también con la vista fija en la pantalla y los dientes apretados. Pasa un tiempo hasta que podéis hablar. Os vais en silencio a la cama, como quien sale del cine y necesita asumir lo que ha visto. La novela de Aramburu te tocó. Y esta imagen final tiene algo de esa potencia. Una emoción que atraviesa todo el cuerpo y lo hace temblar. El abrazo de la historias necesarias.

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