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Diario del confinamiento. Ángel Haro
Diario de escritura (LVI)

Diario de escritura (LVI)

TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 24 de mayo 2020, 09:07

Lunes 11 de mayo

Comienza la Fase 1 en Murcia. Se te va la mañana para hacer la convocatoria de exámenes. No te aclaras con las adaptaciones a las circunstancias actuales y acabas equivocándote varias veces.

Terminas de dar formato al ensayo de la siesta –los dos capítulos que te faltaban– y lo envías a la editorial.

Por la tarde te acercas a González Palencia. Por fin. Entras en la librería como si fueras un niño en una fábrica de chocolate. Pensabas que este momento no iba a llegar nunca. Y sobre todo temías que fuese más artificial. Pero te desinfectas las manos, te pones los guantes de plástico y, aunque las gafas se empañen con la mascarilla, flotas de felicidad. No te llevas demasiados libros para tener así excusa para volver pronto.

Por la noche, lees uno de los libros que has comprado, 'La última copa', el ensayo de Daniel Schreiber sobre el alcoholismo. Mientras lo lees piensas en tu relación con la bebida. Él habla de cómo le destrozó la vida. Dos botellas todas las noches. Continuamente. Desde luego, no es lo que bebes tú, que, salvo estas semanas de confinamiento, apenas bebías en casa más allá de una cerveza de vez en cuando. Eso es lo que te dices, que eres bebedor social. Lo que ocurre es que tienes demasiada vida social. Aun así, el libro te hace pensar. Aunque de momento no te lo planteas.

Martes 12 de mayo

Corriges prácticas. Lo haces antes de la cuenta. Ahora eres más efectivo con el tiempo.

Llega la imagen de la portada de la versión de bolsillo de 'Intento de escapada'. La colección 'Compactos' de Anagrama es para ti un mito. Casi que te hace más ilusión ver tu libro ahí que en 'Narrativas Hispánicas', la colección en la que apareció originalmente. Hay algo mágico en esos libros pequeños de colores de Anagrama. Configuran tu memoria lectora. Ahí leíste por primera vez a Auster, a Bolaño, a Hustvedt, a Vila-Matas, a Nabokov... ves la lista y te da algo de vértigo. Es un sueño sobre otro sueño.

Por la tarde, Yayo te envía un mensaje y te dice que va a tomar un café con Alicia en una terraza. No lo dudas y te acercas. También está Rafa. Pasáis la tarde en El Bosque Animado. Tanto has imaginado el reencuentro que lo vives todo con distanciamiento. Es una sensación extraña, entre la excepcionalidad absoluta y la naturalidad. «Qué felicidad, qué extraordinario, qué momento...», decís una y otra vez, como si necesitarais verbalizarlo, comunicarlo para que creeros que es verdad eso tan insólito que está sucediendo.

Por la noche, ves terminar 'Upload'. Al final, no ha estado nada mal la serie. Sin pretensiones, pero llena de reflexiones sobre la capitalización de las emociones. Incluso después de la muerte. Está entre lo disparatado y lo posible.

Miércoles 13 de mayo

Terminas de corregir prácticas por la mañana y organizas el trabajo de las próximas semanas. Aunque te siguen viniendo ideas para el ensayo, lo dejas quieto hasta la respuesta de tu editora. Necesitas distancia, aunque sea mínima, para corregirlo.

A mediodía quedas con Isabel en la plaza de Santa Catalina. Una cerveza y una marinera también te saben a gloria. Como el reencuentro. Después, un vermú en el Jota Ele. En todo momento, de nuevo, tienes la sensación de que estás haciendo algo mal. Lo ves en las miradas de los demás. O tal vez en tu interpretación de las miradas. Tendrá que pasar un tiempo para normalizar esta rutina.

La noticia: la inmunidad de grupo está lejos. Apenas el 1,5% de los murcianos tiene anticuerpos. Piensas en lo afortunados que habéis sido Raquel y tú. No en tener el virus, sino en pasarlo de ese modo leve.

Por la tarde, visitas a la Julia. No entras en la casa, la ves en el patio. Es extraño, pero es menos que nada. El vértigo está en la despedida. La Julia te suele agarrar la cara y no para hasta que da cincuenta besos. Hoy ni la abrazas ni la besas. Y guardas la distancia. A ese modo de relación no os acostumbraréis jamás.

Jueves 14 de mayo

Llueve y el día es gris.

Relees un pequeño libro de Luis Landero sobre la enfermedad –'Tumbados y resucitados'–. Comenta Landero un texto de Ortega y Gasset, 'Meditación del marco', que el filósofo escribió después de un periodo de enfermedad en el que el marco de un cuadro era uno de los pocos objetos de la habitación en los que podía «posar su mirada». Utiliza Landero este texto para hablar de lo asombroso y complejo que puede llegar a ser el mundo que habitualmente nos pasa desapercibido. 'Asombrarse es comenzar a entender', escribió precisamente Ortega. De algún modo, estas semanas han estado repletas –lo siguen estando– de pequeños asombros. Has descubierto rincones, objetos, comportamientos, gestos... escenas mínimas en las que antes no te fijabas. El mundo está lleno de detalles. Es la mirada la que los convierte en admirables.

A la editorial le ha gustado el librito sobre la siesta. Recibes el mensaje de Silvia. Finalmente saldrá en Anagrama. Lo celebras con Raquel en la terraza del Pura Cepa. El libro y sobre todo la posibilidad de celebrarlo así. Celebráis poder celebrar.

A las ocho, constatas que ya nadie aplaude. Lo que sí continúan son las caceroladas. La indignación es más perseverante que el agradecimiento.

Viernes 15 de mayo

Muere Juan Genovés. Tuviste la suerte de conocerlo, pero sobre todo de disfrutar de su pintura. Ha sido uno de los más grandes. Un artista de verdad. De su obra siempre te interesó –aparte de la belleza y la potencia estética– la tensión entre el individuo y la muchedumbre, la soledad y la comunidad, el vacío y la plenitud. Sus pinturas son teorías de la existencia. Propuestas para estar juntos en un mundo que nos expulsa y nos divide.

Por la tarde, hablas por teléfono con Marina sobre el librito de la siesta. Notas la sintonía desde el primer momento. Le ha gustado, y también en la agencia. Es una manera de comenzar a trabajar juntos. Y te hace una ilusión tremenda formar parte de su nómina de autores. Otro motivo para celebrar.

Sábado 16 de mayo

Imprimes el libro y lo vuelves a leer para corregir. Quieres enviarlo todo el lunes y poder pasar a otra cosa.

No sales en todo el día. Revisas, reescribes. No importa las veces que vuelvas sobre el texto, siempre hay sitios por los que parece que nunca has pasado.

En un descanso comienzas a ver la serie documental sobre Michael Jordan. Regresa de golpe toda tu adolescencia.

Por la noche, veis 'El asesino de los caprichos'. Se le notan todas las costuras. Cada vez te das más cuenta de cómo están construidas las historias.

Domingo 17 de mayo

De nuevo, todo el día corrigiendo el ensayito sin apenas moverte de la silla. Revisando capítulos, uno detrás de otro, como si estuvieras en una especie de trance. El trance de la corrección. Es una versión del trance de la escritura, esa suerte de posesión que se sufre a veces, cuando se entra en eso que algunos llaman 'la zona', el espacio mental en el que el mundo exterior desaparece. Es el momento mágico de la creación. Te ha sucedido varias veces. Pero también existe esta otra zona de creación, quizá más racional –porque incluye la distancia crítica–, pero igualmente mágica. Corregir, quitar comas, añadir palabras, reformular frases, cortar párrafos, introducir referencias... Es, sin duda, tu instante preferido. Es ahí donde el texto acaba de hacerse.

Acabas a medianoche. Lo dejas todo preparado para la mañana siguiente. Incluso el 'e-mail' escrito con todos los documentos adjuntos. Solo tendrás que enviarlo. Te acuestas con la sensación de que el trabajo está terminado. Estás tan cansado que no puedes dormir.

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