Borrar
'Día 51'. Ángel Haro
Diario de escritura (LIV)

Diario de escritura (LIV)

TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 10 de mayo 2020, 02:43

Lunes 27 de abril

Sales un momento a comprar y a la farmacia. Hoy la situación es diferente. Más normalidad. O eres tú, que ya lo has comenzado a asimilar todo. En el supermercado, eso sí, se ha quedado la amabilidad, el agradecimiento en cada interacción.

Llega por correo un extensor de wifi. Se te va la mañana instalándolo.

Escribes y acabas un capítulo del ensayo sobre la siesta antes de la cuenta. Planificas la escritura. Pretendes terminarlo en una semana.

Ves un documental sobre Enrique Vila-Matas y su 'Bartleby y compañía'. El 2000, hace veinte años. Disfrutas muchísimo con el humor de Enrique. También con algunas situaciones absurdas. Conoces ahora a muchos de los escritores que aparecen. Son todos jóvenes. Algunos aún no saben lo grandes que llegarán a ser, como Martínez de Pisón o Cercas. Y por supuesto, Vila-Matas.

Siguen los golpes en la casa. Los vecinos juegan a algo en casa –al fútbol o a saltar contra las paredes– y parecen elefantes. No logras identificar el piso concreto. Te molestan, pero sobre todo te inquieta no saber qué es lo que están haciendo.

Comienzas a ver 'Califato'. Como alguien dice en Twitter, a su lado 'Unorthodox' es una comuna hippie.

Martes 28 de abril

En los momentos libres, lees 'El infinito en un junco', el ensayo de Irene Vallejo sobre los libros en el mundo antiguo. Te inspira su prosa y su manera de contar. Más que un ensayo, parece una novela. Es el impulso del relato, de contar cosas, y sobre todo el cuidado por el lenguaje preciso, la atención a la forma, al estilo, lo que hace que este libro atraiga a tantos lectores. Y también el fondo, la historia de la invención de los libros, esos objetos aparentemente simples cuya potencia, sin embargo, jamás podrá ser superada.

Ningún fallecido hoy en Murcia. Al fondo, se atisba la esperanza.

Comparece Pedro Sánchez para hablar de las fases de la desescalada y nadie entiende nada. Demasiado complicado. Habrá que esperar a las indicaciones escritas.

Veis cuatro capítulos seguidos de 'Califato'. No os podéis acostar sin haberla terminado. Os ha mantenido en vilo hasta el final.

Miércoles 29 de abril

Mañana de elección de asignaturas. Primer consejo de departamento virtual. Muchos de tus compañeros fueron tus profesores cuando comenzaste la carrera hace veinticinco años. Ponían diapositivas descoloridas en proyectores de luz temblorosa. Ver a algunos de ellos hoy en un Skype de grupo te da la medida del futuro.

Se suele hablar de los nativos digitales y de las capacidades de aquellos que han nacido rodeados de tecnología. Estos días se está comprobando que algunos no saben enviar un mail o adjuntar un archivo, que sus capacidades están en otros usos de la tecnología. Te sorprende mucho más la escalada tecnológica de las últimas décadas, la de aquellos que escribieron sus tesis a máquina y ahora son capaces de dar clase por videoconferencias y compartir pantalla.

Por la tarde, terminas un nuevo capítulo del ensayo. Al final estás escribiendo algo extraño que no sabes si funcionará. Ensayo, memorias, diario. Conforme escribes, el texto se hace más libre. Comenzó a suceder cuando dejaste de darle demasiada importancia a lo que hacías.

Jueves 30 de abril

Sales a comprar por la mañana. Cada vez hay más gente en la calle. Aun así, hay espacios totalmente desiertos. Al cruzar la plaza de Santo Domingo experimentas una especie de vértigo, como si te hubieras alejado demasiado de casa y ya no pudieras volver. Pero necesitabas hacerlo. Breve, pero intenso.

Firmas el contrato de la traducción francesa de 'El dolor de los demás' y respiras tranquilo. Creías que se iba a ir todo al traste con la pandemia.

Por la tarde continúas escribiendo y te adentras en el último capítulo del librito. Todo avanza más rápido de lo que habías creído.

Algunos piden que no aplaudáis. Pero tú sigues insistiendo. Se aplaude más allá de cualquier ideología. A las personas que han hecho posible que esto no se vaya al traste. Los sanitarios, pero también los demás trabajadores que no han parado en estas semanas. Aplaudes a los empleados de los supermercados, a los repartidores, a los agricultores, a los policías... a todos los que, mientras tú te has quedado en casa, han sacado esto adelante. Mientras puedas, seguirás aplaudiendo.

Lees 'El mal del ímpetu', la novelita de Ivan Goncharov. Te la recomendó Vila-Matas cuando le preguntaste por 'Oblomov' y la pereza. Es su contrario. Mientras Oblomov permanecía en casa tumbado, los protagonistas de 'El mal del ímpetu' no pueden estar quietos y necesitan salir de casa a toda costa, pasear y ver el exterior. En estos días, esas novelas tienen un sentido renovado.

Viernes 1 de mayo

Escribes durante toda la mañana y dejas casi esbozado el final del ensayo.

Hoy estarías en el WarmUp. Tienes esto todo el día en la cabeza y no se te va la melancolía.

Contribuye a ello la lectura de 'Visita de año nuevo', el librito de Antonio Moreno que ha publicado Fundación Newcastle. Un homenaje a la madre muerta, a los momentos pasados juntos, a los paseos, las visitas... una memoria de la felicidad. Como te sucede siempre que lees un libro sobre la pérdida de la madre –género que te gusta especialmente–, recuerdas a tu madre. La proyectas en las madres de los demás, en las otras pérdidas, y también te proyectas tú en los otros, en los hijos que escriben, que recuerdan, que lloran, que entienden al final que la memoria de la madre nunca se va del todo, que nos acompaña para siempre, sin importar el tiempo que pase.

Sábado 2 mayo

Te levantas bien temprano, como si estuvieras ansioso por algo. Ves las imágenes de la gente que, por fin, sale a andar y a correr. Te las imaginas fuera de contexto y se te ocurre un cuento al revés. Gente que sale despavorida de sus casas, como si algo terrible sucediese en el interior, gente que se va y ya no vuelve, o que al volver se encuentra sus casas cerradas, tomadas por otros, gente que se queda en la calle, deambulando para siempre. Frente a los regazados y los del síndrome de la cabaña –los 'oblomovs'–, estarían estos impetuosos expulsados, los errantes.

Te sientas todo el día a escribir y logras terminar el último capítulo del ensayo a finales de la tarde, justo a tiempo para vestirte y salir a caminar con Raquel. La sensación es extraña. Entre alegría, estupor e incredulidad, como esas películas en las que sale la gente a la calle después del fin de una batalla, cuando acaban con las naves extraterrestres y la amenaza se ha extinguido. Aquí la amenaza permanece, sigue estando a la vuelta de la esquina, pero parece que da un pequeño respiro.

Te fijas en los rostros de los desconocidos, en las mascarillas. Todos os miráis con un recelo insólito. Una solidaridad paradójica. Regresas a casa feliz. A pesar de todo.

Domingo 3 de mayo

Día de la madre. Grabas un vídeo –otro– para la televisión felicitando a las madres. A las que están y a las que se marcharon. Por curiosidad, revisas tus diarios para ver qué has escrito otros años. Compruebas que se repite la nostalgia, el recuerdo de tu madre. Es uno de los momentos del año en que la ausencia se percibe con más fuerza. Esa especie de no estar que se hace presente y trae consigo el pasado.

Aperitivo familiar digital en el balcón. Corre un viento agradable y por un momento parece que estáis en la playa. Con esa sensación placentera te acuestas a una siesta de hora y media y al despertar no sabes muy bien dónde –ni cuándo– estás.

Salís de nuevo a caminar. Encuentras a Yayo y a Alicia. Quisieras abrazarlos, pero no debes acercarte. Va a ser difícil mantener la distancia. Sentir el afecto sin sentir el cuerpo. Va a costar acostumbrarse a acariciar con la voz y abrazar con la mirada. Será necesario inventar los hábitos del amor y la amistad en la nueva normalidad.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Diario de escritura (LIV)