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'A los que viajan'. Mar Sáez
Diario de escritura (LI)

Diario de escritura (LI)

Tiempo por venir ·

Domingo, 19 de abril 2020, 03:33

Lunes 6 de abril

Mañana de corrección de galeradas. Es uno de los procesos con los que más disfrutas de la escritura: la corrección. En estos momentos, aún más. Mientras recorres las páginas de los diferentes ensayos que componen el libro que corriges, revives los instantes y contextos en los que fueron escritos.

A la una, aperitivo virtual. Te sientas frente al ordenador con una cerveza y prácticamente no te levantas de ahí hasta las ocho. Va a ser difícil también la desescalada comunicativa cuando esto acabe.

Todo el mundo te pregunta si estás escribiendo alguna novela sobre lo que está ocurriendo. Y respondes lo mismo: la realidad es mucho más novelesca que cualquier novela. El mundo parece una película de ciencia ficción.

Ves un vídeo sobre lo que sucederá después del confinamiento. Las medidas de distanciamiento social. Los «escenarios» –odias esa palabra– posibles cuando todo esto termine. Te altera. Te angustia pensar en el futuro. La incertidumbre del mundo por venir.

Comienzan a aparecer noticias sobre el probable uso de tecnologías de control a través de los móviles. Te debates entre la seguridad y la privacidad. Porque el lado oscuro de esa situación serán nuevas políticas de control y exclusión. Pero habrá que hacer sacrificios y aprender a convivir con ellas. La «conspiranoia» se acaba cuando la vida corre peligro. Además, ya estamos todos dentro del sistema. El camino hacia el control y la monitorización hacía bastante tiempo que se inició.

Por la noche, veis terminar 'Evil'. Qué serie más mala y predecible. Pero qué entretenida. Lo que necesitas.

Martes 7 de abril

Temprano, terminas de corregir las galeradas y las envías por e-mail. Sientes que has hecho algo productivo por primera vez en estos días. Por la tarde escribes los textos de contraportada y la solapa y también los envías. Has cumplido antes de tiempo. El confinamiento te ha traído la puntualidad.

Llega un pedido del Mercado de Verónicas. Lo recibes como el maná. Sabes que cuando salgas de aquí el consumo será esencial. Piensas consumir todo lo que puedas –lo que tu economía te permita–. Música, restaurantes, libros... todo cercano. Será de las cosas que puedas hacer. Consumismo estratégico.

Comienzas a ver 'La conjura contra América', la serie de David Simon sobre el libro de Philip Roth. Una ucronía sobre el nazismo en América que, paradójicamente, adelanta mucho sobre el futuro. A veces, imaginar pasados que no sucedieron ayuda a vislumbrar los futuros que vendrán.

Por otro lado, no puedes evitar el extrañamiento cuando en las películas y las series la gente se reúne, se toca, se besa o se abraza. Qué rápido se modifica la percepción de lo normal y lo extraordinario.

Miércoles 8 de abril

La polémica del día es la portada de 'El Mundo'. Los ataúdes llenando el Palacio de Hielo de Hortaleza. Plantea el debate de las imágenes: ¿necesitamos las imágenes para ser conscientes de la catástrofe? La cuestión, piensas, está mal formulada. No se trata de la administración de las imágenes que se muestran o se quitan de la vista, sino cuál es el contexto en el que se muestra, cómo se enuncian, cómo se utilizan, cómo nos ayudan. Las imágenes por sí solas no dicen nada. Son más abstractas incluso que las estadísticas. La acumulación de ataúdes convierte a las víctimas no en un mero dato –que también es ideológico y elimina las individualidades–. Es, además, la espectacularización épica de la catástrofe. Pertenece a la lógica de lo sublime. Es otra manera de mostrar lo incontable, lo inabarcable con la vista.

Piensas que para relatar la catástrofe son más efectivas las historias que las imágenes, las historias individuales, con nombres y apellidos. Artículos como 'Pésames en deuda', que publicó este periódico y que ponía imagen y memoria a algunos de esos datos abstractos. Es eso lo que vamos a necesitar cuando salgamos de aquí. No imágenes masivas y lejanas de ataúdes, sino relatos individuales de padres, abuelos, hermanos e hijos, historias cercanas, alejadas del espectáculo y el morbo.

Terminas de leer 'Poeta chileno', la última novela de Alejandro Zambra. El tono de su prosa te acaricia. La voz del narrador entra y sale como quiere, te conduce, te lleva de la mano, te acuna. Es una delicia de libro. Poetas salvajes como los de Bolaño, más vivos, si cabe. Literatura llena de vida. Personajes que se quedan en la memoria cuando uno cierra el libro. Y uno de los mejores finales que jamás has leído, comparable a ese inolvidable inicio de 'Bonsái', su primera novela, una pequeña joya: «Al final ella muere y él se queda solo». Un final de esos, el de 'Poeta chileno', que ya valen por todo el libro. Magia del saber contar y escribir.

Jueves 9 de abril

Terminas el diario por la mañana. Por la tarde, clase del taller de escritura sobre el ecosistema literario en España. Te sientes cómodo en la videoconferencia. En 'Zoom' se ven los rostros de los alumnos. Eso evita la sensación de estar presentando un telediario.

Después de cenar, veis 'Contagio'. Las similitudes con el presente lo vuelven todo demasiado siniestro. Te preguntas cómo habría sido ver la película antes de la pandemia, sin el miedo, y también sin la mirada ya codificada por la experiencia.

Es siniestro este Jueves Santo. Lo notas sobre todo por la noche. El silencio de las calles, un duelo extraño, otra oscuridad.

Viernes 10 de abril

Apagón cultural como reivindicación ante la nula planificación del Ministerio. Entiendes las reivindicaciones. Pero piensas que no es el mejor modo de protesta. Entre otras cosas porque se confunde la cultura con la industria cultural. La cultura no se apaga. Dejar de «producir» contenido cultural no es dejar de tuitear o compartir fotos. Es algo mucho más complejo. Y, desde luego, no es el momento.

Demasiados aperitivos digitales al mismo tiempo. Dos grupos, uno en cada ordenador. La casa convertida en un bar.

Conversación con Nacho Tomás en Instagram. Es lo más parecido a una conferencia que has tenido estos días.

Por la noche, después de cenar, aperitivo digital hasta las tantas. Beber en casa ya tiene justificación.

Sábado 11 de abril

Has engordado dos kilos en el confinamiento. Estar todo el día en chándal o en pijama es peligroso. El elástico cede demasiado y no percibes la incomodidad.

Apenas haces nada en toda la mañana. Tan solo avanzar unos párrafos. Uno en realidad. Un día, un párrafo. Así progresa lo que estás escribiendo, como si estuvieses moviendo una gran maquinaria.

Por la tarde, lees prácticamente del tirón 'Un amor de Redon', la novela de Ricardo Lladosa sobre el pintor simbolista. Te interesa ese mundo de sombras y poesía de lo oscuro. La atmósfera artística y cultural de la Francia de finales del XIX. Y especialmente la presencia de la fotografía y las reflexiones sobre el arte y la pintura. Tomas notas para tu novela sobre la fotografía de difuntos. Te anima a escribir.

Al terminar, te sientas frente al cuaderno y esbozas un nuevo personaje.

Comenzáis a ver 'A dos metros bajo tierra'. No sabes si es la mejor serie para estos momentos. Demasiados muertos ya. Pero rápidamente te atrapan las historias y, al terminar el primer capítulo, eres consciente de que la serie os va a acompañar estas próximas semanas.

Domingo 12 de abril

Domingo de Resurrección extraño. Nada cambia. Todos los días son prácticamente intercambiables.

Llega un vídeo de la Julia haciendo pan y te alegra el día. Ves que mantiene una cierta normalidad.

Tocas el piano. Te pruebas con la guitarra. Rituales que te hacen bien y dejan a la mente descansar.

Nuevo capítulo de 'A dos metros bajo tierra'.

Antes de acostarte, abres el cuaderno y esbozas el día. Apuntas lo que cuentas aquí y otras cosas aún más banales. Más que nunca, hoy sientes que escribes para conferir espesor a estos días vacíos. Para convertir los detalles en hitos. Para que estas semanas no sean solo «las semanas que pasamos encerrados» sino todos y cada uno de los días, los libros, las emociones, las ideas... la multitud de cosas que no dejan de suceder incluso cuando no sucede nada.

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