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'Cabeza 1' Sergio Porlán
Diario de escritura (IX)

Diario de escritura (IX)

Tiempo por venir ·

Domingo, 30 de junio 2019

Lunes 17 de junio

A las siete de la mañana, en ayunas, análisis de sangre para la operación de menisco. Después, electrocardiograma. Y justo desde allí, al dentista para tomar las medidas de una férula que vas a tener que ponerte a partir de ahora. Llevas un año completo. Reforma integral y repinte de paredes. Tal vez sea la edad.

En el Cendeac, reunión del comité editorial. Coincides allí con Sergio Porlán y le propones que ilustre este diario. Te interesa su serie de cabezas veladas. Hay algo sensual y, al mismo tiempo, mistérico en esos rostros ocultos. Como lo que escribes aquí. También a medio camino entre el exhibicionismo y el camuflaje. Un modo de mostrarse que incluye también sus rincones y puntos ciegos. Porque en estas páginas está expuesta tu intimidad, pero también hay mucho fuera de campo, enmascarado. En ocasiones, a la vista de todos. Lo intuyó Edgar Allan Poe en 'La carta robada': la mejor manera de ocultar algo es mostrarlo, hacerlo evidente. El secreto mejor guardado es el que nadie sabe que es secreto.

Martes 18 de junio

Todo el día de viaje. Primero, tren a Madrid. Y, desde allí, avión a Fuerteventura. Tienes tiempo de leer, escribir y dormir. Ves 'El campamento del fin del mundo'. Película infame. Pero es el tema que te obsesiona: invasión extraterrestre; tu sueño recurrente.

En el avión lees del tirón 'Ofendiditos', el pequeño ensayo de Lucía Lijtmaer sobre la criminalización de la protesta. Estás de acuerdo con sus argumentos, pero solo hasta cierto punto. Es verdad que muchas veces la bandera del puritanismo se enarbola solo para mantener los privilegios de la clase dominante, pero no puede obviarse la tendencia creciente a la infantilización de la sociedad. Una sociedad educada sabe ver y leer por sí misma y no necesita que nadie 'regule' lo que puede ser dicho y mostrado. Es el debate sobre la libertad de expresión. Ahora bien: que todo pueda ser dicho y mostrado no implica que aquello que se dice y muestra no produzca efectos en lo real. Tenemos derecho a decir lo que queremos, pero los demás también tienen derecho a ofenderse con nuestras palabras. Tema complicado. Algún día te gustaría escribir un ensayo sobre esta cuestión.

En Fuerteventura, te recibe Eloy. Escribes el diario en el hotel y sales a cenar con él. Habláis de literatura y de eventos literarios mientras la mesa se llena de quesos majoreros. La temperatura es perfecta. Y la conversación, también. Eso sí, comes demasiado y llegas al hotel algo mareado. Por la noche, tienes pesadillas y los extraterrestres vuelven a entrar en tu habitación.

Miércoles 19 de junio

Temprano, dos entrevistas de radio. Luego, por fin, algo de tiempo libre. Dejas el móvil en la habitación y sales a pasear. Decides bañarte. Es la primera vez que te bañas en el Atlántico. El agua está fría. Pero no tanto como te habían dicho. Nadas, haces el muerto y el tiempo parece que se frena por primera vez en las últimas semanas.

En el restaurante, volvéis a comer demasiado. En la mesa no cabe el pescado y el mojo picón. Al terminar, tienes que buscar una farmacia y comprar omeprazol. Temes que te vuelva a ocurrir lo que te sucedió la última vez que estuviste en Canarias -se te descompuso el estómago en medio de la conferencia y casi no la puedes terminar-. Esta vez, sin embargo, puedes dar tu charla con normalidad. «Narrar a los otros para narrarse a uno mismo». Toda escritura es a la vez social y personal. No hay un afuera del mundo. Vivimos en comunidad y no podemos escribir sobre nosotros sin hablar sobre los otros. Y, al revés, no es posible contar sobre el mundo sino a través de nuestra experiencia. El sujeto mancha el universo que percibe. Cuando dices esto y citas a Lacan, sientes que el público se pierde e intentas tomar tierra. Esta vez, sin embargo, no logras hacerlo del todo. Sabes que puedes hacerlo mejor, pero al final alguien te dice: «Muy bien. Se nota que eres profesor». Te vas a la cama sin tener demasiado claro si eso es bueno o es malo.

Jueves 20 de junio

Temprano, sales para el aeropuerto. En el avión intentas leer, pero acabas dormitando. Te despierta el golpe del aterrizaje. En Madrid, entras en La Central y compras varios ensayos para el texto sobre Patrick Hamilton que debes comenzar a escribir.

En el tren de regreso, terminas de leer 'El final del affaire'. Una maravilla. Lo que había empezado como una historia de amor acaba siendo en realidad una novela filosófica sobre la creencia y la posibilidad de los milagros. Te resulta curioso el texto de Vargas Llosa que la editorial ha decidido incluir como epílogo. Elogia la novela de Greene, pero solo dentro de su producción. Según el escritor peruano, Graham Greene es en realidad un buen escribiente, pero siempre le faltó ambición. No estás de acuerdo. En absoluto. Esta es una novela que roza la perfección. Un clásico. Lo sabes cuando, al llegar al final, vuelves a comenzar desde el principio.

Viernes 21 de junio

Amaneces en casa. Por fin. Intentas ir a la piscina, pero en última instancia decides no hacerlo y pasas el día preparando el taller de escritura de la próxima semana.

Por la noche, cena de la Asociación de Críticos de Arte. José López Albaladejo, 'Larry', recibe la medalla de oro. Tú ya no conociste Yerba; solo los últimos años, como librería. Pero sí que has leído muchos de los libros de la colección 'Arquilectura'. Recuerdas 'Eupalinos', 'El pintor de la vida moderna', el 'Manet' de Bataille, los textos sobre silencio de John Cage. Son la base de tu educación estética.

Piensas que, en realidad, todo lo que hoy sucede en Murcia habría sido imposible sin ese caldo de cultivo previo. Corrientes subterráneas que acaban germinando y dando fruto. Produciendo efectos. Directos e indirectos. Inmediatos y alejados en el tiempo. Es justo el reconocimiento. Pero aún falta mucho por reconocer. Y sobre todo por conectar. Nada surge por generación espontánea.

Sábado 22 de junio

Después de desayunar, te acercas al Yeguas y ya solo encuentras a tu hermano Juan. Visitas más tarde a tu hermano Emilio. Sigue sin poder hablar desde la laringuectomía. Se te parte el alma cada vez que lo ves. De camino a casa, pasas por la casa de la Julia. No importa lo mucho o poco que vayas; la pregunta al despedirte siempre es la misma: ¿cuándo vas a volver?

Por la noche, en la Filmoteca, ves 'Con la muerte en los talones'. De reojo, puedes distinguir el rostro emocionado de Raquel. No dice nada, pero intuyes lo que pasa por su cabeza. Debajo de sus ojos late la mirada de su padre. La herencia de la que con más orgullo presume: la pasión por el cine.

Domingo 23 de junio

Todo el día ya yendo y viniendo al aeropuerto. Llega Mieke Bal y los actores de la película que rueda en Murcia la próxima semana y haces de taxista. Hasta el viernes estás hipotecado. La operación de menisco te servirá para descansar. Nunca has deseado tanto entrar al quirófano.

Estás ya en el límite. Has vuelto a caer en la espiral. El Bartleby inverso ha regresado. Y quizá es el momento de aceptar que no sabes decir que no. Y nunca vas a lograr aprender. Tal vez esta locura frenética y desquiciada sea la vida que, en el fondo, deseas vivir.

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