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De nuevo, madrugas para ver el episodio de 'Juego de Tronos'. Después de la magia y los caminantes blancos, regresa la política, la lucha por el Trono de Hierro. Intuyes que la cosa no va a acabar bien para nadie. Mañana de contestar e-mails, 'wasap' y entrevistas por correo. Al principio te parecía mejor hacerlas por escrito porque así podías ser más preciso y pensar bien las respuestas. Pero ahora sabes el tiempo que se va escribiendo. Mucho. Cada entrevista es un artículo.
Por la tarde, 'Aquí y ahora' en Alicante. Librería 80 Mundos. Reme Perni presenta el libro. Es una amiga muy querida y te hace una ilusión especial. Además, ella ha vivido tu evolución como escritor y conoce lo que has escrito como pocas personas. Comienza recordando el día en que te conoció y evoca una conferencia en la que proyectaste la obra en la que Bob Flanagan clava su glande a un tablón de madera. Esa es la imagen con la que empieza 'Intento de escapada'. Habías olvidado aquella charla. La literatura se había comido la memoria.
Por lo demás, no estás a la altura de la presentación. Te notas cansado y en un momento determinado te ves desde fuera, con el piloto automático puesto, intentando explicar algo sin encontrar las palabras justas. Titubeas demasiado. No siempre puedes hacerlo bien.
Después, todo se relaja en La Vaquería. Habláis de libros y escritores. Antonio se come una marinera con cuchillo y tenedor sin que la rosquilla se haga trizas. Nunca habías visto una cosa semejante.
Temprano, comienzas con Isabel el montaje de la exposición de los alumnos del máster en el Museo de la Universidad. Su primera exposición como comisarios. Los ves disfrutar. Desde allí, sales en tren para Valencia. De camino, sigues contestando entrevistas y escribes la segunda entrada de 'Tiempo por venir'. No duermes.
En la librería Ramon Llull presentas 'Aquí y ahora'. Esta vez sí que estás lúcido. Paco Inclán, a quien admiras desde que leíste 'Incertidumbre', ayuda con sus preguntas precisas. Al terminar, una mujer te dice que te ocultas cuando hablas, que no miras al público y que tienes que cambiar eso, que ella era tímida y ya no lo es. Es que no quiero cambiar, le respondes; me va bien así. Después cenáis en la propia librería. Almudena y Paco son unos libreros magníficos y unos anfitriones ejemplares. Habláis sobre libros y series. Al menos hasta que alguien dice que el Liverpool le ha marcado el tercero al Barça. A partir de ese momento, no dejáis de mirar el móvil y se acaba la conversación. El Barça eliminado. Mal de muchos...
Tren a las siete de la mañana para regresar. Te toca asiento con mesa y no puedes dormir. Comienzas a leer, 'Ramona', la novela de Rosario Villajos que presentas el sábado. Te sorprende el tono desenfadado de la narradora de la historia y te alegra la mañana.
Como de costumbre, el tren se retrasa una hora. Cuando llegas al montaje, está todo ya prácticamente terminado. Aunque el vídeo no se ve. Milagrosamente, logras hacerlo funcionar.
Por la tarde, inauguración. La sala está a rebosar. Hace calor y sales a tomar el aire. Allí te dicen que cuando hay concierto en la plaza del Cuartel de Artillería los peces del acuario de la universidad se alteran. Tras el concierto de Melendi, el mejillón gigante se estresó y estuvo casi una semana sin comer. No te extraña.
Celebráis hasta que se acaba el vino y la cerveza. Luego os sentáis en la terraza de un bar y, al poco, un vecino os tira un cubo de agua. Es lo que te gustaría hacer a ti algún día con la terraza que hay frente a tu casa. Un cubo de agua. Con lejía. Y pirañas.
En clase hablas sobre la crítica de arte. No todo es subjetivo en arte. Hay ciertos criterios críticos que es necesario manejar. Coherencia, pertinencia, conocimiento de la tradición y riesgo. Eso es lo que hace que una obra sea mejor que otra.
Llegas justo para una entrevista en RTVE y, después, comes con Lola, Manolo y Agustín, que acaba de llegar para una charla en 'Escritores en su tinta'. Habláis sobre esa pulsión que tienen los escritores de ir con un cuaderno en el bolsillo y apuntarlo todo. Manolo leyó una entrevista a J. K. Rowling en la que ella sugería que era mejor no apuntar nada. Es lo que también opina Agustín: escribir ideas es matarlas antes de tiempo, fijarlas al papel y no hacerlas evolucionar en la cabeza.
Una idea buena nunca se olvida. Lo anotas en el móvil para escribirlo en tu diario.
Temprano, dos horas de clase sobre el Minimal, el Land Art y la transformación del arte en los sesenta. La escultura en el campo expandido. La antiforma y el concepto de entropía. A las 13.00 h., entrega de premios del concurso de relatos que el Club Renacimiento ha organizado con Estrella de Levante. Gana Pura Azorín. Están allí los finalistas. Algunos relatos son excepcionales. Tras la entrega, cervezas en el bar de Estrella y luego en Murcia. Yayo, Leo, Juan Carlos, Isabel y tú. Se une después Luisma. La tarde se alarga y se convierte en noche. Quisieras seguir, pero decides frenar al llegar al Plan 9. Demasiados Old Fashioned seguidos en el Bro. Pero había que celebrar el nacimiento de la Generación Estrella. Murcia era una fiesta. Infinita y literaria.
A las doce, presentación de 'Ramona' en Libros Traperos. El libro de Rosario Villajos es una novela generacional en la que te reconoces. Revives los ochenta y los noventa. Aunque lo que más te interesa es el modo de trabajar con lo escatológico. El cuerpo real, abyecto y obsceno.
La conversación con Rosario es fluida. Ella es divertida e inteligente. Y eso se nota en su escritura. Todo un descubrimiento.
Intentas que no se note la resaca y tal vez lo consigues. Después, el pulpo del Morata comienza a traerte a la vida. La siesta y la tarde te acaban de resucitar.
Por la noche, ves con Raquel varios capítulos de 'After Life'. Mientras, una hamburguesa acaba de romperte el estómago. Tienes que levantarte a beber agua varias veces a lo largo de la noche. Sueñas que masticas arena del desierto y no sabes cómo tragarla..
Todo el día en casa. Tienes mil cosas que hacer, pero decides descansar. Es domingo; está hecho para eso. En tu despacho, terminas de leer 'Ama', la novela de José Ignacio Carnero. Otro regreso al pasado. Esta vez, aún más nostálgico y doloroso. Mientras la acabas con los ojos humedecidos, suena en Spotify 'Ese amigo del alma' y la adolescencia te agarra por la garganta. Miras los CD de tu estantería intentando localizar dónde están los de Lito Vitale. Los ves a lo lejos, pero ni siquiera te levantas. Es más fácil buscar canciones en el ordenador. Piensas entonces que, si alguna vez cambiaras de casa, tal vez los CD se quedarían en cajas. La promesa de felicidad que anidaba en esa tecnología ha fenecido. Pertenece a un mundo que ha comenzado a extinguirse. Como se extingue también este domingo perfecto, melancólico pero feliz, en el que, al final del día, unas palabras sueltas logran llegar al cuaderno. Una escena de la novela por venir. Es poco. Apenas unas frases. Pero valen ya por toda la semana.
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