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Tengamos paz... y dejemos de usar tanto el coche
Mesa para cinco ·
Para lograrlo se necesitan proyectos ambiciosos que deben abarcar al municipio en su conjunto e incluir no solo la participación y la información, sino también la educaciónSecciones
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Mesa para cinco ·
Para lograrlo se necesitan proyectos ambiciosos que deben abarcar al municipio en su conjunto e incluir no solo la participación y la información, sino también la educaciónCuando hace unos días vi las noticias sobre la reacción de un grupo de comerciantes del barrio del Carmen de Murcia al proyecto de movilidad que está a punto de ponerse en marcha, pensé que estaban saltando noticias de la hemeroteca. No podía creer que, ... en pleno 2022, después de toda la experiencia acumulada, haya personas que sigan reaccionando contra la pacificación del tráfico en las ciudades con argumentos económicos: 'Si cierran mi barrio, cierran mi negocio'. Desde esa primera manifestación las explicaciones a favor de este tipo de iniciativas urbanas han llenado medios y redes. La más contundente es que está más que demostrado que la dulcificación de la experiencia peatonal en la ciudad favorece al comercio minorista. De hecho, en algunas urbes como Nueva York, los comerciantes se han prestado a colaborar con tal de que les quiten los coches de la puerta. Datos que avalen el poder dinamizador del apaciguamiento del tráfico rodado hay para aburrir y muestras de ello a nuestro alrededor, también.
Pero por encima de la discusión en términos económicos, que atañe más a unos que a otros, hay algo que nos afecta a todos y es la salud. La contaminación atmosférica de las ciudades nos enferma. En abril de este año la Organización Mundial de la Salud hizo un llamamiento urgente a los líderes y a todas las personas para que aceleremos la adopción de medidas que mejoren la calidad del aire que respiramos a fin de protegernos de la enfermedad y mitigar la crisis climática. Ojo, interpela a nuestros gobernantes, que deben actuar promoviendo planes de movilidad eficaces y globales que se conviertan en verdaderos motores de cambio en nuestras costumbres, pero también nos insta a cada uno de nosotros a actuar, para empezar, tomando conciencia de que utilizar el coche privado para nuestros desplazamientos, sin valorar alternativas, está perjudicando la salud pública, la tuya, la mía y la de los nuestros. Por traer un ejemplo, María Jesús Cruz, miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, declaraba en febrero: «Desgraciadamente, el tabaquismo ya no es el único causante del cáncer de pulmón. La contaminación del aire es un factor de riesgo claro de esta enfermedad. Según la evidencia científica de los últimos años, esta pone en peligro a un gran número de personas, especialmente las que viven en núcleos urbanos».
Yo creo que salvo para las personas a las que es imposible convencer de que la tierra es redonda, aunque las lances en un cohete a la Luna, queda bastante claro que no hay alternativa.
Se trata de equilibrar la cantidad de sitio que ocupa hoy en día el coche de forma exclusiva para dinamizar el espacio público y hacer nuestros barrios más vitalistas, confortables y resilientes frente a las olas de calor. Hablamos de vivir en ciudades que nos cuiden a todas las personas que habitamos en ellas, y, por tanto, el debate debe ser global ya que no es cuestión de 'trasladar' los coches; el verdadero reto es minimizar su uso.
Para lograrlo se necesitan proyectos ambiciosos y complejos que, por supuesto, deben abarcar al municipio en su conjunto e incluir no solo la participación y la información a los vecinos para aprovechar los saberes colectivos y garantizar su comprensión, sino también la educación y la promoción de medidas y campañas que nos empujen hacia el cambio en nuestras rutinas.
No es ninguna utopía, muchas ciudades ya viven y producen con un número de coches privados en sus calles infinitamente menor que en las nuestras. Ciudades llenas de niños andando hacia sus colegios, ciclistas de todo tipo, gente diversa paseando mientras se detiene aquí y allá para hacer sus compras, con un transporte público eficaz, con gráficas de accidentes en descenso, reducción del gasto sanitario y mucho menos estrés. Y todo eso lo están consiguiendo con políticas esperanzadoras e inteligentes, pero también con una ciudadanía dispuesta a asumir el cambio de paradigma.
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