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Puestos a imaginar, hágalo poniendo en estas líneas todos sus sentidos y sueñe que se encuentra en un bosque inmenso. Llegó hasta él después de ... largas horas caminando que ha logrado recompensar con un profundo sueño. Acaba de despertar, y aunque fuera está amaneciendo, la intensa vegetación impide que penetre a través de ella la incipiente luz. Todo está oscuro, y no es posible distinguir aquello que se encuentra a unos pocos metros, pero no puede quedarse quieto: es hora de reanudar el viaje, y la única opción es dejarse llevar por el instinto.
En ese bosque que acaba de imaginar se encontró hace unos meses Javier Pividal (Cartagena, 1971) cuando, becado por la Academia de España en Roma, aterrizó en la capital italiana. «Fue como llegar a un lugar totalmente desconocido en el que tienes que dejarte llevar por los sentidos», describe el artista, estos días en ARCO con la galería murciana Artnueve, donde junto al granadino Pablo Capitán del Río expone el proyecto 'Deseo de ser forma'. «Todo el mundo dice que Roma te marca, y es verdad. Esta ciudad es, de alguna manera, un reencuentro con el arte tal y como se entendía hace siglos. Y me gusta mucho la idea de poder desprenderme de esa capa de contemporaneidad que cubre la ciudad pero que, al mismo tiempo, esconde esculturas del siglo II».
Pividal llegó a Roma en octubre para disfrutar de una residencia de nueve meses que acabará este verano, un tiempo que el artista está empleando en desarrollar su trabajo 'El alma oscura'. Con este título pone nombre a una investigación artística en torno a la figura del escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, a quien, antes de recalar en Roma, Pividal ya había prestado atención en gran parte de su obra. De él, dice el cartagenero, «su sombra sigue hoy siendo inabarcable» y «las imágenes que proyectan sus obras se instalan en la memoria para desgranarse en palabras que enlazan historia y cultura, poesía y filosofía, política y cuerpo».
«No podía ir a Roma y no abordar una figura que ya había estudiado tanto», reconoce Pividal acerca de su proyecto en la Academia española. No obstante, apunta, su trabajo no está cerrado, sino todo lo contrario, permanece abierto a todo lo que sucede a su alrededor; recoge el impulso con el que la ciudad lo recibe cada día y avanza guiado por el solo dictado de los sentidos, como ocurría en el bosque.
En Roma, Pividal, quien con motivo del día internacional de la danza mostrará el próximo 29 de abril una 'performance' en la que trabaja junto al bailarín y coreógrafo Manuel Rodríguez, reflexiona sobre el «ruido» y la «velocidad» presentes en la sociedad actual. Lo hace partiendo de 'El artículo de las luciérnagas', de Pasolini, que Pividal toma como referencia. «Las luciérnagas –relaciona– son como pequeños puntos de luz en medio de ese ritmo de vida en el que estamos». Y, «de alguna manera», añade, «el arte son esos puntos de luz».
Cuenta Pividal, licenciado en Bellas Artes y máster en Museología por la Universidad Politécnica de Valencia, que tras una crisis profesional y personal, agravada por el inicio de un escenario económico también nada halagüeño, de repente tuvo que «buscar otros trabajos para vivir, y me di cuenta de que no podía dejar el arte, y que sin él ya no iba a ser yo». «El arte –reitera– es una manera de ser. Y lo es tanto desde dentro, como lo vivo yo, como desde fuera, cuando la gente va a verlo y lo disfruta, sin que necesariamente tenga que comprarlo». «El arte», entiende el artista, «es necesario».
La estancia de Pividal en Roma está siendo «muy positiva». Ubicada en el conocido barrio del Trastevere, en el corazón de la ciudad, las instalaciones de la institución española que dirige desde 2015 María Ángeles Albert de León son «increíbles», y la oportunidad que otorgan de «estar en contacto con otros artistas es como un máster en creatividad muy potente». «Es algo de lo que hablamos mucho los residentes. Este tipo de propuestas son una especie de volcán de creación imprescindible que no se pierde o se queda ahí, porque retorna con cada uno de los becados». Para Pividal, confiesa el artista, «el progreso de un país depende de la creación a todos los niveles».
Para él, este año no solo lo está marcando Roma, aunque sí es su experiencia más importante. «El curso –apunta– empezó fuerte con una exposición en Barcelona junto a The Perfect Lovers [colectivo artístico formado por Pividal, Jesús Alcaide y Sergio Porlán; en la ciudad condal presentaron en octubre 'Mia anima nera' en la Blueproject Foundation], y otros proyectos en Madrid, en Valencia, y ahora en el Párraga [a partir del día 13 participa en una colectiva comisariada por Teresa Calbo]. Para después del verano no hay nada, pero no está mal, me encuentro en un buen momento, muy tranquilo con mi trabajo, y deseoso de probar y dejarme llevar».
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