Vuelve 'Blancanieves', la primera princesa Disney

Disney presenta una revisión en imagen real de uno de sus clásicos animados (una decisión tan prudente como un patinete de un repartidor de Glovo), concebida para conseguir estimular la nostalgia y las taquillas. Le toca en este caso a la primera gran película de dibujos de la historia, que hasta ganó un Oscar especial, 'Blancanieves' (la princesa Disney favorita de mi sobrina Ana), de la que es absurdo contar el argumento pues es más conocido que el 'No a la OTAN' de IU.

Así que lo que queda es comentar que mantiene la esencia de la original, incluido los enanos y las canciones, añadiendo elementos novedosos que no terminan de encajar. La gran ventaja es que eso es lo de menos para los niños y adultos que la vean, porque van a un espectáculo mágico, y eso es lo que ofrece siempre el hogar de Mickey Mouse.

El realizador Barry Levinson tiene a Robert DeNiro duplicado en 'The Alto Knights', una típica historia de mafiosos en la década de los cincuenta. Vito Genovese y Frank Costello eran amigos desde la infancia y capos de la Cosa Nostra, que el intento de asesinato de uno de ellos por parte del otro los convirtió en enemigos («si no aguantas una broma, vete del pueblo», que diría Gila). Levinson cocina lo gansteril en un punto intermedio entre 'Uno de los nuestros' y 'El Padrino', como demostró con 'Bugsy' (1991). Lo que no veo es la necesidad de ese jueguecito absurdo de tener a DeNiro haciendo los dos papeles. Lo hace muy bien, pero que ese sea el mayor atractivo ya habla de lo justito de ambición que va el largometraje.

Quim Gutiérrez y Juan Diego Botto (en un papel de comedia al que no nos tiene acostumbrados) encabezan 'Los aitas'. El experto en estas lides cómicas con costumbrismo, Borja Cobeaga, dirige el espectáculo. Un ochentero grupo de padres con síndrome de Peter Pan (cuando aún ni existía), que consideran que colaborar en la casa es bajar la tapa del inodoro, unos 'machos alfa' con deconstrucción pendiente, deben enfrentarse a la terrorífica labor de acompañar a sus hijas a un campeonato de gimnasia rítmica a Alemania. A ratos es tierna y a ratos divertida, pero siempre flojita.

También nos llega (que pena que aquí no haya aranceles) 'Novocaine', una estúpida comedia de acción sobre un hombre que no siente el dolor (algo que sí sentimos los que la vemos). Este héroe gris manifiesta ese súper poder cuando tiene que rescatar a su chica. El humor es muy del Coyote al que el Correcaminos no para de estrellarle contra la pared del túnel, lo que sucede es que esos golpes son escatológicos, como lo que le hace Pica a Rasca en 'Los Simpson' (a buscar quién es el gato y quién el ratón).

El fatuo Julio Medem, uno de esos directores que se cree más listo que sus espectadores, trae '8', un 'Cuéntame' del siglo XX. A través de ocho entremeses en plano secuencia nos relata los encuentros de una pareja en ocho momentos trascendentales de nuestra historia, como unidos por el hilo de lana rojo de los paneles de 'true crime'. Vemos las cosas con una mirilla, como una experimentación en un universo, el de este director, que sigo sin entender.

Nadie es perfecto y por eso el cine no es justo con los directores que no atraen con su nombre pero sí ponen su profesionalidad al servicio de buenas (y malas) películas. Es el caso de Barry Levinson, que es capaz de lo peor como 'Acoso' (1994) o 'Toys' (1992), y de lo mejor como 'Good Morning Vietnam' (1987) y, sobre todo, la que ocupa un lugar de oro en mi recuerdo, la joya nunca bien valorada que es 'El secreto de la pirámide' (1985).

Que tengáis una semana de cine.