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Esta semana la realidad informativa nos ha regalado una metáfora perfecta de cómo nos sentimos con nuestras vidas: el tren de nuestros sueños no cabe ... en los túneles de nuestras realidades. Eso no le pasa al maestro Steven Spielberg porque sus deseos de ser cineasta, que hoy nos cuenta en 'Los Fabelman', han sido ampliamente cumplidos, por suerte para el mundo. Su recepción ha sido buenísima, ha causado más sensación que la prohibición de compartir cuentas de Netflix, y si hay justicia arrasará en los Oscar.
Os recordará a la maravillosa y reciente 'Belfast' (2021), que ya nos mostraba la infancia con el filtro de la melancolía de otro director, Kenneth Branagh. La diferencia con la recreación de esos tiempos con la de Spielberg reside en que en 'Los Fabelman' el tema principal es relatarnos su enamoramiento por el cine. Truffaut nos mostró esa pasión por las películas con aquel adolescente robando los carteles de las salas, y Steven lo hace con sus películas de Súper 8. Todo este párrafo es una muestra de cómo algunos directores tienen la necesidad de narrar los inicios de su romance con el cine, como los escritores de novelar su primer amor.
La historia transcurre en varios años, y nos cuenta con la delicadeza magistral de este realizador la vida de una familia judía de clase media, tratando de represar la devoción por los fotogramas en movimiento de su apocado hijo. El realizador sabe sacar lo mejor de sus actores, y aquí lo vuelve a demostrar con las interpretaciones de Michelle Williams y Seth Rogen. Un vapor onírico envuelve esa realidad idealmente evocada, esa memoria emocional del John Ford de nuestro tiempo. Que el guión lo haya coescrito el propio Spielberg ya da idea de lo personal que es este largometraje. El leitmotiv del film: «Las películas son sueños que jamás olvidas», una frase redonda a la altura de un título imprescindible.
El cara de piedra Gerard Butler se hizo popular con la excelente '300' (2006) y tras esa cinta pensó que valía más forrarse que hacer carrera como actor. Desde aquella no ha parado de encadenar películas mediocres que ponían en valor sus cualidades como armario de dos puertas (si queréis comprobarlo, ved la empalagosa 'Postdata: te amo', la ridícula 'Dioses de Egipto', la vergonzosa 'Objetivo: La Casa Blanca', o la penosa 'Visto por última vez con vida').
Es una fórmula que repite en 'El piloto', su estreno de este viernes, que es una especie de 'Con Air' (1997) en el paraíso. Aquí hace del piloto de un avión que se estrella con sus pasajeros en un paraje selvático y que es atacado por unos malvados sin escrúpulos (como los exhibidores que proyectan esta película), lo que da pie a mostrarnos a Butler a todo lo que da.
'La niña de la comunión' intenta ser tan misteriosa como el sitio donde hace la compra la Ministra Calviño, pero se decanta por el terror fácil de serie B. Es un cliché detrás de otro este largometraje español sobre un espectro vestido de comunión (algunas celebraciones horteras de comunión también dan miedo). Es el mito de la Chica de la Curva revisitado sin demasiada suerte.
La animación china está tratando de abrirse hueco en los cines últimamente, aunque todo el mundo lo confunda con el manga japonés. Por eso es de alabar que haya logrado llegar a nuestras pantallas el film infantil 'Mi querido monstruo' sobre un curandero que tras estar exiliado (cosa que el régimen chino sabe hacer muy bien) vuelve para tratar de redimirse.
Fuera de cámara tenemos el reestreno de Titanic en 3D (tan innecesario como una fuente en el mar). Es un tahúr astuto James Cameron, sabe crear expectación sobre sí mismo retroalimentando su propio universo (como un «Sálvame» cualquiera). Primero 'Avatar 2', luego reestrena su mayor y transatlántico éxito, y a continuación un documental. Cada vez hará peores películas pero ganará más dólares.
Que tengáis una semana de cine.
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