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La invisibilidad que especialmente sufren las mujeres cuando alcanzan los 50 años de edad es el eje argumental de su última película. Una cinta protagonizada ... por Emma Suárez, Adriana Ozores y Nathalie Poza que la pandemia frenó en seco: se estrenó tan solo una semana antes de que las calles arroparan el silencio, en marzo de 2020, desdibujando por completo el buen arranque, dice su directora, que había conseguido 'Invisibles'.
A Gracia Querejeta (Madrid, 1962) le gustan, confiesa esta cineasta de gran trayectoria tras las cámaras y vinculada desde niña a la industria del cine –es hija del productor de cine Elías Querejeta–, «las historias de personajes». Los guiones que «hablan de la vida de la gente», de sus problemas, de sus preocupaciones, de sus deseos y de sus ambiciones.
Esta tarde hablará de ellos, de cómo se configuran, de dónde nacen y el modo en que los enfrenta. Podría, cuenta, «estar hablando tres días» porque, este, asegura Querejeta ('Siete mesas de billar francés', 'Felices 140', '15 años y un día'), es «un tema amplísimo», pero el encuentro solo durará un rato. Se podrá disfrutar esta tarde, a las 19.00 horas, en la Biblioteca Regional de Murcia (BRMU). Querejeta participa en el ciclo 'El cine como género literario'.
–¿Lo es?
–No, para nada. La literatura es una cosa y el guion otra, no tienen nada que ver. De hecho, hay pocos libros que se puedan traspasar al cine de modo directo. Otra cuestión son las posibilidades del género literario como fuente de inspiración. Pero esta también está en una noticia de periódico, en un texto, o incluso en un cuadro. Las fuentes son infinitas.
–¿Se considera una gran lectora?
–No como algunos amigos míos que sí son lectores compulsivos. En mi caso va por temporadas. El mundo de la televisión y de las series me quita mucho tiempo para la lectura, pero a veces me obligo a parar, a dejar de ver la pantalla, para ponerme a leer.
–¿Qué historias le atrapan?
–A mí me gustan las historias de personajes, aquellas que hablan de la vida de la gente, de sentimientos; y eso es infinito; pueden ir desde un clásico ruso a Aramburu. La ciencia ficción no me interesa demasiado.
–¿Qué prepara?
–Todavía no tenemos firmado el contrato con el productor, pero lo más probable es que me meta con la adaptación de una novela de Rosa Montero, 'La buena suerte'. También acabo de terminar un guion que no tiene nada que ver con el género literario.
–¿Por qué 'La buena suerte'?
–No siempre es el director quien decide adaptar una novela, aunque otras veces sí. Por ejemplo, yo he intentado llevar al cine la obra 'Lluvia fina', de Luis Landero, pero no ha habido manera. Por cuestiones de todo tipo: legales, económicas... En este caso ha sido el productor quien me ha llamado y me ha hecho la propuesta. Por casualidad, ya había leído la novela y me dije: '¿Por qué no?'. Es, precisamente, una obra de personajes, y de situaciones límite. En cierto sentido tiene que ver con mis películas. Salvo 'Invisibles', todas dejan una puerta abierta a la esperanza, a que la vida dé un giro y se convierta en algo mejor de lo que ha sido hasta el momento.
–¿Qué busca contar?
–Que se puede salir de pozos muy profundos aunque parezca que no es posible.
–Lanzar ese mensaje de esperanza, ¿es importante?
–No sé si importante, pero a veces es bonito, y en el caso de 'La buena suerte' es muy tierno.
–En 'Invisibles' abordaba un tema nada nuevo. Se dice, sin embargo, que somos una sociedad avanzada.
–Hemos avanzado mucho a lo largo de los siglos. En algunos asuntos el comportamiento ético de las personas ha cambiado; ya no quemamos a la gente en la hoguera ni cosas por el estilo, pero está claro que siguen ocurriendo horrores provocados por el ser humano y en ese sentido parece que seguimos en Atapuerca.
–¿En qué no hemos dado prácticamente un paso?
–La visión del mundo entre países pobres y países ricos da una idea clara de que hay algo que no ha evolucionado como debería. El ser humano no ha saciado su lado depredador, y por ello una parte del mundo sigue, de alguna manera, machacando a la otra.
–No es este el mejor momento de las relaciones diplomáticas entre las grandes potencias, ¿le asusta la ruptura de la paz?
–Es terrible. En algunos lugares como en este país es insólito pensar que pueda darse hoy una nueva guerra civil, o que en el mundo occidental pueda ocurrir algo por el estilo, pero tenemos el problema ruso a la vuelta de la esquina, y sí asusta, claro. Lo que ocurre es que vivimos en el día a día. Creo que es nuestra forma de autoprotegernos. No podemos estar pendientes de todos los problemas que nos acucian. Sería insoportable.
–¿Qué le inquieta como directora?
–No poder contar mis historias. Y me preocupa seriamente. Hace unos años me resultaba más fácil. Es curioso, ahora hay más maneras de contar, nuevas pantallas y tecnologías, y sin embargo tengo la sensación de que me cuesta más sacar adelante mis propios proyectos, los que más me interesan y creo que también pueden ser interesantes para una parte de la población.
–¿Y por qué?
–No lo sé. Lo achaco a la edad. También el sistema de producción ha variado muchísimo y, en general, se busca un tipo de películas taquilleras, comerciales. Todo está cambiando tanto que es difícil encontrar el hueco.
–¿Incluso para usted?
–Eso de que la experiencia es un grado... No creas. En términos generales, entre experiencia y juventud se tiende a valorar más la juventud. Estoy convencida.
–¿El futuro, por tanto?
–Lo veo incierto, pero yo sigo batallando y escribiendo guiones.
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