'Ocho apellidos marroquís', en busca del taquillazo

'Ocho apellidos vascos' es una excelente comedia (gafapastas, no arruguéis la nariz) que además sigue siendo la película más taquillera del cine español. Para explotar el filón, y ya tardaban, empiezan a llegar unas secuelas con el mismo humor étnico de autoparodia, que seguramente no estarán a la altura de la original, pero que al menos lo intentarán, y hasta nos sacará alguna carcajada si no somos muy exigentes. Empeño le ponen en 'Ocho apellidos marroquís' puesto que el director es el solvente Álvaro Fernández Armero y sus protagonistas expertos humoristas como Julián López, Elena Irureta y Michelle Jenner. Esperemos que al contrario que pasaba con los apellidos catalanes, esta vez el guion sí este acabado de hornear.

Aquí, una familia muy nombrada, como se dice en los pueblos, y como Dios manda, como se dice en Vox, se baja al moro para cumplir con un encargo del difunto patriarca. Podéis haceros una idea de lo que supone ese viaje para ellos si imagináis al machirulo Torrente paseando por Nigeria. La excusa de ironizar sobre los prejuicios y reírse de los estereotipos funciona hasta un límite, pero, si no quieren que canse, deberían añadir algún elemento más en futuros 'Ocho apellidos'.

Anne Hathaway y Marisa Tomei (que ha hecho un pacto con el diablo para no envejecer) se disputan las atenciones de un deprimido compositor de ópera interpretado por Peter Dinklage en la comedia neoyorquina (un género en sí misma) 'Llegó a mí'.

El decorado es perfecto, la dialéctica entre el universo de tacones y alzas de unos, y el de zapatillas y uñas de los pies pintadas de Tomei, es el diamante de la acción. La música es una buena baza porque se aleja del chundachunda y es la sinfonía perfecta para acompañar los problemas del primer mundo que nos cuentan. El fallo reside en que se quieren mezclar tantas cosas que al final no sabes si es una película de enredo, de amor o un melodrama. Quizás en realidad se trata de que es una de Woody Allen sin Woody Allen.

Santiago Segura prosigue su conversión en el tótem del cine familiar nacional con 'La Navidad en sus manos', y por eso se lanza a una película netamente navideña donde hace de Papá Noel (vivan los Reyes Magos). Como escudero lleva a Ernesto Sevilla, un monologuista simpático pero con limitaciones interpretativas aún mayores que Segura, que hace de un tipo que es una zona catastrófica como ser humano, pero que debe tomar el relevo del gordinflón de rojo. Es una película que perrea con la Navidad y eso es un poco desagradable.

Sólo mi devoción monacal por este oficio me lleva a hablar de uno de mis directores más odiados, John Woo, un manierista y narcisista sincopado. 'Noche de paz' es la segunda película navideña de hoy, y se usa como decorado de la venganza de un padre por la muerte de su hijo. Woo lo cuenta con sus irritantes escenas a cámara lenta, seguro que con sus asesinables palomas y con certeza con su violencia sin excusa.

La animación japonesa (como su cocina) sigue siendo algo incomprensible para mí, no estoy preparado para ella. Así que el estreno de 'Digimon adventure 02: the beginning' me produce un desasosiego brutal, que va a mayores cuando leo tres veces el argumento y no lo entiendo. Son obstáculos fácilmente superables para los incondicionales que iréis a verla, entre los que no me cuento.

Director´s Cut. Hemos conocido los nominados a los Goya, gala que se celebrará en Valladolid el diez de febrero. Entonces descubriremos si la mejor película es '20.000 especies de abejas', 'La sociedad de la nieve', las favoritas, o 'Cerrar los ojos', 'Saben aquell' o 'Un amor'. Eso es incertidumbre, lo que es seguro es que la gala será soporífera.

Que tengáis una semana, y un diciembre, de cine.