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Siempre que acudo a un festival mi sino es esperar sesión tras sesión hasta encontrar la mejor película. Pero, ¿qué ocurre si la primera que ... ves es la mejor? Es como si Lope de Aguirre encontrara El Dorado en el primer meandro del Marañón o Ted Mosby a la madre de sus hijos en el episodio piloto de su serie (¿ahora cómo justifico al 'dire' las dietas del resto de días?). 'El amor en su lugar', cinta con la que este domingo se estrenó la edición 50 del Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICC), puede haber producido ese prodigio.
Id a verla y que no os dé pereza que vaya del gueto de Varsovia (por situar al lector, el siglo XX trató a Polonia como los talibanes a las mujeres), que transcurre en un frío invierno de la Segunda Guerra Mundial y que, encima, tiene números musicales.
El cine español ha tocado el tema del Holocausto tangencialmente, y aquí lo hace con maestría al contarnos un hecho real pero asombroso. Una compañía de teatro judía trata de divertir a la gente que habita, ya no a las puertas del infierno, sino en el infierno mismo. La decisión a vida o muerte que tiene que tomar la protagonista es el motor de la historia. La película parece dirigida por un híbrido de Polanski y Bogdanovich, pero es Rodrigo Cortés el que firma su mejor filme, logrando plasmar toda la tragedia de esos días, sin ocultarnos contrapuntos cómicos de humor casi negro, muy a lo 'El violinista en el tejado'.
El realizador crea una pieza de relojería en que todo encaja, subiendo la tensión poco a poco, como ya hacía en 'Buried'. El trabajo de precisión se nota en el 'travelling' inicial, que narra en pocos minutos lo que es ser vecino de los nazis si eres judío, y en el posterior desarrollo en tiempo real de la trama. Todo ello sacándole lo mejor a unos actores en estado de gracia (si Cortés consiguió que actuara bien Ryan Reynolds nada se le puede resistir).
Director: Rodrigo Cortés.
Reparto: Clara Rugaard, Ferdia Walsh-Peelo, Magnus Krepper, Freya Parks, Jack Roth, etc.
País: España. 103 minutos.
El juego de espejos, de dobles espacios, es fundamental, mostrando dos realidades. También lo es la magistral iluminación con velas a lo 'Barry Lindon' que enseña la miseria, ocultándola en la oscuridad, como candelas de un velatorio anticipado de tantos vivos insepultos. También juega con los dobles espectadores, aquellos que sabemos todo sentados en las cómodas butacas del moderno El Batel, y los que solo ven la cara amable, sentados con las manos en los bolsillos por el frío en la destartalada platea del desvencijado teatro.
Por poner un pero a un largometraje casi redondo, lo menos creíble es la irrupción forzada del soldado alemán. El director habrá considerado que necesitaba un detonador dramático para el desenlace. Cuestionar esa decisión del guion no desmerece en nada la película.
Que el FICC comience con este afortunado trabajo espero que sea una declaración de intenciones. 'El amor en su lugar' es una imprescindible película profundamente humana sobre vivir cuando ya no estás vivo.
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