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Lo veo bien, García

Miércoles, 27 de abril 2022, 01:01

Había superado tantas veces graves episodios de salud que parecía una recaída más. Un superviviente nato, golpeado su cuerpo por enfermedades sin descanso durante los últimos años. Pero la realidad se ha impuesto. Cuando hace dos días lo visité en La Arrixaca, bromeó como siempre con su fina ironía sobre las incomodidades de estar encamado y cuánto deseaba regresar a su rincón de Las Torres para, junto a Pepita, cuidar su jardín y su amada cabra. García Martínez se ha ido dejando huérfana después de años su esquina cotidiana de 'La Zarabanda' en el periódico LA VERDAD. Desde su atalaya se encargó durante décadas –con una disciplina de trabajo admirable, sin faltar un solo día– de publicar su columna señalando con peculiar estilo aspectos de actualidad tanto como carencias y déficits estructurales, de parsimoniosa y laboriosa resolución que, hoy como ayer, asolan a este rincón de la península. La provincia, como gustaba denominarla. Con estilo amable, sencillo, pero con una carga de profundidad atrapaba la atención del lector en unos relatos enfocados con aparente frivolidad.

Ha sido durante toda una época el cronista que ha perfilado los contornos de la sociedad murciana. Sarcástico y bienhumorado, marcó los límites de fiestas populares entre pitocrónicas, barracas, morcillas y zarangollo con gracejo y fino sarcasmo, para señalar los vicios sociales y remover conciencias adormecidas. Deleitándonos con su denuncia de apariencias y engolados pobres personajes pagados de sí mismos, pero que en su pluma movían a compasión desnudando sus carencias. Sin malos rollos, con sentido del humor e ironía sublime –herramienta difícil de manejar–, pero gobernada por su mano maestra con pulcritud. Un periodista total. Dibujando el perfil de las gentes de Murcia, con un fresco monumental de la variopinta fauna local, en la que han tenido cabida desde los más encumbrados gerifaltes y capitostes, hasta modestos aprendices y gentes del común. Rematados con ese dechado de socarronería, sutileza y provocación que supuso la 'Entrevista Impertinente'. O las inquietudes de su brujulear por calles y plazas captando los asombrosos diálogos de la gente corriente, reflejados en la curiosa sección de 'Visto y Oído'. García lo ha sido todo en el periodismo murciano. Uno de los grandes. Desde las más diversas dedicaciones de la profesión, cual hombre orquesta, ya fueran reportajes, crónicas, entrevistas, artículos o lo que se terciara. Cabe apuntar entre tantos jalones descollantes la creación de LA VERDAD Joven, reconocida con un premio nacional, o la primicia del accidente nuclear de Palomares.

Escéptico en grado sumo, solía afirmar en esas irrepetibles comidas mensuales que mantuvimos durante años, junto a sus queridos Perico Soler y Pepe Carreres, la dificultad para despertar la conciencia de una sociedad acomodada, ya que «mientras haya caballitos y marineras, pues vamos tirando. Ya veremos si nos preocupamos después...». Todo ello trufado de un singular amor a la tierra donde nació. Jumilla siempre por delante.

Con ello pretendía impulsar a esta Murcia de nuestro descontento, hermosa, de clima benévolo pero menoscabada por un ambiente seco y desolado. Un entorno que García amó con pasión. Llamado a ejercer labores de mayor relumbrón en la capital del reino, prefirió ocuparse de su terruño, por encima de cualquier otra dedicación para la que no le faltaron jugosas proposiciones. Cosa rara porque con semejante combinación de apellidos no se sabe cómo pretendía este hombre alcanzar alguna notoriedad. La vanidad no era lo suyo. Pero vaya que lo ha conseguido con su profesionalidad, sentido profundo de la amistad y amor a los suyos y a su Murcia dolorida, por encima de honores y prebendas que tenía por frívolos. Así que, como solía señalar siempre en sus crónicas, lo veo bien... por una vida plena.

Porque cosas trascendentes, para García, las justas.

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