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El arquitecto Pablo Puente, en Murcia, en 2008, explicando el proyecto de reforma del Museo Salzillo. NACHO GARCIA
El arquitecto de Valladolid que creyó en 'Huellas'

El arquitecto de Valladolid que creyó en 'Huellas'

Obituario Pablo Puente Aparicio

CRISTÓBAL BELDA NAVARRO

MURCIA.

Martes, 14 de abril 2020, 03:06

Ha muerto Pablo Puente y con él Murcia dice adiós a un amigo querido que, nacido en Valladolid, pronto se enamoró de estas soleadas tierras y de sus gentes y de su luz y de su historia.

El Sábado Santo, en el silencio de una ciudad desolada y asaltada por el horror que nos rodea, la muerte llevaba escrito el nombre de Pablo Puente. Macabro mensajero, sembrador del horror y de la ruina, destructor de ilusiones. Por eso, no me resisto, Pablo, a considerar que eres un número más en la lista oficial de seres destruidos por este virus mortal, sino a reclamar para ti la dignidad de un final que otros te han robado.

El cruel letargo de la muerte no silenciará el nombre de los que os habéis ido ni el dolor de los que, impotentes, asistimos a este macabro ritual de muertos sin nombre. La dignidad del hombre parece ser en nuestro tiempo solo el título de viejos libros conocidos por unos pocos cuando es el mensaje escrito en nuestros corazones desde el origen mismo del universo.

Una generación de jóvenes nacida con este milenio no sabe que el acontecimiento revolucionó la metodología de grandes exposiciones

No merecías, Pablo, morir en medio del silencio y de la soledad. Tan comunicativo como fuiste, poniendo al servicio de todos tu saber y tu inteligencia, has tenido que dejarnos pendiente, todavía, tu última palabra de un proyecto inacabado. Fuiste el alma de 'Huellas' y creíste en un proyecto arriesgado y temerario hasta entonces desconocido. Venías avalado por tu experiencia y prestigio en 'Las Edades del hombre', pero aquí encontraste un modo nuevo de confiar al lenguaje de las imágenes el relato armónico y global de la historia sin parcelas que la matizaran.

Juntos hicimos el milagro de 'Huellas' gracias al empeño de un mecenas y de un obispo dispuestos a hacer de nuestra catedral la soñada cámara de las maravillas. Y Murcia se miró a sí misma y se gustó. ¡Cuántos desvelos! ¡Cuántas ilusiones! Recuerdo cómo la idea fue alcanzando su madurez al volver de Roma y dejar en pleno corazón de la ciudad el Belén de Salzillo y los esfuerzos por mostrar, en la tierra del barroco a la sombra del Bernini, la 'Fantasía hispánica de la Navidad'. Y Bernini devolvió la visita cuando hicimos el centenario de nuestro escultor.

'Huellas' nació, lo recordarás, en el corazón de Jaime Bort, el mismo que ahora, estoy seguro, se habrá fundido contigo en un estrecho abrazo. Bort nos enseñó el camino, nosotros no hicimos más que seguir sus huellas (qué coincidencia, ¿verdad?) y durante un largo período de tiempo dimos vida a las imágenes de la fachada para que, dejando sus altos pedestales, bajaran a las naves del templo a compartir con todos nosotros la grandeza de la historia.

Hace casi veinte años de aquello. Toda una generación de jóvenes nacida con el nuevo milenio no sabe lo que fue aquel acontecimiento que revolucionó la metodología de las grandes exposiciones.

Y a 'Huellas' siguió Salzillo y Caravaca de la Cruz, el más bello empeño que unificó, después de siglos de aislamiento, un museo, una ermita y un convento. En cada exposición, recordarás, introducíamos matices como señuelos para futuros argumentos, algunos aún no alumbrados como el de la Antigüedad soñada. Nada era casual, todo estaba preparado para las iniciativas futuras.

Desde que 'Huellas' añadió a la identidad de su nombre la entidad de proyecto, vivo en la actualidad, fueron adquiriendo forma los destellos que en la catedral no eran más que los reflejos de la historia que encierra en sus espejos la memoria, como decía Borges. Por eso, Floridablanca procedía de 'Huellas' como 'Moradas de grandeza' de 'La Ciudad en lo Alto'.

Nada era casual. Una exposición constituía el prólogo de otra, una restauración precedía a la siguiente, una idea era el eslabón que engarzaba argumentos para permitir la lectura global como si fuéramos pasando las páginas de un libro. ¿Recuerdas lo que te decía? La exposición era un libro al que las imágenes prestaban su voz, su mirada y su palabra. Y ese libro todavía no ha escrito su final. Nos queda un capítulo, uno de los más bellos, de este hermoso sueño. La ciudad herida por un terremoto todavía espera paciente la puesta de largo de su principal templo. Y llegará. Seguro que llegará y entonces comprenderemos que no has muerto, que sigues vivo, que este desolado final no ha sido más que una horrible pesadilla.

Y vivirás entre nosotros mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista.

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