![Aprendizaje emocional para garantizar el futuro de las nuevas generaciones](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2024/02/18/188415271--1200x840.jpg)
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En los últimos años, las habilidades para resolver un conflicto se han incorporado paulatinamente en la educación obligatoria. Palabras como mediación, negociación, empatía, asertividad o cooperación se han colado en las aulas con el objetivo de que los conflictos se conviertan en experiencias de aprendizaje, ... crecimiento y superación personal. Esta práctica, adaptada al periodo evolutivo y acorde a las normas sociales, instruye en la dinámica y tipos de conflicto, los estilos de comunicación y la interacción entre los procesos cognitivos y emocionales. Asimismo, su ejercicio fomenta el pensamiento creativo en la búsqueda de soluciones, la reflexión sobre los estándares que deben cumplir las relaciones sanas y una mayor conciencia sobre los derechos humanos.
Motivar en la tarea requiere de un compromiso constante por parte de los centros. Hay que mantener un rol activo para facilitar la inclusión y el desarrollo de los programas de resolución de conflictos y dotar, al respecto, de formación continua para el profesorado. Además de lo anterior, conviene no olvidar el peso que tiene dar ejemplo y que el mensaje no sea contradictorio.
El profesorado debe actuar de acuerdo a lo que predica, pues la responsabilidad en el manejo de los conflictos no puede implicar exclusivamente al alumnado. Estamos ante un trabajo cotidiano que no solo pretende educar para la paz sino que busca socializar en la no violencia. Y es que, en un mundo donde el conflicto es inevitable, proporcionar herramientas y recursos basados en el análisis, el diálogo o la reparación supone una buena inversión para el presente y el futuro de las nuevas generaciones.
En la actualidad, lo relacional y lo afectivo tienen una presencia mayor en la educación reglada. Al respecto, coexisten dos motivaciones: la necesidad de atender los problemas de convivencia que se generan en los centros educativos y la necesidad de incorporar una serie de aprendizajes que, al margen de las tradicionales disciplinas, capaciten a los jóvenes para la vida adulta.
El aumento de los problemas psicosociales en la población joven, la influencia de los medios de comunicación de masas en la construcción de su identidad y la tendencia de que las familias deleguen cada vez más la educación en los centros han motivado un cambio de paradigma con respecto al sistema de enseñanza. Lo que el alumnado hoy debe saber es algo más que Matemáticas, Física o Literatura. Es injusto (e irracional) preparar a una persona para que afronte los problemas técnicos y, sin embargo, negarle el conocimiento para resolver las tensiones que puedan derivarse de sus relaciones. La educación es más que instruir, es también capacitar para el desarrollo y la autonomía moral de los individuos.
Los problemas de salud mental, las experiencias de maltrato, el abuso de sustancias, los intentos de suicidio o las agresiones no son consecuencia del desprecio a las disciplinas curriculares o a la ignorancia sobre sus conocimientos. Sin embargo, esas situaciones se encuentran a menudo muy relacionadas con la incapacidad para resolver conflictos, tanto interpersonales como sociales. Esto es, la falta de conocimiento sobre los estados emocionales y su autorregulación, las dificultades en la expresión de los propios sentimientos y/o preocupaciones, la incomprensión de las acciones y comportamientos propios y de los otros o la ignorancia sobre los derechos (y deberes) de las personas coloca a los menores en una situación de mayor vulnerabilidad.
Desarrollar un conocimiento en lo relacional y lo afectivo resulta importante, imprescindible y prioritario.Procuremos una visión constructivista, que despierte el interés por sus metas y sentimientos, que proporcione al alumnado fórmulas para razonar y resolver sus problemas, y no meramente 'respuestas dadas', 'recetas mágicas' o 'pautas de comportamiento'. Además, en tiempos donde las reivindicaciones universales se han individualizado y se han centrado en cuestiones identitarias, el aprendizaje emocional que se extrae de las técnicas de resolución de conflictos nos devuelve a un modelo de convivencia donde la libertad, la igualdad y la fraternidad se defienden como un compromiso colectivo.
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