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Un museo es el pulmón de la ciudad en la que se encuentra. Pasear por sus salas supone respirar la esencia y el alma del lugar. Para Ramón Gaya entrar en un museo era una experiencia única: «Es vestirse de un extraño traje, de un ... aire especial, de un frescor encerrado. Museo es buhardilla limpia, desván de lujo».
Hoy se conmemora el Día Internacional de los Museos y precisamente el Museo Ramón Gaya fue unos de los pioneros en celebrar esta efeméride ya en 1996.
La celebración viene acompañada de una suerte de actividades que sirven de plataforma para concienciar al público sobre la importancia de estos lugares. Una buena ocasión, sin duda, para defender el papel fundamental de los museos, que no solo deben conservar y difundir el patrimonio, sino también crear conciencia en el espectador sobre la importancia de respetar y ensalzar lo más valioso de nuestro pasado.
Hoy también es un día para señalar la labor de todos los profesionales que trabajan en los museos. Por ello, más allá de la alegría de estos días y de la amplia programación que entre todos hemos preparado, es bueno recordar al visitante que tiene a su entera disposición durante todo el año numerosos rincones que son suyos, que le pertenecen y que acogen un legado que forma parte de sus raíces y en definitiva, de su vida. Unos lugares únicos que mejoran notablemente nuestras ciudades y en los que es posible encontrar una calma y un silencio que nos reconcilia con la vida.
Los museos son lugares que recogen, conservan y difunden las cosas más hermosas que ha ido encontrando el hombre con el paso del tiempo. Están llenos de objetos portadores de significado y de resonancias líricas. Son espacios singulares y distintos a salvo de la fea uniformidad del mundo, donde todavía es posible una cierta lentitud y una mirada contemplativa. Los museos son lugares únicos donde el tiempo parece detenerse.
No es necesario salir de la Región para encontrar esos espacios singulares impregnados de silencio: la alberca árabe del Museo de Las Claras, quizás el rincón más acogedor de la capital; la Muralla púnica en Cartagena con la sorpresa de la cripta de san José y su macabra 'Danza de la Muerte'; el maravilloso Museo Ibérico del Cigarralejo en Mula; los museos all'aperto de La Almoloya o La Bastida, yacimientos arqueológicos trascendentales de nuestra Prehistoria reciente; el despoblado de Siyâsa en Cieza con sus impresionantes vistas al Valle Morisco; la ruta por las pinturas rupestres levantinas, nuestro único Patrimonio de la Humanidad; la experiencia del silencio bajo el agua en el Arqua; aquellos museos donde los niños son protagonistas... El listado, por suerte, es extenso. Y no está de más en un día como hoy recordarle al visitante que llegar a un museo es –siguiendo con Gaya– llegar a un «nido de vida».
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