Un pregón 'fashion' para abrir doce días de fiesta carnavalera en Cartagena

Alegría, color, música, ritmo y baile a golpe de tambor inundaron este viernes por la noche el centro de la ciudad para dar comienzo al Carnaval. El televisivo modisto Eduardo Navarrete, que saltó a la fama gracias al programa de TVE 'Maestros de la costura', fue el encargado de pregonar las fiestas desde el balcón del Palacio Consistorial. Lo hizo con su estilo personal y atrevido, con el que atrapó al numeroso público que se congregó en la Plaza del Ayuntamiento para disfrutar del pistoletazo de salida a doce días de fiesta carnavalera.

Antes, los actos comenzaron sobre las 20.30 horas con un desfile con batucadas. Las comparsas llegaron al Icue desde las calle Santa Florentina, Carmen y Sagasta. Allí aterrizó el presidente de los carnavales, Eduardo Pignatelli, con Navarrete escoltados por la Policía Local. Desde Puerta de Murcia comenzó el popular pasacalles hasta la plaza del Ayuntamiento a través de la calle Mayor.

Ya junto a la alcaldesa, Noelia Arroyo, y el resto de la corporación municipal, Navarrete demostró ser todo un apasionado de los carnavales y se llevó la fiesta al terreno que le toca, al de la moda. El diseñador presentó un pregón de lo más 'fashion' donde resaltó el trabajo y la mano experta de las modistas y costureras, así como esas semanas de trabajo que dedican llenas de nervios a la confección de los mejores disfraces y fantasías.

Prueba del buen gusto del pregonero fue el 'outfit' que llevó para dar el pistoletazo de salida a la fiesta, con una evidente inspiración asiática. El modisto optó por un kimono negro, bien grande y obra de su amiga, la diseñadora holandesa afincada en Mallorca, Isabel Gomila, con quien además compartió platós en la televisión pública.

Asimismo, el pregonero, natural de la Vega Baja alicantina, se ganó al cartagenero deshaciéndose en elogios hacia la ciudad. Navarrete ensalzó las playas del Mar Menor y La Manga. También confesó su admiración por la historia trimilenaria de la ciudad y, sobre todo, por su rica gastronomía con el caldero como máximo exponente, el inspirador aroma del café asiático y las siempre irresistibles marineras, imprescindibles de todo buen tentempié vespertino. Su discurso acabó con un atronador aplauso seguido del destellos de fuego frío salidos del balcón.

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