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«Ahora estamos recogiendo con el nieto todos los sacrificios que hicimos con nuestro hijo. Los sentimientos que se mezclan son los de alegría, orgullo y un poco de alivio». Lo dice Carlos Alcaraz, el abuelo del tenista del mismo nombre que hoy está en boca de todo el mundo. A sus 86 años, quien fuera delineante en la popular empresa Bernal Pareja y secretario durante mucho tiempo de la Real Sociedad Club de Campo de El Palmar está «encantado» de hablar de una familia que lleva medio siglo ligada al tenis.
«Yo empecé a jugar pasados los 30 años, como pasatiempo. Era socio del [Club de] Tiro de Pichón. Y decidimos hacer las primeras pistas de tenis y un frontón. Mis tres hijos se han criado allí y el segundo, el padre de Carlos, desde muy pequeño era muy bueno con la raqueta. Yo te digo que la derecha era tan buena como la de su hijo. El revés, no tanto. Podía haber sido profesional, ya que con 14 años querían llevárselo a la Academia de Bruguera en Barcelona. Tenía que pagar 80.000 pesetas al mes y yo entonces solo ganaba 60.000. Fue imposible», recuerda con un punto de tristeza el abuelo Carlos.
«Con mi hijo [el padre del flamante campeón] hemos recorrido España entera y nos faltó eso que sí ha tenido mi nieto: medios económicos, apoyos de patrocinadores como Postres Reina y entrenadores para guiarlo. Pese a ello, fue subcampeón de España y recuerdo partidos en los que estuvo a punto de ganar a [Álex] Corretja y [Sergi] Bruguera, que luego fueron dos jugadores grandes. Mi hijo no pudo seguir y se tuvo que buscar la vida dando clases en El Palmar, Alcantarilla y Cartagena. Se quedó al frente del club [de Campo] y su vida ha sido el tenis», dice.
De su nieto, destaca «su humildad, su fuerza de voluntad y esa forma de ser suya, con tanto respeto a los árbitros, a los rivales y al público». Su esposa Paquita, de 82 años, asiente. Durante la conversación con LA VERDAD, la abuela del actual número 11 del ranking ATP va «echando una mano» a su marido. «Cuando me despidieron de Bernal Pareja yo tenía 48 años y luego me gané la vida como pude, en la construcción y como maestro de obras. Después puse una inmboliaria y mi mujer regentó la Librería 2000 de El Palmar. Hemos trabajado mucho para sacar adelante a nuestros hijos», resumen ambos.
Los veranos en la residencia familiar de Los Urrutias eran entonces los momentos para disfrutar «de mis nietos». A todos «les he enseñado a jugar al ajedrez, que yo creo que es algo que a Carlitos le ha venido bien a la hora de ordenar su mente en la pista. Los ponía a prueba y si me ganaban les regalaba una bolsa de chucherías», cuenta.
La semana pasada, tras meterse en la final de Miami, Carlitos recuperó una de las enseñanzas de su abuelo. «Siempre me ha dicho que me enfoque en las tres 'C': Cabeza, corazón y cojones», reveló el joven tenista de El Palmar tras superar al polaco Hurkacz. «La cabeza que tiene es privilegiada, como la de su padre. Los dos son muy listos. El corazón lo trae de serie, como sus hermanos. Todos son buenos chicos. Y los huevos ya le decía cuando era pequeño que había que sacarlos en positivo, para ganar los partidos y no para quejarse», explica el abuelo de Alcaraz, quien está deseando «poder abrazar» a su nieto. «No me pierdo ni un partido, aunque sea de madrugada. Yo ya no tengo que madrugar», subraya.
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